Después de tomar totalmente Teruel, mi 68 División pasa a situación de reserva durante unos días y posteriormente actúa aisladamente en algunas operaciones de la batalla de Alfambra. A finales de marzo nuestra compañía pasa agregada al XX Cuerpo de Ejército, mandada ahora por el teniente coronel Francisco Galán, ya que la 68 División deja de pertenecer al Ejército de Maniobras, desplazándose al frente de Extremadura.
Me dan un permiso de varios días y poco puedo disfrutar de la familia, ya que debido a los continuos bombardeos aéreos y por mar, mi padre toma la decisión de desplazarse a picassent, regresando a valencia todos los días a pasar consulta con mi hermano Tomás. Coincidió mi estancia con el bombardeo que afectó a una peluquería de la calle de la paz y al Hotel Inglés. Antes del bombardeo me introduje en el refugio de la plaza del patriarca. Al salir, era tal la polvareda que creí que las bombas nos habían caído encima. Con dificultad me dirigí hacia donde gritaban los transeúntes y llegué a la altura del Hotel inglés, donde en la misma puerta había hecho blanco una bomba originando varios heridos. Casualmente se estaba procediendo al entierro de una persona que había fallecido en el hotel y el féretro estaba en el suelo. Con un guardia de asalto pude socorrer a una mujer herida en una pierna que entre los dos llevamos hasta la plaza denominada popularmente de los patos, 4desde donde en un coche la llevaron al Hospital provincial. Al día siguiente fui a verla y era la esposa del cónsul de un país sudamericano que no recuerdo. Afortunadamente la herida no era grave.
EL FRENTE DE CATALUÑA, ABRIL DE 1938
Sobre el 10 de abril de 1938 los Estados Mayores del teniente coronel Trigueros, que había ascendido como todos los jefes de unidad al grado inmediato superior, y del teniente coronel Galán, somos destinados a Cataluña, concretamente a Solsona, donde se reorganizaron el X y XI Cuerpos de Ejército; el X mandado por Trigueros y el XI por Galán. En esta plaza y estando en periodo de organización, tuve la alegría de encontrar a Sebastián Collar, condiscípulo de estudios en el Instituto Luis vives de valencia. Era sargento de Sanidad Militar y al preguntarle si precisaba algo del Estado Mayor me dijo que estaba muy bien en su destino, al extremo de que estaba propuesto para el ascenso a teniente, lo que ocurrió pocos días después. Automáticamente pasé a ocupar el mismo cargo de ayudante de jefe de Transmisiones pero, en este caso, de Cuerpo de Ejército. Poco tiempo después el puesto de mando del X Cuerpo de Ejército se establece en La Seu d’Urgell.
Como queda dicho, el jefe del X Cuerpo de Ejército era el teniente coronel Trigueros. De él dependían la 24 División, al mando del teniente coronel vivancos –brigadas 19, 133 y 134–; la 34 División, al mando del teniente coronel Sánchez Balibrea –brigadas 68, 94, 218– y la 31 División, al mando del teniente coronel Trueba –brigadas 62, 104 y 134–.
Teniendo que establecer algunas líneas telefónicas permanentes, que quedarían después de la guerra al servicio de los pueblos del entorno, me desplazan al frente de una sección especializada a la zona de la presa de Tremp y, a la altura de Bóixols (Lleida), en una caseta de peones camineros donde estaba emplazado el Estado Mayor avanzado de la brigada, me encontré a Rafael Talón, a quien desde que salí del frente de Madrid no había visto. Rafael hizo el cursillo en la Escuela popular de Guerra, de paterna, y salió con el empleo de teniente de infantería. Agregado al Estado Mayor de esta Brigada, tenía la responsabilidad del Servicio de información Especial periférico (SIEP), cargo que siempre desempeñaban los oficiales de plena confianza del mando. Charlamos de los compañeros de la FUE de Madrid, su dispersión por los distintos frentes, ya que como era previsible habrían acudido a las distintas Escuelas Militares y Comisariado.
Al terminar esta misión y como continuación de la misma, mi comandante me agregó a Transmisiones de la 24 División, mandada por el teniente coronel vivancos, cuya compañía mandaba accidentalmente el teniente Esteban. Mi misión era la misma que hice en el Sector de Tremp y tanto Esteban como yo estábamos contentos de poder pasar unos días juntos. El puesto central de la División estaba en Castell, sin embargo, por una especial característica de las unidades libertarias disponían de un puesto de mando atrasado en La Seu d’Urgell, donde estaba emplazado el Cuerpo de Ejército. Yo me había presentado con mi documentación junto con el teniente Esteban al puesto de Castell pero, al no estar presente el jefe de la División, Esteban me dijo que ya tendría oportunidad de presentarme. Esta presentación era protocolaria, pues siendo el grupo de Transmisiones un servicio independiente y de autonomía propia, el documento de más validez que yo tenía era el extendido por Ródenas, mi jefe inmediato, un oficio de destino adecuado, aunque tenía otro oficio firmado por el teniente coronel Jover, que había sustituido en la Jefatura del Cuerpo de Ejército al teniente coronel Trigueros.
El teniente Esteban tenía su puesto de mando en una pequeña aldea próxima a Castell y al llegar yo con mis hombres establecí allí mi centro de coordinación. El mismo día de mi llegada y de madrugada pararon frente a nuestro puesto de mando un coche y dos motocicletas, que por el silencio de la noche nos sobresaltaron a todos, más aún cuando, para hacer más espectacular su llegada y a la par que frenaban los vehículos, cargaron sus armas de fuego tratando de intimidar al soldado que estaba en la puerta haciendo su servicio de guardia, y que valientemente se apresuró a cerrar la puerta. Esto dio lugar a que nuestros hombres cogiesen sus armas y el teniente Esteban, al frente de todos nosotros, a voces, solicitó su identificación. Un oficial dijo que venía del puesto de mando de la División y venía a detenerme por orden del teniente coronel vivancos. Mi compañero Esteban, que era de ideología anarquista, encontraba muy alarmante y extraña esta manera de actuar, y como conocía al oficial que se había presentado le dijo que le censuraba abiertamente la hora y procedimiento utilizado, por lo que bajo su responsabilidad me acompañaría al puesto de mando de la División, ya que mi situación en su compañía era legal, de acuerdo con los documentos de que yo disponía.
Al llegar a la División todos estaban durmiendo y al despertar a algunos oficiales nadie sabía nada de la actuación de estos hombres y, con el ajetreo que se armó, de improviso salió un capitán a medio vestir que llevaba el símbolo de graduado en Estado Mayor. En efecto, era el jefe de Estado Mayor de la División. Cuando él apareció me llamó la atención que el comandante jefe de operaciones y un capitán que le estaban replicando a Esteban con altivez y vehemencia –factores que no amilanaban la posición y criterio de mi compañero–, ipso facto al ver al jefe del Estado Mayor dejaron de hablar en seco. El capitán dirigiéndose al teniente Esteban preguntó qué es lo que estaba ocurriendo y al ponerle al corriente solicitó se presentase inmediatamente el oficial que tenía orden de detenerme. Al presentarse este oficial le preguntó quién había firmado la orden y le replicó que se la había dado por teléfono el propio teniente coronel vivancos, desde la Seu d’Urgell. Este capitán seguidamente me dijo que como faltaban pocas horas para amanecer, fuese a descansar a la centralita telefónica y que por la mañana y en su coche, él mismo me acompañaría a la presencia del jefe de la unidad.
Al día siguiente en el trayecto hasta La Seu d’Urgell este capitán me dijo que procedía de la escala profesional y su relación tanto con el jefe de la unidad, como con el comisario y otros jefes le resultaba difícil y no podía admitir acciones como la que me afectaba. También me manifestó que suponía que la decisión de vivancos obedecería a cualquier tontería o malentendido, pues mi documentación no podía ser más correcta. Al llegar al chalet donde estaba el puesto central particular de vivancos, de mala forma me despojaron de mi pistola reglamentaria y más o menos a las dos horas de estar esperando me recibió en su despacho muy ufano y todopoderoso. Empezó insultándome llamándome oficialillo de academia y que cuando precisaba de algún oficial era él mismo el que lo elegía. Rompió ante mí los oficios y me condujeron a la prisión civil de La Seu d’Urgell.
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