Juan Marín García - Si tuviera que volver a empezar...

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Las memorias de Juan Marín constituyen un relato en el que la historia y las vidas personales se entrecruzan en una narración, que arranca con los acontecimientos convulsos de los años 30 y 40 del siglo XX. En ellas relata los orígenes de su compromiso político, la influencia de un ambiente familiar ilustrado y republicano, su afiliación a la FUE y a las JSU, su participación en la Guerra Civil y en la resistencia española en la Francia ocupada, su internamiento en los campos de concentración franceses y en la cárcel de La Santé y el servicio militar en África, antes de volver a Valencia. Su narración de los años de la posguerra, la Transición y la normalización de la democracia en España constituye un interesante documento sociológico. Es además un homenaje a sus amigos de la FUE por los años compartidos en la juventud y por el reencuentro en la madurez de sus vidas.

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Un episodio en su vida que asevera esta rectitud y firmeza lo conocí en una de las visitas que mutuamente se hacían el general de la Guardia Civil, Uribarri –liberal y masón–, padre del capitán Manuel Uribarri, también de la Guardia Civil, y mi padre. Su amistad se remontaba a principios de siglo cuando Uribarri –padre– estaba destinado en Castellón y mi padre ejercía como oftalmólogo en la misma ciudad. Rememorando tiempos pasados se comentó el suceso al que quiero referirme.

Ocupando mi padre el cargo de jefe de Oftalmología del Hospital Provincial de Castellón, sobrevino la dictadura del general Primo de Rivera. A su vez era miembro titular de la Comisión Mixta de Médicos Militares y Civiles para el reconocimiento de los reclutas. Estos cargos no los había conseguido políticamente, ya que dadas sus ideas liberales durante el entonces reinado de Alfonso XIII, había prevalecido su reconocida distinción profesional, lo que no era óbice para que, por ocupar estos cargos, estuviera vinculado a las autoridades civiles y militares.

Con el nuevo régimen dictatorial se inició un movimiento depurador de cargos públicos. Gran parte de la intelectualidad española era liberal e influenciada pedagógicamente por la institución Libre de Enseñanza, teniendo como promotor a don Francisco Giner de los Ríos, para renovar la enseñanza en España y darle un corte de tipo humanístico. Al transcurrir un tiempo prudencial mi padre estaba sorprendido de que la depuración no le hubiese afectado a él. Un buen día recibió del general Severiano Martínez Anido, gobernador civil de Barcelona y hombre fuerte del dictador, una carta privada insinuándole el contactar y formar filas con determinados militares de alta graduación de la plaza, allegados a la Iglesia, burguesía, terratenientes, etc., que, como es natural, mi padre conocía como el grupo militar más homogeneizado en la defensa de mantener un Directorio Militar. Dando la callada por respuesta, era consciente de que con esta actitud llegaría de inmediato el cese de sus actividades públicas, como así ocurrió en el caso de su actividad en la comisión mixta.

Excelente creador de amigos, los tenía de todas las ideologías y esferas sociales, a los que miraba en un mismo techo de trato y respeto. Aunque era intransigente respecto a los que no comulgaban con sus ideas, en una época en que la simple discordia ideológica era suficiente motivo para distanciar a personas y familias, tenía la cualidad de respetar la multiplicidad de criterios y es presumible que este oír y dejarse escuchar, enlazado a su peculiar sentido del humor, sirviese para enriquecer su extraordinaria facultad dialéctica y que unida a su vasta cultura, causaba admiración ante cualquier interlocutor. No puedo omitir su maximalismo temperamental, con juicios vehementes, pero nunca se le escuchó, ni permitió en su presencia expresiones soeces, ni altisonantes, siempre cortadas con autoridad y enfado.

Sus horas más felices las pasaba en su peculiar tertulia de casa. Debido a una dolencia hepática, exceso de trabajo en su clínica privada, con consulta por las mañanas y tardes, casi todos los días era visitado por amigos, especialmente médicos de pueblos que traían pacientes para visitar u operar y que normalmente se quedaban a comer en casa. El restaurante ideal Room 2 2 Uno de los restaurantes más acreditados de la ciudad de Valencia, en esa época lugar de encuentro de las gentes de la cultura, situado en la calle de la Paz esquina con la calle de las Comedias. 3 Luis Galán, Después de todo. Recuerdos de un periodista de la Pirenaica, Barcelona, Anthropos, 1988. 4 Golpe de Estado fracasado contra la Segunda República, tras el intento de parte del ejército el 10 de agosto de 1932, con el liderazgo, desde Sevilla, del general Sanjurjo. 5 Catástrofe militar del ejército español en julio de 1921. de la calle de la Paz era un proveedor muy asiduo de los menús que desde casa se solicitaban, y la mayoría de las veces, yo mismo y mi hermano Tomás hacíamos de mensajeros en estos menesteres. Recuerdo que le visitaban los doctores don Vicente y Eloy García, el doctor González Beltrán y con bastante frecuencia el capitán de la Guardia Civil, don Manuel Uribarri, hijo del general ya citado que, siguiendo la tradición progresista de su padre, era un gran demócrata y gran defensor de la República.

Hacía bastante tiempo que se comentaba en la tertulia, que los militares debían de estar preparando sigilosamente alguna conspiración y que la indecisión del gobierno estaba propiciándola. Uribarri era de esta opinión, aunque alegaba se estaban tomando medidas precautorias a través de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA). El espectro político de izquierdas desde las elecciones del 16 de febrero de 1936 estaba compuesto por la unión de las fuerzas políticas y sindicales democráticas: republicanos, radicales socialistas, socialistas, comunistas, trotskistas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Unión General de Trabajadores (UGT) y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Las fuerzas políticas de la derecha estaban asentadas en tres frentes: La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de Gil Robles, partido mayoritario constituido por parte de los sectores allegados a la iglesia, burguesía, terratenientes, etc., que por su simpatía a los nuevos aires nazi-fascistas de Alemania e italia, miraban con buenos ojos cualquier movimiento militar; Renovación Española dirigida por Calvo sotelo y por último Falange española dirigida por José Antonio Primo de Rivera. Estos dos últimos estaban inspirados en el movimiento nacional-socialista de Hitler, asumiendo la denominación de partido nacional-sindicalista y utilizando la violencia en todas las provincias de España, lo que motivó la detención de Primo de Rivera en el mes de marzo de 1936.

Volviendo, después de este obligado inciso, al soleado 18 de julio, en la consulta matinal de mi padre, algún paciente manifestó que, la radio, de buena mañana, había emitido una nota del gobierno comunicando que en la Plaza de Melilla un reducido número de militares se había sublevado contra la Segunda República y que posteriormente se había ampliado la noticia dando cuenta de que este levantamiento afectaba a otras ciudades africanas como Ceuta y Tetuán, pero también señalaba que rápidamente se habían tomado las medidas necesarias para normalizar la situación y que ello era cuestión de horas. Mi padre durante toda la consulta no cesaba en calificar de traidores a estos militares, dudando que fuese sofocado tan rápidamente por haberse iniciado en plazas africanas.

Por la tarde acudí a la cita que diariamente tenía con unos jóvenes, en la pista de patinaje en el Paseo de la Alameda, donde practicábamos esta afición. Una de las muchachas con la que más simpatizaba era hija de un capitán de intendencia llamado Rojo, y me fue muy útil para darme una confirmación de la noticia del día, pues su padre había hablado telefónicamente con un familiar destinado en Melilla, quien le había notificado que un amplio sector de la guarnición se había levantado en armas, saliendo a la calle, y que excepto algunas dependencias militares el resto de la Plaza estaba dominada por los insurrectos. Su padre le había recomendado regresar a casa antes de la hora habitual. Pronto la acompañé a su casa, que estaba en las dependencias militares de la Alameda y seguidamente sobre las ocho de la tarde me dirigí al local de la UGT, situado en una travesía de la calle de la Paz, donde este sindicato tenía la rama de Dependencia Mercantil y donde hacía unos meses me había afiliado, por haber montado una pequeña óptica en la calle de las Comedias, atendida por mi hermana Carolina, que yo dirigía y por este simple hecho tenía el prurito de considerarme sindicalista. En el local era materialmente imposible entrar, tal era la expectación que había producido el golpe militar. Se habló de convocar una huelga general para el lunes. Posteriormente fui al local de la FUE y, por estar en periodo vacacional, estaba cerrado.

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