El contenido de esta entrevista, que me afectó sensiblemente, lo citaré más adelante cuando haga una amplia referencia de la semblanza, bajo mi criterio, del presidente de la República D. Manuel Azaña.
Me entregó una pistola Astra del nueve largo, y seguidamente regresé a la estación, saliendo el tren enseguida con dirección a Barcelona pero, al llegar a Sagunto, el tren tomó la dirección de Teruel con una marcha lenta. Muy anochecido llegamos a la Estación de Mora de Rubielos y al bajar del tren nos espabilamos de lo lindo ya que el frío era irresistible. Nos dieron una ración de rancho en frío y sin descansar nos subieron a los rudos camiones rusos, cuyos motores resistían muy bien las bajas temperaturas.
EL FRENTE DE TERUEL, DICIEMBRE DE 1937
Las fuerzas de nuestra División se componían de tres brigadas, la 218, 219 y 220, que se fueron distribuyendo en el triángulo Manzanera-Alben-tosa-Sarrión. Los componentes del Estado Mayor de la División dormimos en Sarrión, donde se estableció el XX Cuerpo de Ejército y de buena mañana el jefe del Cuerpo de Ejército citó a todos los jefes de servicio y yo, como ayudante de Ródenas, acudí con él. Cuando llegó nuestro turno nos puso en conocimiento de la orden secreta para la toma de Teruel, dominada desde el principio de la guerra por las fuerzas rebeldes. Esta orden se circunscribía al sector correspondiente a nuestra División. El puesto de mando se iba a establecer en Aldehuela a donde teníamos que salir inmediatamente para establecer allí el centro de comunicaciones telefónicas y desde allí diversificar la red de transmisiones a los puestos de mando de nuestras tres brigadas y las de enlace con las dos divisiones colaterales. No podíamos perder tiempo, había que cubrir lo antes posible las fases de nuestra misión, ya que la ofensiva se iba a iniciar al amanecer del 15 de diciembre y uno de los factores fundamentales era la sorpresa.
Desde Aldehuela fuimos dando líneas con mucha dificultad, pues independiente del terreno muy montañoso se unía el barro producido por las recientes nevadas, que hacía fatigoso el traslado del material, centralitas, bobinas, cables, etc. Una de las misiones más urgentes era establecer un observatorio, que al propio tiempo sirviese de puesto central avanzado de la División. Nos encargamos un oficial del Estado Mayor y yo y elegimos una prominencia desde la que se divisaba un descampado muy amplio frente a nosotros y con poca visibilidad, por la niebla reinante, se distinguía la Ermita de Castralvo, que se encontraba en terreno enemigo y era uno de los puntos estratégicos a tomar al inicio de la operación.
La primera misión de la unidad consistió en relevar las pocas fuerzas que defendían nuestro sector, avanzar entre Galiana y villaspesa, tomar la Ermita y así llegar a las puertas de Teruel, a la altura de la carretera de valencia. El día 13 de diciembre cayó una fuerte nevada con gran ventisca, que aún intensificó más la dificultad del traslado de los soldados. Este temporal con bajas temperaturas del orden de 12 a 16 grados bajo cero, y durmiendo a la intemperie, empezó a originar bajas por la congelación de extremidades. Esta tan intensa nevada hizo pensar en la imposibilidad de iniciar la ofensiva en la madrugada del 15 y aún se agudizó este temor cuando el día 14 aún se intensificó el temporal. No obstante, en la noche del 14 se dio luz verde para actuar al amanecer, fuese cual fuese el estado del tiempo.
El 15 de diciembre de 1937, lo recuerdo perfectamente, sobre las primeras horas de este día y dirigiéndome desde Aldehuela al observatorio mi llegada coincidió con la actuación de la artillería de nuestro sector, lanzando un fuego artillero muy intenso sobre las líneas enemigas. En múltiples ocasiones las explosiones iluminaban por secuencias todo el frente. Estaba previsto que la infantería iniciase el ataque en todos los sectores que circundaban Teruel. Se le dio tanta importancia a esta ofensiva que en Barracas (Castellón), existía un puesto de mando superior, donde permanentemente se encontraban el ministro de Defensa, Indalecio prieto, y el jefe del Estado Mayor Central, general Rojo.
Al llegar al observatorio, el comandante Trigueros hablaba por teléfono con nuestras baterías, rectificando el ángulo de tiro, pues los obuses caían fuera de la zona de La Ermita, que era uno de los objetivos a tomar en nuestra zona y desde allí sus defensores dominaban una amplia vaguada por donde tenían que pasar parte de nuestras fuerzas. Transcurrieron las horas y sus defensores resistían con tesón. Se recibe al amanecer la noticia de que fuerzas de la 11 División, mandadas por el comandante Líster, han enlazado con efectivos de la 64 División, mandada por el comandante Cartón, quedando cortada la comunicación de Teruel con Zaragoza, por tanto la plaza queda cercada. Esta noticia nos da ánimos, pues por nuestro sector poco se avanza y La Ermita resistiendo aún. Por la tarde empezó nuevamente a nevar y dificultó bastante el avance por el resto de sectores. El 16, y aún nevando con intensidad, se va progresando lentamente en nuestro frente y la mayor dificultad se encuentra en La Ermita que se defiende denodadamente y empezamos a tener las primeras bajas. Este día por la noche recibimos la orden para el día siguiente de conseguir envolver la Muela de villastar. El 17 aún permanecemos frente a La Ermita, que sigue resistiendo con mucha valentía, sin embargo, en el transcurso del día se consigue tomar villastar y quedan cercadas villaspesa y Castralvo. Como nuestras fuerzas han llegado a la Masía del Cerrito, ya muy cerca de Teruel, damos por cierto que al día siguiente seremos los primeros en llegar a las puertas de la capital turolense.
El 18 de diciembre conseguimos llegar por la tarde a la Granja, kilómetro 135 del ferrocarril, y recibimos la extraordinaria noticia de que las fuerzas republicanas que tenemos colindante, por la derecha a nuestra División, han tomado la Muela de Teruel, uno de los objetivos claves, por su situación estratégica, dominando desde su altura todas las prominencias próximas a la capital. También por la tarde el reducto de La Ermita se rinde. Sólo han quedado cuatro guardias civiles, varios paisanos y tres falangistas, uno de ellos de unos 18 años. Los conducen al puesto central de nuestra División para ser interrogados por un oficial del servicio de información, antes de ser conducidos al XX Cuerpo de Ejército.
Aunque ya había tenido oportunidad de asistir a los interrogatorios de los prisioneros hechos durante estos días y especialmente cuando se trataba de oficiales, para conseguir sacarles información sobre armamento, moral de los combatientes, situación de los puntos neurálgicos de puestos de mando, artillería y cualquier dato de interés, personalmente tenía mucho interés en conocer a estos combatientes que nos habían tenido a raya a todo un batallón y una batería de artillería desde el primer día. También me llamaba la atención el joven que iba vestido de falangista, imberbe, como me ocurría a mí y que contrastaba con el resto de sus compañeros, todos con barba cerrada de varios días. Ninguno de ellos se mostró muy locuaz en sus manifestaciones, argumentando que se habían limitado a cumplir las órdenes superiores, de defender su posición, y que lo habían realizado hasta el último momento del asalto por nuestras fuerzas. Me causaron una fuerte impresión de entereza y valentía, cuando ellos desconocían cuál sería su suerte. Yo sabía que serían trasladados al puesto central del Cuerpo de Ejército y desde allí a valencia.
El día 19 seguimos el avance con mucha dificultad y, el supuesto de que en esta jornada llegaríamos hasta la carretera Teruel-valencia, a la misma altura de los primeros edificios de la ciudad, no se consiguió hasta el día siguiente por la noche, aunque muy bien pudo ser sobre las siete de la tarde, ya que por el temporal oscurecía muy pronto. Al llegar a nuestro objetivo y teniendo a mano las calles ascendentes que daban acceso a la capital, recibimos la orden de no avanzar, pues lo iban a realizar fuerzas pertenecientes a la 40 División, que dependía, como nosotros, del XX Cuerpo de Ejército. Esta División estaba mandada por el comandante Nieto y sus fuerzas pertenecían al Cuerpo de Carabineros. Desde el inicio de la ofensiva se había mantenido en situación de reserva, y su misión era penetrar en la ciudad, junto a otras unidades militares y de Guardias de Asalto. Las fuerzas de nuestra División quedaron por tanto en el exterior de la ciudad por este frente. Algunos paisanos, mujeres y niños amparados por la oscuridad, y al ver la llegada de nuestros soldados, van saliendo a la carretera general de valencia y en camiones son evacuados a La puebla de valverde, donde se les facilitará comida y cuidados, hasta ser remitidos a valencia. Por sus declaraciones y aspecto se nota que han sufrido enormemente, ya que el mando de la plaza hacía ya varios días que había ordenado a la población la obligatoriedad de concentrarse en los edificios por ellos elegidos para defenderse, como el Seminario, Convento Santa Clara, Gobierno Militar…, pero muchos vecinos prefirieron esconderse en sus casas y, en estas condiciones, sin poder dar señales de vida, su verdadero problema era el alimentarse.
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