Algo semejante le sucede a la evolución de Jean Giraud desde un gran dominio de la línea modulada y del pincel de tinta en la serie Blueberry , nacida en 1963,—y deudora también del trazo de Caniff, así como del de Jijé (Joseph Gillain)—, a un uso también maestro de la línea pura en los universos que bajo su faceta de Moebius ha alumbrado. En El garaje hermético ( Le garage hermétique , 1979), Pharagonescia’s Chronicles (1980), Caos (1991) y en todas las series desarrolladas a partir de los años ochenta hasta su póstuma Inside Moebius (2009-2011), adquiere realidad la idea de la línea como desarrollo del punto. Moebius trabaja como los calígrafos extremoorientales, cerrando el contorno en un solo trazo, eliminando por lo general las tensiones impuestas por los cambios de dirección y resolviéndolas gracias a la continuidad suave de las formas. De esa manera, la línea alcanza en algunos casos un valor objectual de alambre. Las figuras dejan de ser tangibles: las tensiones perceptivas entre el interior del contorno y el exterior tienden a borrarse. No es difícil oponer a ese proceder el de aquellos artistas que tratan de subrayar la dureza, la tensión, los ángulos y los cambios de dirección en las líneas.
Con esa finalidad, dibujantes como Marc Caro, Pat Mills, Edmond Baudoin, Igor Kordej, Montenegro, Julie Doucet, Debbie Drechsler o el padre del underground Robert Crumb emplean técnicas diversas que pueden emular, según el caso, las incisiones del grabado y la punta metálica, o bien el carácter prolijo de la plumilla. Así, en todas las historietas de Thomas Ott y en algunas de las de Caro — Jailbreak Hotel , 1983—, Dreschler — Visitors in the Night , 1992—, Christian Montenegro — Lot y sus hijas , 1997—, o Josépé — Vam Boro , 2005— da la impresión, por la saturación del negro, de que se parta de una superficie negra sobre la que se realizan incisiones para descubrir el blanco, al modo de la manera negra o mediatinta, variante del grabado calcográfico surgida en la Europa Central durante el siglo XVII, también llamado grabado al humo.
En ciertos dibujos de Caro o Montenegro, el resultado se asemeja a los libros de grabados a medio camino entre historieta y práctica vanguardista que en los años treinta del siglo XX publicaban el belga Frans Masereel, el alemán Otto Nücke o, sobre todo, la fascinante novela gráfica sin palabras Vértigo (1937), donde el estadounidense Lynd Ward juega con toda suerte de recursos, tanto de recuperación de técnicas antiguas de incisión sobre madera como de elipsis narrativas y diálogo entre páginas.
Esa técnica no tiene nada que ver, por ejemplo, con la de Mills, que trabaja con materiales duros sobre papeles verjurados que provocan un curioso contraste entre el color de acuarelas y los entintados y lápices duros. Finalmente, Kordej, al igual que Miguelanxo Prado — Stratos (1987), Fragmentos de la Enciclopedia Délfica (1985)—, Joe Sacco — Palestina (2002), Gorazde (2001), El mediador ( The Fixer , 2001), Reportajes: Palestina, Irak, Kushinagar (2012), Notas al pie de Gaza (Footnotes in Gaza , 2009)— o Joann Sfar en sus Carnets , recurren a plumillas y rotuladores para conseguir un efecto de trazo múltiple, que recuerda el tradicional dibujo renacentista de punta de plomo y punta de plata. Incluso en el caso de los artistas japoneses, donde existe una notable propensión hacia la claridad de la línea, dada la legibilidad exigida por el entorno industrial en el que se integra la mayor parte del manga, existen experiencias de saturación de la plumilla y el rotulador recargable para otorgar una cierta sensación de arcaísmo a las imágenes o bien para densificar ambientes.
En el primer caso, cabe destacar la línea saturada de Nausicaä ( Nausicaä, of the Valley of the Wind , 1982), de Hayao Miyazaki. La fusión entre ciencia ficción futurista y un ambiente postapocalíptico de claras resonancias medievales heredero de Moebius se intensifica merced a la incorporación añadida de otro valor importante de la línea: su color, ya que Nausicaä no se publicó de forma original exactamente en blanco y negro, sino en blanco y marrón, cosa que contribuye a un cierto tono de miniatura antigua sobre pergamino, acorde con la odisea que se relata. Por otra parte, un autor japonés como Kazuichi Hanawa, desvinculado de las grandes ediciones y surgido del marco de independencia proporcionado por la revista Garo , muestra un uso diferente de recursos análogos: la línea marrón a plumilla, en su caso, se espesa y se aventura hacia la ruptura de la transparencia para retratar los opresivos ambientes de la cárcel en el relato autobiográfico En la prisión ( Keimusho no naka , 2000).
La evolución del trazo en los álbumes de Hugo Pratt. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Sgt. Kirk (1953), escrito por H. G. Oesterheld; Ana de la jungla ( Anna nella giungla , 1959), La balada del mar salado ( Una ballata del mare salato , 1969), Bajo el signo de capricornio ( Sous le signe du capricorne , 1970).
La evolución del trazo en los álbumes de Hugo Pratt. De arriba a abajo : Las célticas ( Les celtiques , 1972), Fábula de Venecia ( Favola di Venezia – Sirat Al-Bunduqiyyah , 1977), Las helvéticas ( Les Helvétiques , 1987), Mû (1988).
La evolución del trazo en los álbumes de Hugo Pratt: La macumba del gringo ( L’uomo del Sertão , 1978), Jesuita Joe (1984), Los escorpiones del desierto ( Les Scorpions du désert , 1969-1992) y Saint-Exupéry, el último vuelo ( Saint-Exupéry, le dernier vol , 1994) permiten ir apreciando un paulatino alejamiento del rigor de la línea modulada heredada de Caniff y una incorporación de la combinación de línea pura y manchas de tinta cercana, en ocasiones, a la de Didier Comès.
Edmond Baudoin, Dalí (2012); Les yeux dans le mur (2003); Ensalada de Niza ( Salade niçoise , 1999).
Por otra parte, Edmond Baudoin consigue, en obras como El viaje ( Le voyage , 1996), Terrains vagues (1996), Chroniques de l’ephemere (1999), Salades niçoises (1999), Les yeux dans le mur (2003), Dalí (2012), Les rêveurs lunaires (2015) o Éloge de l’impuissance (2016) efectos de dureza y suciedad que pueden recordar el uso que algunos vanguardistas como Otto Müller han hecho de la xilografía y el grabado también el carácter experimental de álbumes de Raúl como Ventanas a Occidente (1994). Para ello utiliza una combinación de manchas negras y pincel seco —con poca impregnación— similar al que el ruso Cabychjob emplea en sus historietas sobre la vida en las cárceles de Siberia o a los trazos del norteamericano Jerry Moriarty en Jack Survives (2009), publicado desde los ochenta en la revista Raw , dirigida por Art Spiegelman. Eso les permite sombrear y crear matices dramáticos. Por una parte, esos rasgos prolongan la disposición expresionista que está implícita en el modo narrativo de la historieta clásica norteamericana, en particular los héroes oscuros de los años cuarenta —desde Dick Tracy hasta Batman pasando por The Spirit (1940), de Will Eisner—, y por otra apelan a normas extrínsecas que corresponden a otros sistemas expresivos, fundamentalmente la pintura. 15
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