1 ...7 8 9 11 12 13 ...25 Hablando retrospectivamente, la segunda República triunfó en las elecciones municipales en abril de 1931 y no tomó medidas represivas contra nadie. En pocas mentes se podría pensar, recordando el pasado histórico de los pueblos, que el paso de una monarquía a una república se pudiese realizar sin derramamiento de sangre. Tuvo que influir la euforia generalizada por un cambio esperanzador, que se deseaba alcanzar y que requería la colaboración de todos los ciudadanos, ya que las estructuras, la enorme diferencia de clases, el hambre que afectaba a la clase obrera y fundamentalmente a los jornaleros de las zonas rurales, así lo exigían. Siendo España eminentemente agrícola, se requería iniciar una reforma agraria con reparto de las tierras que estaban en manos de los latifundistas que disponían de millares de hectáreas, muchísimas de ellas sin trabajar y ello afectaba a Andalucía, Extremadura y Castilla. Sin embargo, en Galicia donde predominaban los minifundios, eran las cargas impositivas las que originaban una acentuada miseria. En todas estas zonas rurales la República tuvo que preocuparse por la alfabetización de los jornaleros y niños que, en edad escolar, se utilizaban para trabajos rurales.
Este panorama, como digo anteriormente, requería la actividad y solidaridad de todos los ciudadanos ya que la República iba elaborando leyes y reformas progresistas, como el inicio de la reforma agraria; la creación de veintisiete mil escuelas, obra de don Marcelino Domingo; la separación de la iglesia y el Estado; divorcio; derechos de la mujer, para poder votar en las elecciones; concesión de las autonomías a Cataluña y País Vasco; reformas laborales para el control del horario especialmente, una vez más, en las zonas más humildes, el campo, donde se sabía que el horario se alargaba hacia el consabido de sol a sol; reformas militares para reducir la oficialidad del ejército, dándole la opción de pasar a la reserva con el sueldo íntegro de su grado, que se denominó Ley Azaña. Total, una amplia gama de promesas en la campaña electoral del año 1931 que caló en los ciudadanos indecisos, que estaban hartos de los infortunios de la monarquía con su pasado de derroche económico, que había sangrado las arcas del erario nacional con su corte, la nobleza y, los enormes gastos de la guerra de Marruecos, que terminó con el desastre de Annual. 5 5 Catástrofe militar del ejército español en julio de 1921.
Pues bien, de poco sirvió que la República hiciese la transición sin derramamiento de sangre. Ya las derechas y ante las leyes y reformas de la República, que no eran de su agrado, se conjuraron con los militares y en agosto de 1932 se produce en sevilla el golpe militar del general sanjurjo, de la Guardia Civil, que fracasó rotundamente, ya que duró escasamente unas horas, pues solamente fue secundado por el reducido grupo que lo había organizado. A este movimiento militar, como anteriormente he comentado, se le denominó la sanjurjada. Posteriormente los poderes fácticos de siempre; la burguesía reaccionaria; la patronal agraria, con sus latifundios; los sectores eclesiásticos y los militares, todos unidos junto a Gil Robles, que representaba la derecha tradicional y también los dirigentes que elogiaban los primeros años fascistas y hitlerianos, como José Antonio Primo de Rivera y Calvo sotelo, consiguieron alcanzar el poder durante dos años, entre 1933 y 1936, de ahí la denominación conocida de bienio negro, que se destacó por una fuerte represión contra los obreros y campesinos especialmente en Asturias, Andalucía, País Vasco y Cataluña.
Estos sectores radicales de derechas empezaron a originar atentados: intento de matar al vicepresidente de las Cortes, catedrático de Derecho de la Universidad Central, Luis Jiménez de Asúa, realizado por un grupo de falangistas que le dispararon con pistola repetidas veces, saliendo ileso, pero no así el escolta que le acompañaba, que murió. Esto ocurrió a principios del mes de marzo de 1936 y aproximadamente un mes después fue asesinado el juez Manuel Pedregal, afamado jurisconsulto, de familia educada en los principios de la institución Libre de Enseñanza.
Se suceden los atentados y la siguiente víctima fue el capitán de ingenieros Carlos Faraudo, asesinado por falangistas cuando estaba paseando con su esposa. Faraudo, aparte de ser instructor de las milicias socialistas, era miembro de la UMRA.
Y llega el momento que rebosa el vaso de agua cuando, el 12 de julio de 1936, cae muerto por balas de revólver de varios falangistas el teniente de Guardia de Asalto José Castillo que, como el capitán Faraudo, era también instructor de milicias y miembro de la UMRA. Los compañeros de Castillo enardecidos por tantos atentados sufridos en muy poco tiempo se proponen tomar represalias. Se menciona como culpable a Calvo sotelo y se dirigen por la noche en furgoneta a su domicilio para proceder a su detención. En el coche uno de los paisanos a poco de arrancar atenta con dos disparos a la cabeza de Calvo sotelo. Posteriormente se dirigen al Cementerio del Este y lo entregaron, sin dar detalles. Más tarde fueron detenidos los autores y durante la guerra, estando en el frente de Madrid murieron. Todos estos acontecimientos presagiaban que, en cualquier momento, se pudiese adelantar el movimiento de los militares, ya que es ingenuo pensar –como se ha escrito frecuentemente– que estos últimos atentados originaron el levantamiento militar cuya cabeza visible le asignaron al general Sanjurjo, aunque el cerebro de la preparación y puesta en marcha era el general Mola, que dio luz verde para que el 18 de julio de 1936 fuese el día de la sublevación.
El local de la JSU, situado en la calle de Cirilo Amorós, se nos hacía pequeño por el incremento de jóvenes que se afiliaban. Le dábamos la denominación de Radio Centro. Este entusiasmo obedecía a que este primer periodo de la guerra exigía una mayor responsabilidad por parte de la juventud. La unificación de las juventudes comunistas y socialistas dio vigor a la necesidad de tener que incorporarse al voluntariado para ir al frente y a la colaboración para intensificar la productividad de la retaguardia. Ello afectó por igual a las dos fracciones que se habían unificado, aunque en un principio los de procedencia socialista eran mayoritarios, al transcurrir los meses no se observó la más mínima distinción, lo que demostró el éxito de la unificación con las juventudes comunistas.
Como ya queda citado al principio de estas memorias, a mediados de octubre la directiva de la FUE decidió la incorporación, con carácter voluntario de sus miembros, a algún batallón de milicias y sentí ese impulso de ser útil en la defensa de la causa republicana y con ayuda de mi amigo Pepe Huguet, que era más decidido para vencer cualquier formulismo, seguí su consejo de que no teníamos que amilanarnos ante la dificultad de que sólo teníamos 16 años y para alistarnos se requería tener un mínimo de 18 años. Pepe tenía la ventaja de aparentar más edad, por su constitución física, lo contrario que me pasaba a mí. Fuimos a ver al compañero Alabau de la FUE, que era el jefe de alistamiento de las milicias y no nos autorizó, alegando que debíamos seguir trabajando en la FUE, ya que todos los dirigentes acababan de incorporarse. No obstante esta recomendación, seguimos en nuestro empeño de acompañar a nuestros compañeros y el alistamiento nos resultó más fácil de lo previsto, pues tuvimos la suerte de que ese día era tal el número de voluntarios que presenté la documentación semi-camuflado junto a Pepe, entre varios voluntarios que estaban al corriente de nuestras intenciones. Huguet hacía pocos días que me había presentado a un primo suyo Roberto Carpio, sobrino de la célebre cantante de zarzuela sélica Pérez Carpio, que desde Orán había llegado a Valencia para pasar las vacaciones, donde le había sorprendido la sublevación. Le convencimos para que se uniese a nosotros y lo acoplaríamos a nuestra unidad militar. Así lo hicimos. Todos los componentes de la FUE fuimos agrupados en la Primera compañía del primer batallón del Regimiento de la Victoria. Hacíamos diariamente la instrucción por las mañanas, en el campo de deportes, en el interior del colegio de los Salesianos de la calle de Sagunto, transformado en cuartel de milicias. Los que residíamos en la ciudad, al mediodía terminábamos y no regresábamos hasta el día siguiente. Por fin llegó el momento en que nos comunicaron que nos enviaban a destino desconocido, que bien podía ser Madrid, Albacete o Alicante y nos ordenaron acudir a la Estación del Norte, desde donde salimos a primera hora de la mañana.
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