Alex Fernández de Castro - La masía, un Miró para Mrs. Hemingway

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La masía, un Miró para Mrs. Hemingway: краткое содержание, описание и аннотация

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En 1925, Ernest Hemingway regaló a su primera esposa, Hadley, un cuadro de Joan Miró. Se llamaba 'La masía' y mostraba las dependencias de servicio de la casa de verano de Miró en Mont-roig del Camp, Tarragona. Cuando el novelista abandonó a Hadley renunció a 'La masía', pero recuperó la tela en 1934, y ya nunca se separó de ella. A su muerte, el lienzo fue donado por su viuda, Mary Welsh, a la National Gallery de Washington DC. ¿Cómo fue la relación entre ambos artistas? ¿Por qué se sentía tan atraído Hemingway por el cuadro? ¿Qué importancia tuvo para Miró 'La masía' o la casa que lo inspiró? ¿Qué otros pintores interesaron a Hemingway? A éstas y a otras muchas preguntas trata de responder este libro, que también describe el largo periplo del cuadro, desde Mont-roig a Barcelona, pasando por París, Chicago, Florida o La Habana, hasta su destino definitivo en los Estados Unidos.

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Windemere , Lake Walloon y las poblaciones circundantes tienen un protagonismo destacado en los primeros cuentos de Hemingway. Recogidos en In Our Time (1925) o en Men Without Women (1927), son relatos de enorme precisión y economía de medios, que nunca incluyen descripciones excesivamente detalladas de los paisajes de Michigan. Los lagos y montañas, los senderos o interiores de las cabañas, los paseos en carreta y en canoa o los encuentros con la fauna o los indios de la zona, evocados siempre de manera lacónica, son el telón de fondo de dramas latentes, apenas insinuados, de diálogos fríos y cortantes, carentes del menor atisbo de sentimentalismo.

En «Indian Camp», a bordo de una canoa, Nick acompaña a su padre y a unos indios a través del lago a asistir a una mujer que se encuentra de parto desde hace dos días. La mujer está gimiendo en una cabaña, en la cama inferior de una litera. En la parte superior yace su marido, que también lleva varios días soportando el dolor de una herida de hacha. De forma diligente el padre de Nick le practica una cesárea a la mujer india, y antes de marcharse, acerca su lámpara a la cama superior, para echarle un vistazo al esposo. Cuando levanta la manta ve que el hombre se ha cortado el cuello de lado a lado, y que la sangre lo ha empapado todo. De vuelta hacia el lago, el doctor le pide a Nick que le disculpe por haberle pedido que le acompañara. Cuando le Nick le pregunta por qué se ha matado el indio, el doctor le contesta «No lo sé, Nick. No podía soportar las cosas, imagino». El intercambio de frases resulta doblemente sobrecogedor, si uno piensa en las circunstancias que acabarían rodeando las muertes del propio Hemingway y de su padre. Al final del cuento, padre e hijo emprenden el camino de regreso a casa: «Estaban sentados en la barca, Nick en la popa, su padre a los remos. El sol estaba saliendo por encima de las colinas. Un pez dio un salto y trazó un círculo en el agua. Nick sumergió una mano en el agua. Le pareció cálida en el intenso frío de la mañana. En la madrugada en el lago, sentado en la popa de la barca mientras su padre remaba, se sintió bastante seguro de que nunca moriría» 9.

En «The End of Something», Nick y su novia Marjorie se desplazan en canoa por un lago y observan las ruinas de un aserradero en Hortons Bay. El cuento empieza con una breve crónica del declive económico de la zona: un día, unas barcazas habían recogido los últimos troncos y toda la maquinaria que podían transportar, y se dirigieron hacia el interior del lago, «llevándose consigo todo lo que había hecho que el aserradero fuera un aserradero y Hortons Bay un pueblo». Nick y Marjorie llevan la canoa hasta la orilla, donde después de pescar truchas encienden un fuego y se disponen a cenar, sentados sobre una manta. Marjorie nota que Nick está raro, y le pregunta qué le ocurre. Nick le responde: «Ya no es divertido. No hay nada que lo sea». Ella le pregunta «¿El amor no es divertido?» «No», contesta Nick. Marjorie se levanta, y se dispone a hacer sola el camino de vuelta en canoa. Cuando Nick se ofrece a empujar la embarcación lago adentro, ella le responde que no es necesario. Nick se vuelve a tumbar sobre la manta, y oye cómo Marjorie se aleja remando 10.

En otro de sus primeros relatos, «The doctor and the doctor’s wife», Hemingway mostraba abiertamente cómo percibía la relación entre su padre y su madre. En ningún momento trataba de disimular cuál de los dos le resultaba más antipático, y cuál más merecedor de compasión. En el cuento, un matón llamado Dick Boulton va a la propiedad del padre de Nick acompañado de otros dos indios para serrar, a petición del doctor, unos troncos de abedul que la corriente ha arrastrado hasta allí. Los troncos se han desprendido de alguna de las barcazas que los transportaban, pero la compañía propietaria de las barcazas le resultaría demasiado caro enviar a un equipo a recuperarlos, así que el doctor quiere desenterrarlos de la arena y convertirlos en leña. Cuando todavía no se ha puesto manos a la obra, Dick insinúa que el doctor ha robado los troncos. El padre de Nick, ofendido, le ordena que recoja sus cosas y se vaya. Dick desafía al padre, y cuando parece que la discusión sólo puede terminar de forma violenta, el doctor se retira al interior de la casa. Su esposa, que se encuentra en el dormitorio, estirada en la cama y con las persianas bajadas, quiere saber qué ha ocurrido. El padre de Nick se sienta en una cama, y mientras limpia un fusil, le explica que el matón le debía dinero, y que ha provocado la discusión para no tener que trabajar y saldar su deuda. Su esposa le responde que no cree que nadie sea capaz de hacer una cosa así. Enfadado, el padre sale del dormitorio sin replicar, y su esposa le dice que quiere hablar con Nick. El doctor abre la puerta de tela metálica que conduce al porche, y cuando ésta se cierra de forma ruidosa oye a su esposa, que parece haberse sobresaltado. Se acerca a la ventana del dormitorio, y a través de las persianas cerradas, le pide perdón por el portazo. Se aleja de la casa en dirección al bosque, y se encuentra a Nick, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol, leyendo:

–Tu madre quiere que vayas a verla– le dijo el doctor.

–Yo quiero ir contigo – dijo Nick.

–Muy bien. Vamos, entonces –respondió su padre–. Dame el libro. Me lo pondré en el bolsillo.

–Sé dónde hay ardillas negras, papá –dijo Nick.

–Muy bien –dijo su padre–. Llévame allí 11.

En otro cuento, «The three-day blow», el padre de Hemingway vuelve a ser retratado como un personaje reprimido, amargado por las privaciones a las que se ha visto sometido. Nick está bebiendo whisky en una cabaña junto a un lago, en compañía de su amigo Bill.

–Mi viejo es un buen hombre –dijo Nick.

–No te quepa duda –dijo Bill.

–Él asegura que no ha bebido un solo trago en su vida –dijo Nick, como anunciando un hecho científico.

–Bueno, es que es médico. Mi padre es un pintor. Es diferente.

–Se ha perdido muchas cosas –dijo Nick con tristeza.

–Nunca se sabe –Bill dijo–. Todo tiene sus compensaciones.

–Él mismo dice que se ha perdido muchas cosas –confesó Nick 12.

«De todos los hombres que he conocido –afirmaba John Dos Passos en su autobiografía, Años inolvidables – Hem es el único que realmente odiaba a su madre» 13. El coronel Charles T. Lanham, que trató a Hemingway durante la Segunda Guerra Mundial, afirmaba lo mismo, si bien en términos aún más duros: «Desde mis primeros días con EH siempre se refirió a su madre como ‘esa puta’. Mil veces debió de decirme cuánto la odiaba y de cuántas maneras» 4. Relatos como «The Doctor and the Doctor’s Wife» arrojan algo de luz sobre los motivos que pudieron llevar a Hemingway a detestar hasta tal punto a Grace Hall: no le perdonaba que hubiera impuesto su voluntad sobre la de su padre. Cuando se casaron, los padres de Hemingway no se instalaron en una casa propia, sino en la de Ernest Hall, el abuelo materno del escritor, que acababa de enviudar. Grace había sido muy consentida durante su niñez, y quiso mucho más a su padre que a su marido. Mientras todos vivieron en casa del abuelo, éste bendijo cada comida y seis días a la semana presidió una pequeña misa, a la que hasta los empleados domésticos debían asistir. El padre de Hemingway, por su parte, parecía decidido a competir en severidad con su suegro, y observaba el Sabbath a rajatabla. Ese día se prohibía jugar a las cartas o visitar a amigos. Ed no podía soportar que sus hijos estuvieran con los brazos cruzados. Cuando los sorprendía inactivos, en seguida encontraba la manera de ocuparlos de alguna manera. Grace, en cambio, pensaba que las horas de inacción eran muy útiles, abono indispensable para las mentes creativas. Hay quien sospecha que la rigidez o hiperactividad del padre de Hemingway escondía en realidad miedo a no poder afrontar los numerosos gastos que generaba una familia como la suya, en constante aumento. Ed Hemingway había sido testimonio de las dificultades económicas de su propio padre mientras trabajó para la YMCA, y durante los primeros meses de su matrimonio ganó menos como médico que Grace con sus clases privadas de canto. En años posteriores, una vez posicionado profesionalmente, su talante servicial y altruista hizo que dejara de cobrar a más de un cliente, convencido como estaba de que todos acabarían pagando, si habían quedado satisfechos con su trabajo.

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