1 ...8 9 10 12 13 14 ...25 Es momento de aclarar como desde el mismo 18 de julio pude dedicarme a mis actividades y que no podían pasar inadvertidas por mi padre. Desde un principio le dije la verdad de cuanto hacía y como lo encontré complaciente, poco a poco se me hizo una rutina el dedicar todo el tiempo para mí. Sin embargo no me atreví a comunicarle lo de mi alistamiento. Como mi amigo Huguet se encontraba en el mismo caso estuvimos estudiando el plan a seguir la víspera de nuestra salida. Decir la verdad no nos satisfacía, expuestos a que la oposición legal de nuestros padres echase por tierra nuestros anhelos. Nos decidimos por comunicarles que por acto de servicio en la JSU, teníamos que ausentarnos durante dos o tres días de Valencia. Pretendíamos con esta treta dar tiempo, para desde el lugar de destino poder explicar la decisión que habíamos tomado.
Fuimos trasladados a Alicante. Al llegar y desde la estación hasta el Cuartel de Benalúa, donde nos alojaron, lo hicimos desfilando de paisano y fuertemente ovacionados por la población. Recuerdo el contenido de la carta que escribimos a dúo Huguet y yo, ya que eran los mismos argumentos, pero seguro que debimos estar muy inspirados, exagerando quizás la cantidad de voluntarios de nuestra edad; que nos encontrábamos con nuestros compañeros de la FUE, que habían optado por dejar los cómodos puestos de la retaguardia para hacer causa común con la juventud que se incorporaba a las necesidades de la guerra. En mi caso lo que debió de influir en el ánimo de mi padre fue el conocer que también estaba con nosotros Ricardo Bastid, cuyos padres vivían en la misma finca.
Esperé con impaciencia su respuesta, que no tardó. Carta paternal, no encontré en ella reproche alguno a mi actitud. Me invitaba a reconsiderar mi alistamiento, arguyendo mi edad; que en Valencia podría colaborar en actividades de la FUE, como lo hacían Juan Verdejo y Javier Peset, o en la JSU donde tenía su actividad Pedrito Gómez y que si la guerra se prolongaba ya tendría oportunidad de participar en ella con más edad. Pienso que la amplia literatura de la Generación del 98, a la que me había inducido a su lectura con interés, fundamentalmente la galdosiana, donde abundan jóvenes repletos de espíritu patriótico, tuvo que tener mucho peso en la levedad de sus términos. Lo bien cierto es que agradecí el espíritu liberal y progresista de mi padre que me afectó en momentos decisivos con sus ecuánimes decisiones, quizás saliéndose, como no, del cerrado diálogo en esa época de los años treinta, entre padre e hijo. Queriendo lo mejor para mí, no se paraba en los peligros que tal o cual decisión me pudiese acarrear. Me tenía confianza y yo siempre se lo agradecí con mi comportamiento. Como muestra la carta recibida que sin decir sí, tampoco decía un no rotundo.
Y ello me lleva, retrocediendo en el tiempo, a tener que citar algo nada corriente. Al terminar mi quinto curso de bachillerato en el mes de mayo de 1935, por tanto con 15 años, me envió a Barcelona para trabajar en la casa más importante de óptica de España, denominada Central de Óptica Francisco Gómez, que estaba situada en lo más céntrico de la ciudad condal: la Ronda de la Universidad. Me buscó alojamiento en la Vía Layetana y mi horario de trabajo, aunque yo iba para aprender por la amistad entre don Francisco y mi padre, era el mismo que el del resto de empleados: de nueve de la mañana a una y de tres a siete de la tarde. Me colocaron en el taller para dominar todo tipo de reparaciones de gafas y montaje de los cristales ópticos sobre las mismas. Aunque el matrimonio en cuya casa residía tenía instrucciones de que no llegase más tarde de las nueve y media de la noche, en los tres meses seguidos que estuve en la ciudad, la conocí de cabo a rabo. Lo bien cierto es que la mayor parte del tiempo libre lo dedicaba, con algunos compañeros de trabajo, al juego del billar. Algunos sábados y domingos por la noche y con la excusa de que quería aprender a bailar la sardana, que se practicaba en muchas plazas, me gustaba acercarme al ambiente verbenero de las distintas barriadas en fiesta. Por encontrarse cerca de mi residencia frecuentaba la plaza Mayor, la calle de san Fernando, plaza del Ayuntamiento, Generalitat de Catalunya, calle de Escudellers y, especialmente, la Rambla de las Flores y, como cuadro pintoresco, el puerto a la altura de la estatua de Colón donde había una feria de atracciones fija, con sus caballitos, barcas, toboganes, tiro al blanco, etc. Otras veces y alejándome algo más y para hacer mi recorrido completo me gustaba cambiar de barriada y olfateaba pateando la calle de Conde de Asalto, que venía a ser la prolongación del Barrio Chino de Barcelona.
Fieles, responsables, trabajadores, deseosos de superación laboral, cultural y social –los sindicatos tenían una fuerza impresionante–, eran las cualidades que pude distinguir en los catalanes. Creo que los conocí desde un principio, pues no me fueron extraños. No podía yo suponer entonces que este análisis quedaría confirmado ampliamente tres años después, cuando en plena guerra civil tuve que recorrer y admirar muchas de sus ciudades y las alturas pirenaicas leridanas. Estos tres meses fueron muy fructíferos en mi formación como montador óptico. Las prácticas eran de biselado de lentes, acople en monturas metálicas, de celuloide y al aire, reparaciones en general y por predominar las monturas en oro, había que especializarse en soldadura. Era época en que aún se utilizaba el monóculo y esto lo realizábamos en cristal –se desconocía el plástico en lentes ópticas– y sobre el bisel plano realizábamos con lima y aguarrás, ranuras transversales que permitían al usuario poder mantener el monóculo en la órbita del ojo. La elaboración en taller de los bifocales era uno de los procesos más laboriosos y difíciles de la profesión y sólo lo realizaban los profesionales más adelantados. Yo quise ser uno de ellos y lo conseguí. Consistía en cementar sobre el cristal adecuado de visión lejana, en su parte inferior, respetando ejes, centros y altura, la lentilla esférica, con su adición para la visión de cerca. Para esta unión se calentaba el cristal de lejos sujeto con pinzas especiales exponiéndolo a la llama de gas o lamparilla de alcohol, se calentaba también la lentilla esférica donde dejábamos caer una gota de bálsamo del Perú asentándola en el sitio adecuado del cristal de lejos, produciéndose entre las dos capas múltiples burbujas que iban desapareciendo dándole a la lentilla un ligero movimiento oscilatorio con la ayuda de un palillo de corcho. El técnico que me dirigía, que a su vez era el jefe del taller, se llamaba José Carrasco y se sorprendía de mi habilidad para captar todo tipo de trabajo. Lo bien cierto es que mi formación iba contra reloj y consciente de ello no perdía el tiempo y creo que conseguí el propósito de mi padre, que el haberme enviado a Barcelona obedecía a su obsesión de que cuando yo fuese oftalmólogo, dominase a la perfección la interpretación óptica de las recetas prescritas. Regresé a Valencia a finales de septiembre muy satisfecho de mi estancia en la ciudad condal, dispuesto a afrontar mi último curso de bachillerato.
1 En este sector de El Pardo estuve hasta finales de febrero, pues reclamado por menor de edad, tuve que regresar al entorno familiar aunque no por mucho tiempo, como más adelante habrá ocasión de relatar. De mi breve estancia en este frente recordé que no hubo acciones de importancia. Al entrar en línea nuestro batallón pasó a las órdenes del comandante Enciso, quien ajustándose a las recientes estructuras orgánicas, con otro batallón y una columna creó la 44 Brigada Mixta que permaneció en este sector, defendiendo la capital durante toda la guerra. Era destacable el compañerismo entre los estudiantes de la FUE, que poco a poco iban menguando la primera compañía mandada por el capitán Vicente Talón, también de la FUE valenciana, pues se iban incorporando a las diversas convocatorias para cursos de Oficiales en las distintas Escuelas Populares de Infantería, Artillería, Ingenieros, Aviación, etc. que por necesidades de la guerra se iban convocando. Quedaban dentro de la compañía obreros y empleados agrícolas de Catarroja, Algemesí y Alzira, hombres sencillos y valerosos, que por su fortaleza física fueron de gran ayuda en nuestras marchas. Aquí, por primera vez, tuve que imitar a mis compañeros despojándome de la ropa para ir eliminando, en lo posible, las molestias de los parásitos que se ubicaban en nuestros cuerpos. Al ser reclamado junto a Ricardo Bastid, 1 1 Este hecho, la reclamación de las familias de Ricardo Bastid y Juan Marín para que regresen a casa, lo cita Mª Fernanda Mancebo en la página 247 de su libro La Universidad de Valencia en guerra. La FUE (1936-39). Efectivamente, los jóvenes soldados de los que habla no son otros que Bastid y Marín. 2 Uno de los restaurantes más acreditados de la ciudad de Valencia, en esa época lugar de encuentro de las gentes de la cultura, situado en la calle de la Paz esquina con la calle de las Comedias. 3 Luis Galán, Después de todo. Recuerdos de un periodista de la Pirenaica, Barcelona, Anthropos, 1988. 4 Golpe de Estado fracasado contra la Segunda República, tras el intento de parte del ejército el 10 de agosto de 1932, con el liderazgo, desde Sevilla, del general Sanjurjo. 5 Catástrofe militar del ejército español en julio de 1921. terminó mi breve estancia en el frente de Madrid.
Este hecho, la reclamación de las familias de Ricardo Bastid y Juan Marín para que regresen a casa, lo cita Mª Fernanda Mancebo en la página 247 de su libro La Universidad de Valencia en guerra. La FUE (1936-39). Efectivamente, los jóvenes soldados de los que habla no son otros que Bastid y Marín.
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