1 ...6 7 8 10 11 12 ...27 Antes de que Hemingway supiera leer, Grace ya le había hecho memorizar citas en latín o alemán o fragmentos de poemas célebres. En 1913, cuando empezó su educación secundaria y ella supo que tendría clases de latín, le obligó a asegurarse una buena nota tomando clases adicionales en casa. A iniciativa de Grace, Ernest aprendió a tocar el cello, y a los nueve años ya había visto más de una producción de la Chicago Opera Company . Fue también ella quien le ayudó a ensayar para las funciones teatrales en la escuela, y quien llevó a los seis hermanos al mejor museo de la ciudad, el Art Institute, o a escuchar a la Orquesta Sinfónica, dirigida por Frederick Stock, en el Orchestra Hall . Tanto Chicago como Oak Park contaban con una importante oferta cultural, y Grace estaba decidida a que sus hijos le sacaran provecho. Sin embargo, los desvelos de Grace por educar a sus hijos en un ambiente suburbano y refinado no pudieron impedir que Hemingway se aburriera en Oak Park y sucumbiera a la pasión por la naturaleza que le inculcó su padre, Clarence Edmonds, «Ed» Hemingway.
Ed era el hijo de Anson Hemingway, un hombre piadoso que, después de luchar contra los estados del sur en la Guerra Civil americana, intentó mantener a su familia trabajando para una sucursal de la YMCA. Fundada en Londres en 1844 por Sir George Williams, la Young Men’s Christian Association fue un intento de paliar, en plena Revolución Industrial, las inhumanas condiciones de trabajo, así como la propensión al juego y a la bebida de los jóvenes ingleses 6. A la sucursal de Chicago nunca le faltaron ciudadanos necesitados, pero Anson, que tuvo seis hijos, se vio obligado a renunciar a su vocación y a asegurarse un salario mejor. Después de dejar la YMCA fundó una exitosa agencia inmobiliaria, y poco después pudo trasladar a toda su familia a Oak Park, a una casa situada justo enfrente de la de los Hall.
Ed Hemingway heredó de su padre la voluntad de servir al prójimo. En sus horas libres llevaba a sus hermanos a observar el campo, y a fuerza de curar pájaros heridos se interesó por el mundo de la medicina, carrera que estudió en el Rush Medical College de Chicago. El futuro doctor llevaba algún tiempo escribiéndose con Grace Hall, la cantante de ópera que vivía al otro lado de la calle, cuando la madre de ésta enfermó de cáncer. Un médico de Oak Park tomó a Ed como asistente, y dejó que fuera él quien visitara periódicamente a la paciente, lo que contribuyó decisivamente a que se ganara el afecto de su hija. Tan pronto como Grace renunció a su carrera como cantante, se casó con Ed en la Primera Iglesia Congregacional de Oak Park, el 1 de octubre de 1896.
El doctor Hemingway era conocido por su hiperactividad. Aparte de atender a pacientes en su propia consulta trabajaba como obstetra en un hospital local y era voluntario en un orfanato. Le encantaba cocinar y asegurarse de que nunca faltara de nada en la despensa familiar, y como no podía contar con Grace para que lo ayudara en los fogones, algún paciente lo llegó a ver en plena consulta llamando a su casa por teléfono, para ordenar que retiraran un pastel del horno. Cuando Ernest y su hermana Marcelline empezaron a estudiar biología en la escuela, Ed creó un club de excursionismo científico, y todos los sábados se llevaba a la clase entera a pasear por las orillas del río Des Plaines, a que los chicos aprendieran a identificar flores, insectos y pájaros. Incluso en Chicago se las arregló para encontrar un lugar donde los chavales pudieran sentirse un poco más cerca de la naturaleza: el Museo de Historia Natural, que ocupaba uno de los edificios erigidos para la Exposición Universal de 1893. Ernest nunca se cansaba de recorrer la sala de fauna africana, llena de felinos disecados. En la década de los 30 debió de pensar mucho en su padre, cuando por fin tuvo ocasión de verlos, en su hábitat natural, en compañía de su segunda esposa, Pauline Pfeiffer.
El incansable Ed también coleccionaba puntas de flecha y otros artefactos de las tribus indias vecinas, disecaba búhos o ardillas, y era un consumado pescador y cazador. Aparte de tener una gran puntería, dominaba todas las técnicas de supervivencia en la naturaleza, y a la hora de transmitírselas a sus hijos no estableció diferencias entre niños y niñas. Gracias a él, todos aprendieron a identificar bayas o plantas comestibles, a todos les enseñó a comer ancas de rana, tortuga, paloma, codorniz o marmota.
La mayor parte de aquel aprendizaje tuvo lugar en Michigan, a las orillas del lago Walloon, en una casa de veraneo que la familia había comprado cerca de la población de Petoskey. La casa, bautizada por Grace con el nombre de Windemere , se iluminaba con lámparas de aceite y tan sólo contaba con chimeneas para proveerse de calor en las frías noches de otoño o primavera. El horno era de leña, y había que utilizar una bomba de mano si uno quería agua para cocinar. Allí, en ese remoto entorno de lagos azules y umbríos bosques de abetos, Hemingway fue más feliz que en ningún otro lugar durante sus años de infancia y juventud. Hasta el día su muerte conservó Grace unos álbumes, en los que había recopilado fotografías, recuerdos y anotaciones relativas a cada uno de sus hijos. En una de las dedicadas a Ernest, fechada en junio de 1902, escribía: «Ernest Miller, a los dos años y once meses, ha ido a pescar con dos hombres –su padre y el señor Glotfelty. Ha cogido el mayor pez del grupo. Cuando pican lo sabe de inmediato, y sabe cobrarse las piezas él solo. Dispara bien con la escopeta, sabe montarla y cargarla él solo; camina una milla y media con facilidad…» 7.
Cada verano, todo el clan Hemingway se ponía en movimiento hacia el norte, primero en tren desde Oak Park hasta Chicago, luego a bordo de alguno de los lujosos barcos de vapor que, como el Manitou , recorrían el Lake Michigan en dirección a Harbor Springs. El viaje a bordo del Manitou duraba 24 largas horas, y el precio del billete era de 5 dólares en 1898. Las comidas, al igual que los camarotes con literas, tenían que pagarse aparte. Una vez en Harbor Springs, se subían a otro tren hasta Petoskey, hacían transbordo, cogían un nuevo tren hasta Walloon Lake, y desde allí, otra pequeña embarcación de vapor de doble cubierta, The Tourist , los llevaba hasta su casa, a la orilla del lago 8.
Grace disfrutaba a su manera de aquellas largas estancias en Windemere . Ella también tenía un arma de fuego, un Winchester 22. En una foto, se la ve a la orilla del lago, sosteniendo un lucio de tres kilos y medio que había pescado. Cuidaba de sus hijos más pequeños, le gustaba nadar siempre que su esposo no estuviera muy lejos, o lo acompañaba en sus paseos vespertinos en barca, que amenizaba con alguna de sus canciones mientras él remaba. Incluso compuso una canción inspirada en el lago Walloon, que tituló «Beautiful Walloona», y que una compañía de Chicago registró a su nombre. No obstante, en la casa del lago no era tan feliz como en la ciudad, donde podía pasar más tiempo a solas y entregarse a las actividades artísticas que tanto le agradaban. Para que el peso de las tareas domésticas no recayera excesivamente en ella durante el verano, la familia se llevaba empleados domésticos o buscaba ayuda entre los habitantes de la zona, a pesar de lo cual el doctor Hemingway seguía manteniendo una frenética actividad dentro y fuera de la casa, haciendo visitas gratuitas a los indios de las reservas vecinas, encargándose de las comidas, o llenando la despensa de conservas de fruta o verdura.
En años sucesivos, Hemingway nunca dejaría de recordar que fue su padre quien le enseñó a amar la naturaleza y valerse por sí mismo en la intemperie. Nick Adams, alter ego de Hemingway en los cuentos autobiográficos ambientados en Michigan, recordaba en «Fathers and Sons», publicado en 1933, la prodigiosa vista del viejo doctor, que le permitía determinar, desde una orilla del lago, si en la orilla opuesta la bandera de la casa había sido izada o si una de sus hijas había caminado hasta el extremo del embarcadero, mientras él apenas distinguía a ver la arena blanca de la playa. Nick, que ya había cumplido los treinta y ocho años, afirmaba en el relato que su pasión por la pesca o por la caza no había remitido en ningún momento, y se mostraba muy afortunado porque su padre se la hubiera inculcado. Siempre se acordaba de él cuando llegaba el otoño, cuando veía mazorcas de maíz o contemplaba un lago. Su imagen se le aparecía, de manera inesperada, en huertos abandonados o en campos recién arados, caminando entre matorrales, en pequeñas colinas, cuando rompía ramas para hacer leña o transportaba agua. Junto a molinos de piedra, barricas de sidra, presas, e infaliblemente ante cualquier hoguera bien encendida.
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