Juan Marín García - Si tuviera que volver a empezar...

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Las memorias de Juan Marín constituyen un relato en el que la historia y las vidas personales se entrecruzan en una narración, que arranca con los acontecimientos convulsos de los años 30 y 40 del siglo XX. En ellas relata los orígenes de su compromiso político, la influencia de un ambiente familiar ilustrado y republicano, su afiliación a la FUE y a las JSU, su participación en la Guerra Civil y en la resistencia española en la Francia ocupada, su internamiento en los campos de concentración franceses y en la cárcel de La Santé y el servicio militar en África, antes de volver a Valencia. Su narración de los años de la posguerra, la Transición y la normalización de la democracia en España constituye un interesante documento sociológico. Es además un homenaje a sus amigos de la FUE por los años compartidos en la juventud y por el reencuentro en la madurez de sus vidas.

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Precisamente Valencia fue la ciudad que más tiempo tardó en definir su situación y ello fue debido a que el militar que debía dirigir el movimiento subversivo llegó desde Madrid el día 16, pero sólo se preocupó de cambiarse continuamente de domicilio, con una actuación muy oscura, sin duda por resultarle excesiva esta responsabilidad, al extremo de abandonar la ciudad sin haber realizado ningún contacto de interés. Se trataba del general González Carrasco, que había solicitado la colaboración del comandante Barba, uno de los fundadores de la Unión Militar Española (UME), de estilo fascista.

En Barcelona, uno de los artífices para que el general Goded fracasase en su intento de sublevar la guarnición fue el capitán general de Barcelona teniente general Francisco Llano de la Encomienda. Este militar dos años antes había mandado la Capitanía de Valencia. Le recuerdo en una visita que le hizo a mi padre tan pronto llegó a Valencia. Se conocían de Castellón.

En Madrid, donde estaba la Presidencia de la República y el Gobierno, a las primeras noticias de la sublevación no se le dio mayor importancia que a la sanjurjada 4 4 Golpe de Estado fracasado contra la Segunda República, tras el intento de parte del ejército el 10 de agosto de 1932, con el liderazgo, desde Sevilla, del general Sanjurjo. 5 Catástrofe militar del ejército español en julio de 1921. y se perdió mucho tiempo buscando legalidades para distribuir armamento a las organizaciones políticas y sindicales. Oficialmente todo se iba a resolver en horas y, sin embargo, era en minutos que los sublevados iban tomando capitales, valiéndose de la rapidez en sus decisiones, confundiendo en muchos casos a los ciudadanos, ya que en sus arengas no omitían dar vivas a la República. Esto ocurrió en sevilla, Zaragoza, Teruel, Córdoba, Oviedo y otras poblaciones. Esta realidad no llegó a causar impacto de preocupación en el Ministerio de la Guerra, y en este acto irresponsable creo que tuvo el mayor de los errores el propio Presidente de la República, don Manuel Azaña, hombre de carácter flemático, austero y cauto por idiosincrasia.

Al inicio de la sublevación en Madrid los militares se habían acuartelado –como en casi todas las ciudades de la nación– dispuestos a salir a la calle. Las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular solicitaron del gobierno armas para luchar y convocaron rápidamente la huelga general. Martínez Barrio se decidió por entregarlas en contra de la voluntad de Azaña que veía negociaciones de paz por todos los lados. El hombre, por lo visto, no asumía que, la realidad del momento, la habían originado los conspiradores y que no se podía evitar un periodo revolucionario –reacción lógica del pueblo–, y que dejar transcurrir más tiempo del debido no beneficiaba a los republicanos ni a los socialistas ni a los comunistas que deseaban disciplina y orden para ganar la guerra.

Cierto es que existía un sector político que en un principio, no exento de razón, impuso las reglas de la revolución social, con sus huelgas, requisas, comités, controles…, pero el imponer convertir esta transición en permanente fue un error y pérdida de tiempo. No era de este modo como se podía enfrentar a un ejército profesional que, además, consiguió enseguida la ayuda de Alemania e italia. Eran los anarquistas que sobre todo en Barcelona tenían una fortísima implantación con las siglas CNT-FAI. El lema de los demás partidos era «Primero ganar la guerra, después la revolución».

Volviendo a los acontecimientos de Madrid y a la actitud de los gobernantes, como era de esperar, las fuerzas políticas y sindicales del Frente Popular empezaron a presionar, como ya queda dicho, convocando la huelga general y exigiendo la entrega de las armas. Ciertos partidos políticos y en especial la UGT, organización sindical mayoritaria en Madrid, disponían de armas que sin pérdida de tiempo distribuyeron entre sus afiliados. Ello facilitó rodear y atacar el Cuartel de la Montaña, donde se habían concentrado, además de los militares propios del cuartel, otros militares de diversos regimientos y gran número de paisanos falangistas. La toma de este cuartel supuso el aplastamiento del golpe militar en Madrid.

España se quedó dividida en dos bandos y se inició el trazado de líneas de combate, aprovechando las características geológicas del terreno para una mejor defensa, y se fortalecieron con trincheras constituyendo los respectivos frentes de batalla. Se había iniciado una guerra que, por tratarse de una lucha entre españoles, tomó el carácter de guerra civil.

En los primeros días de la contienda se cometieron atrocidades contra las personas, que en todos los casos merecieron ser juzgadas por tribunales competentes y justos.

Por parte gubernamental, en este primer periodo con matiz revolucionario resultaba difícil, y hasta peligroso, evitar que individuos con pocos escrúpulos y presos comunes, amparados por un descontrol al salir amnistiados, no se limitasen a vivir tranquilamente, más bien en su mayoría se infiltraron en organizaciones políticas y sindicales de fácil acceso, lo que les sirvió de aval para, en su propio beneficio, cometer todo tipo de felonías.

Por parte nacional, o sea, la correspondiente a los sublevados, la primera manifestación masiva de barbarie la protagonizaron las matanzas en el interior de la Plaza de Toros de Badajoz, estando de jefe militar de las fuerzas el teniente coronel Yagüe. Milicianos y ancianos en éxodo, huyendo y alcanzados por las fuerzas de este militar, fueron introducidos en la plaza, masacrados con balas de fusil y ametralladoras. El ruedo de la Plaza de Toros se cubrió de sangre inocente el 15 de agosto de 1936. Este acto, sólo comparable a la peor época de los bárbaros, es uno de los episodios que los franquistas siempre han desmentido, conscientes de que acción macabra de tal magnitud haría imposible su impunidad ante la historia. Se puede añadir que este acto inhumano representa una gran vergüenza para los que lo permitieron e intervinieron en él, bien lejos de lo que se pudiera esperar de los que pregonaban sentirse orgullosos de vivir una cruzada bajo los auspicios de la cruz de Cristo, que enarbolaban al frente de las fuerzas por ellos llamadas nacionales.

No menos salvaje fue la matanza, en la zona gubernamental, realizada en la localidad de Paracuellos del Jarama, integrada por presos políticos procedentes de la cárcel Modelo de Madrid, del orden de varios cientos, que fueron ejecutados. Se trataba de una conducción de presos a evacuar desde primera línea con destino a Levante que, al llegar a Paracuellos, fue interceptada por milicias incontroladas que desarmaron a la escolta y ejecutaron a los presos. El responsable político que firmó la expedición fue segundo serrano Poncela y no santiago Carrillo como se ha propagado siempre desde la derecha.

Se puede llegar a la conclusión de que en los dos primeros meses de la contienda, las detenciones y asesinatos se produjeron en las dos zonas: venganzas personales, antipatías o simplemente por el hecho de haber defendido un ideal o haber pertenecido a algún partido político u organización sindical. Es conveniente aclarar que los sublevados tenían previstas las ejecuciones y las llevaron a cabo en toda España de forma inmediata y sistemática. Lo sucedido en la zona republicana FUE de origen espontáneo, incontrolado e imprevisible, sin responsabilidad alguna para las autoridades legítimas de la República.

Es muy difícil resumir y más con la brevedad que preciso, ya que este no es mi tema, el porqué de un pronunciamiento que iba a originar el enfrentamiento sangriento entre hermanos durante casi tres años, con consecuencias irreparables de tal altura vergonzante moral y material, que desaparece del espacio de vencedores y vencidos, ya que en suma todos los protagonistas hemos perdido y por encima de las individualidades ciudadanas quien más perdió fue España, que tuvo que soportar durante cuarenta años un vacío cultural, por el exilio de los más cualificados intelectuales, fueran estos artistas, escritores, catedráticos, políticos, profesionales en general, o fueran estos médicos, profesores, arquitectos, maestros, estudiantes y ese admirable género humano de peones, campesinos, obreros que sin grandes responsabilidades políticas prefirieron también sumarse al exilio.

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