La resistencia en el interior de la ciudad es grande, por lo que la penetración por nuestro sector de los carabineros no va más allá de las primeras calles en la madrugada del 21. En el transcurso del día se va avanzando hacia el interior de la ciudad y, a última hora de la tarde, nos llega la noticia, posteriormente confirmada, de que hay fuerzas que han llegado por dos direcciones a la plaza del Torico, la de los Carabineros de nuestro enclave de la 40 División y por otro lado la de Guardias de Asalto, adscritas a la 34 División, mandada por el comandante Etelvino vega.
El día 22, por el sector norte, la 25 División mandada por el comandante vivancos ocupó el cementerio viejo, que desde un principio se defendió con virulencia, y seguidamente contactaron con los combatientes que ya habían llegado al centro de la ciudad. Este día, nuestro jefe superior del XX Cuerpo de Ejército, teniente coronel Menéndez, es nombrado gobernador militar de la plaza.
El 23 se sofocan centros de resistencia como son: el Banco de España, Casino y Cuartel de la Guardia Civil. Quedan aún los de mayor resistencia, donde se concentraron la mayor parte de las fuerzas que integraban la guarnición de Teruel. Estos focos de resistencia fueron: el Seminario, Comandancia Militar, Convento de San Francisco y algún punto aislado. Este día, junto con mi capitán y comisario, entramos en la ciudad y era desconsolador ver todos los edificios dañados y en algunas calles era tal la cantidad de escombros que para atravesarlas era obligado pasar sobre los mismos, que alcanzaban la altura de los primeros pisos. Al llegar a la plaza de España, donde estaba situado el Banco de España y el Ateneo, su superficie estaba cubierta por enormes cascotes. A la izquierda del Banco había apilados unos quince cadáveres, en su mayor parte guardias civiles.
El puesto central del Cuerpo de Ejército se emplazó en un chalet de las afueras de Teruel, en la parte alta a la altura del viaducto y la 68 División en otro chalet contiguo, separado por una calle estrecha. Esta calle estaba batida por el enemigo y por lo que supusimos había un excelente tirador, que bien pudiera estar en la torre de la iglesia de San Martín. En cuanto alguien cruzaba la calle disparaba y era temible el pasar de un puesto de mando al otro. Llegó a dar blanco y herir a un soldado y al día siguiente a un sargento. Dio la casualidad que yo había pasado la calle hacía dos o tres minutos. El comandante Trigueros decidió situar en este sitio una pieza de artillería con sacos terreros de protección y, con disparos de obús, se consiguió neutralizar al tirador de la torre que quedó destrozada.
Descongestionados los exteriores de Teruel, nuestra División ocupó posicionalmente el sector de la línea férrea minera de Ojos Negros, a la altura de la caseta de peones camineros del kilómetro 5.
El 31 de diciembre fue funesto para las fuerzas nacionalistas y de suerte para las gubernamentales. Fuerzas de nuestra División tuvieron que relevar a las de la 11 División de Líster, en el sector Concud-San Blas, frente en el que desde el principio de las operaciones se habían librado combates muy sangrientos. Tanto la División de Líster como la nuestra habían empezado a actuar el mismo día 15 de diciembre, y por ello no era razonable esta decisión del alto mando. Ello sembró descontento en las fuerzas de las brigadas 218 y 219, que nuestra División tuvo que situar en línea. Al mediodía se perdieron algunas posiciones y esto, unido a que fuerzas de la 40 División de Carabineros, cuya misión era atacar y eliminar dentro de la plaza los focos de resistencia de los rebeldes, viendo desperdigados a soldados que venían huyendo del frente de Concud, sintieron miedo, creyendo que se trataba de una retirada, y ello originó tal pánico que los carabineros se replegaron a la carretera de valencia, abandonando el casco de Teruel. Muchos de ellos, incontrolados, llegaron hasta La puebla de valverde donde fueron retenidos. Como consecuencia de estos incidentes la plaza de Teruel quedó sin fuerzas republicanas para su defensa. A pocos metros de la ciudad había llegado un Tabor de Larache y otro de los Tercios de Navarra y cuando llegaron al río, sobre las siete de la tarde, a esta hora era tal la oscuridad, tan fuerte la ventisca y la temperatura tan baja, sobre los quince grados bajo cero, que deciden, viéndose encima la ciudad en penumbra, retirarse sin saber que con unos pasos más y sin encontrar resistencia hubiesen contactado con los focos de resistencia que se defendían en el interior de Teruel.
Del 1 al 5 de enero se recuperó el terreno perdido con la colaboración de la II Brigada Internacional de Walter, que eran fuerzas de refresco. Mi División pasó como unidad de reserva al sector Corbalán-Tortajada. En este momento mi capitán es ascendido a comandante, por su eficiente actuación en la ofensiva, al frente de la red de Transmisiones de la División. Me sentí muy ufano de este ascenso ya que en suma yo era su ayudante. El día 7 se rinde el Gobierno Militar y el 8 el Seminario, que era el último reducto de la defensa de Teruel.
El comandante Ródenas y yo teníamos mucho interés por conocer el emplazamiento de la emisora que había funcionado en el interior del Seminario y que hacía unos días que había dejado de funcionar. Nosotros habíamos colaborado con la artillería para darles la probable situación de la emisora por medio de tres aparatos para la localización de sonidos, que nos daban su emplazamiento en uno de los ángulos de los sótanos del Seminario. Por ello, y junto al comisario Herranz, fuimos de los primeros combatientes republicanos que penetramos en el edificio. El relato que sigue a continuación constituye el episodio que más me impresionó en el transcurso de la guerra. Sin duda ese día, lo de humano que uno lleva consigo se rebeló contra el enfrentamiento entre hermanos.
En la explanada exterior, antes de llegar al edificio había unas largas zanjas que seguramente en la lucha hicieron función de trincheras y estaban repletas de cadáveres. Ya en el Seminario destrozado, quedaban a partir del primer piso unos murallones que se mantenían en pie por puro capricho arquitectónico. Los escombros de todo tipo de materiales dificultaban el andar. Se nos apareció una escalera de piedra que accedía al primer piso. Al subir esta escalera, sentados y tumbados en los escalones de la misma, se confundían muertos y heridos. Bajo los efectos de la visión que estaba contemplando, inesperadamente, un herido que estaba en el suelo me cogió con ambos brazos una de mis piernas, solicitándome agua y auxilio. Por lo que le quedaba de uniforme deduje se trataba de un guardia civil y tenía una pierna totalmente destrozada. No le mentí al decirle que sería socorrido de inmediato, ya que detrás, y a simple vista, se veía que llegaban soldados de Sanidad Militar. Aunque el frío palía los malos olores, percibimos un hedor insoportable que se iba acentuando a medida que nos acercábamos a un corredor, al que abocaban múltiples habitaciones muy deterioradas. En una de ellas y desde el pasillo-corredor vimos reunidos a jefes y oficiales de ambos bandos. Alcanzamos una amplia escalera que por su altura dedujimos que descendería al sótano. En efecto, se trataba de un salón inmenso con columnas adosadas a los muros y otras por el centro de la sala. Circundando todo este inmenso local, cada una de las columnas centrales, constituían bancos de piedra. Todos estaban totalmente ocupados por niños, mujeres y ancianos apretujados. El silencio, inverosímil por la presencia de muchos niños, era sepulcral. La palidez de sus caras impresionaba y en algunas personas los ojos estaban cerrados, gesto tan alarmante que llegamos a la conclusión de que estaban muertas. Y así era. Inmediatamente salimos para comunicar la urgencia de asistencia a estas personas y para que la Cruz Roja les atendiese adecuadamente. Tras esta impresionante imagen, poco nos importó dónde estaba situada la emisora que había originado nuestra visita.
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