AAVV - Las rutas de la seda en la historia de España y Portugal

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Las rutas de la seda en la historia de España y Portugal: краткое содержание, описание и аннотация

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Las vías de comunicación que se establecieron desde la antigüedad entre los continentes de Europa y Asia, conocidas como las «Rutas de la Seda», facilitaron la difusión de esta actividad manufacturera en la península Ibérica a partir de su conquista por el Islam en el siglo VIII. Sin embargo, fueron los comerciantes italianos que revitalizaron aquellas rutas a finales del siglo XIII los que más contribuyeron a su estímulo y renovación. Como España y Portugal protagonizaron posteriormente los descubrimientos geográficos y establecieron la comunicación directa por vía marítima con Asia y con América, lograron otorgar una dimensión mundial a las rutas vinculadas con el comercio de la seda. En el presente volumen se ofrece un panorama general de la importancia adquirida por la seda en la historia de España y Portugal a partir de 14 estudios realizados por los principales especialistas en la materia existentes en las universidades de ambos países.

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Muchas de estas empresas se dedicaban a la elaboración de terciopelo, efectivamente, un producto absolutamente novedoso en la tradición textil granadina. Solo de manera excepcional es detectada en Granada con anterioridad la presencia de terciopelos, posiblemente de origen ligur, 60 que formaría parte del grupo de tejidos europeos de importación que los mercaderes extranjeros usaron en sus intercambios, permutas y negocios con los comerciantes granadinos.

Solo ahora, tras la conquista cristiana y coincidiendo con el relanzamiento de la industria de tejido de seda y con la implicación por primera vez de manera clara de capital mercantil en los procesos productivos, empezamos a encontrar los primeros testimonios granadinos de producción de terciopelo. Este nuevo sector entra, además, con fuerza, confirmando, efectivamente, lo reseñado por Ramón Carande en su momento y adelantando su aparición algunos años. 61 Entre 1510 y 1515 nos encontramos reseñados hasta 31 tejedores de terciopelo (anexo 1). Son maestros de orígenes para nosotros desconocidos, salvo dos casos claramente indicados como nuevamente convertidos (ambos con el nombre de Gonzalo Fernández, antes Hamet el Merini, uno, también citado como tejedor de seda, y otro Almoxacarí), un valenciano (Miguel Esteban, residente en Granada), un toledano (Lope de Santiago) y un último procedente de Écija (Fernán Suarez). En los demás casos no se indica su procedencia. Parecen agruparse mayoritariamente en la zona de San Matías y Santa María la Mayor y sus actividades se desarrollarían en un ámbito que no superaba el marco doméstico, algo ya señalado en su momento por López de Coca para Málaga a partir de la revisión del Libro de Repartimientos de Málaga, recordando la existencia de varias viviendas de telares de seda. 62 Nosotros podemos confirmarlo también en Granada. En 1511, Gonzalo de Illescas, vecino de San Pedro y San Pablo, arrendaba a Juan de Morales, tejedor de terciopelo, vecino de dicha colación, unas casas por dos años, con la condición de que reparara la cocina y no pusiera telares en la parte alta de la casa, solo en el bajo, y pagara los desperfectos que se originasen por su instalación. 63 El crecimiento de la industria se hace patente también mediante esta reglamentación, que ya en 1515 limitaba la propiedad de telares de terciopelo a un total de seis, cuatro como máximo en la vivienda del maestro sedero. 64 En todo caso nos mantendríamos aún ante una estructura de producción limitada con relación a lo que veremos desarrollarse poco después. Eso, sin embargo, no quiere decir que no empezaran ya a mostrarse signos de una cierta organización coordinada de los trabajos bajo una misma dirección, la del tejedor, que podría disponer de colaboradores. Aparte de los diversos contratos de aprendizaje que nos trasladan las actas notariales y que contemplan la elaboración de tejidos (anexo 2), se nos muestran servicios como el prestado por Pedro Lamar, sedero, a Rui Gomez, del mismo oficio, en 1510, por el que recibiría 1760 maravedís; 65 o Juan de Berrio (antes Mahamed), que entraría al servicio de Juan de Villanueva, hilador de seda, para mover el torno o lo que se le mandase durante seis meses a partir de septiembre de 1510. 66 Llegaban a contratar el servicio de otros tejedores, como ocurre en 1515 con Juan Seco, tejedor de terciopelo que pagaría los servicios de otro colega, Fernán Suarez, tejedor de terciopelo vecino de Granada, pero que antes lo fue de Écija, para trabajar con él durante un año. 67 En este sentido el testimonio más destacable sin duda es el que nos ofrece la firma de la sociedad establecida entre Francisco Maldonado Aladri, toquero, y Juan de Valencia Jaime, hilador de seda, con el que concierta suministrarle dos tornos de hilar seda, un menador, un rodetero y toda la seda que fuere menester, de la que sabemos que al menos recibiría 45 onzas de seda joyante de tela devanada ese mismo día, 68 para que los seis meses siguientes el de Valencia hilara cada onza de seda al precio de medio real. El pago a los dos empleados, menador y rodetero, sería de 1 real diario. 69

Estos artesanos trabajarían en estrecha colaboración con proveedores de seda, 70 con quienes en ocasiones establecían acuerdos e incluso sociedades específicas para la producción de tejidos. Así ocurría en enero de 1508, cuando Alonso de Salas, escribano de Granada, y Pedro de Valencia, tejedor de terciopelo, establecían una compañía para la realización de 1 pieza de terciopelo de 40 varas en dos meses y medio. Detraído de su venta el caudal inicial aportado por Salas, los beneficios se repartirán a mitad. 71

Igual sucedía en marzo de 1510, cuando Alonso de Villegas, mercader estante en Granada, y Ginés Silvestre, tejedor de terciopelo, que acordarían la entrega por adelantado de 2 telas de seda, de unas 80 varas, para tejer terciopelo doble, y un telar donde realizar dicho trabajo, que pagaría a razón de 119 maravedís por vara. Se estipularon concienzudamente los plazos de entrega, de manera que a las 10 varas ya tejidas en el momento de la firma del acuerdo se sumarían 6 más en los 5 días siguientes, y el resto a razón de 6 varas cada fin de semana. 72 El tejedor ponía como garantía de su compromiso el telar, algo común en otros casos. Un caso que parece destacar por el montante de ventas de seda que alcanza es el de Alonso de Toledo, definido como mercader estante en Granada y que se muestra como importante proveedor de materia prima a terciopeleros de la ciudad. Solo en el año de 1512 vendería seda por un total de 119.716 maravedís y 9 ducados a los mercaderes Alonso de Torres (14.520 maravedís), 73 Juan Pérez (40.175), 74 Diego Catalán (28.735), 75 Pedro de Valencia 76 y al terciopelero Juan Peralta (36.286). Y aunque aparecen como mercaderes de seda, tal y como acabo de comentar, no podemos excluir que en realidad fueran también tejedores de terciopelo, que es lo que ocurre con uno de ellos, Pedro de Valencia, que confiesa su oficio de tejedor de terciopelo en otra ocasión. 77

¿Hay interés de los genoveses por controlar la producción sedera? Desde luego que sí. También ellos surtirían en más de una ocasión a los artesanos de terciopelo la seda adecuada para la elaboración de este tejido. Observamos a estos mercaderes genoveses adquiriendo seda en cantidades importantes en centros productivos tan destacados como Guadix, donde Felipe Cicala, por ejemplo, entre 1497 y 1500 llegaría a adquirir directamente de los productores, ya sin intermediarios locales, seda de la mejor calidad, aquella seda joyante que ya se pedía un siglo antes en la Granada nazarí por parte de los mercaderes que abastecían la industria internacional (anexo 4).

Desgraciadamente no conocemos el destino de estas adquisiciones, que pudieran bien ser destinadas para la exportación, tal y como se había hecho hasta entonces, y se continuaba haciendo según testimonio de Squarzafico. Pero también sabemos que en algunos casos los genoveses se convierten en parte de sociedades productivas ya en la propia Granada establecidas con terciopeleros, aportando generalmente la seda con la que trabajarían, tal y como muestra, por ejemplo, el caso de Gregorio Cattaneo, que establecería en 1510 un contrato de colaboración con Diego Alcaraz, que se define como mercader pero que declara tener en su casa dos tornos de hilar seda, desde donde el genovés proveyó de seda por valor de 12.000 maravedís que este debería hilar. 78 Este Gregorio Cattaneo, uno de los genoveses estantes en la capital durante estos primeros años, nos ofrece la última información de valor con la que pretendemos cerrar este trabajo. Es a él a quien vemos participar activamente como socio de negocios productivos, bien aportando seda para su hilado, o bien proveyendo tornos para el hilado y telares para el tejido de terciopelo, producto que parece centrar su atención (anexo 3). Acudía ya al famoso sistema de adelantos utilizado por los genoveses en sus actuaciones en Granada en época moderna, 79 que consistiría en préstamos a la producción y al trabajo, aportando la materia prima, la seda que se habría de tejer, o, como en los negocios que emprende en 1510, la maquinaria necesaria, telares o tornos, cuyo valor se le restituiría en dinero o en el producto terminado, que obtendría, así, en mejores condiciones.

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