En fin, conviene recordar estas palabras de Émile Poulat cuando dice lo siguiente:
Todas las previsiones sobre la situación religiosa en torno al año 2000 emitidas alrededor de los años 1980 por publicaciones prestigiosas o por organismos oficiales, no se han cumplido. Procedían de proyecciones de tendencias observadas, olvidando que la historia está hecha de surgimientos inesperados. Nadie sospechó el fin del mundo comunista, el restablecimiento de la Iglesia ortodoxa en el Este, el mantenimiento global en proporción estadística de la Iglesia católica, la potente subida de un Islam dividido contra sí mismo, la expansión en América Latina y en otras partes de las corrientes evangélicas. [6]
En realidad las cosas son complejas. Un reciente trabajo sobre la presencia del cristianismo en el mundo y su evolución en los últimos cien años nos muestra, en efecto, una realidad que reflejamos en la tabla 1.
TABLA 1. EVOLUCIÓN EN % DE LA DISTRIBUCIÓN MUNDIAL DE LOS CRISTIANOS EN LOS ÚLTIMOS CIEN AÑOS.
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1910 |
2010 |
1910-2010 |
Europa |
666,3 |
225,9 |
-60,9 % |
América del Norte, Centro y Sur |
227,1 |
336,8 |
+35,8 % |
Oriente Medio - Norte de África |
00,7 |
00,6 |
-14 % |
Asia - Pacífico |
44,5 |
113,1 |
+191,2 % |
África Subsahariana |
11,4 |
223,6 |
+1.587 % |
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100 % |
100 % |
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Fuente: Global Christianity. A Report on the Size and Distribution of the World’s Christian Population. Pew Research Center. Diciembre de 2011. Elaboración propia.
Una cosa es decir que, al final de la primera década del siglo XXI, los cristianos conforman un tercio de la humanidad, la misma proporción, por número de habitantes, que hace cien años (en plena crisis del modernismo de la que no hemos salido, sostengo), y otra bien distinta es reconocer que la distribución de cristianos en el mundo se ha modificado sustancialmente. En efecto, si el año 1910 el 66% de los cristianos en el mundo se concentraba en Europa, cien años después esta proporción desciende 40 puntos porcentuales para situarse en el 26%. La cristiandad, estadísticamente hablando, ha transitado de Europa a las Américas (del norte, centro y sur), así como al Pacífico asiático y, de forma particular, al África subsahariana. No podemos entrar aquí en las causas de semejante transformación, que son muchas y de signo variado. Limitémonos a señalar dos. De entrada, la distinta evolución demográfica de Europa con una natalidad que no asegura su mera supervivencia, mientras en prácticamente el resto del mundo encontramos también un descenso, pero esta vez de la mortalidad infantil en un proceso de florecientes tasas de natalidad. En segundo lugar, no podemos olvidar una cultura, la europea, que ha sido incapaz hasta de aceptar sus históricas raíces cristianas a la hora de redactar en 2004 la fallida Constitución de la Unión Europea, que, finalmente, al no ser ratificada por Francia, Holanda y otros países (no por cuestiones religiosas, sino por temor a perder su identidad y soberanía nacional) no entró en vigor.
Esta última decisión se explica también si atendemos a la Encuesta Europea de Valores 2008-2009 realizada en 45 países europeos. Preguntados los ciudadanos de más de 18 años de dichos estados por las cualidades que los padres deben desarrollar en sus hijos dentro del ámbito familiar, la fe religiosa se sitúa en el anteúltimo lugar. Solamente la abnegación recibe menos menciones entre las once propuestas de la lista. Así, por ejemplo, la transmisión de la fe religiosa en los hogares es importante para el 8% de los franceses, el 9% de los alemanes, el 6% de los suecos, el 12% de los españoles, aunque sube al 36% para los italianos y al 41% para los irlandeses. Estos datos son extremadamente reveladores del peso que tiene la fe religiosa, y más concretamente su transmisión a los menores, dentro de la sociedad europea actual. Estos son los mimbres con los que tendrá que trabajar cualquier centro educativo, máxime si es de orientación religiosa.
Pero aún se puede precisar y concretar más el contexto sociológico en el que se mueve la escuela, comenzando por la segmentación mundial de los cristianos según diferentes confesiones religiosas. En números redondos y, según la misma fuente arriba apuntada, de los dos mil millones de cristianos en el mundo en el año 2010, poco más de la mitad, el 50,1% son católicos, esto es, algo más de mil millones de personas en el mundo son católicas. El 36,7% son protestantes en sus diferentes denominaciones, algo más de 730 millones de personas. El 11,9 % son ortodoxos, algo menos de 200 millones y, el resto, el 1,3 %, unos 26 millones, cristianos de otras confesiones religiosas.
En Europa, el año 2010 había 262 millones de católicos, 101 millones de protestantes y 200 millones de ortodoxos. En España, había 35 millones de católicos (más del 70%, lo que coincide con los datos suministrados por los últimos barómetros del CIS), 460.000 protestantes y 900.000 ortodoxos, en gran parte rumanos. Añadamos que, según el Observatorio Andalusí, [7]en base a datos de diciembre de 2010, la cifra de conciudadanos musulmanes en España representa aproximadamente el 3% de la población total. En valores absolutos un millón y medio de personas.
2. EL POST-ATEÍSMO EN EL ESTE DE EUROPA: UN APUNTE [8]
A tenor de la opinión de Constantin Sigov:
En Europa estos últimos años se oye hablar cada vez más de un nuevo pensamiento post-secular. Pero tan importante es comprender el papel que tiene la experiencia post-atea en ese pensamiento. Es posible que el nuevo vector de la discusión sobre el cristianismo post-constantiniano sea la toma en conciencia de un gran hecho histórico que, por ahora, parece seguir en silencio: el ateísmo después de Stalin. […] Se trata de un fenómeno histórico-político del imperio ateo, [imperio] que ha tenido un comienzo y un final. [9]
Las reflexiones de Sigov obligan a los occidentales europeos a ensanchar su horizonte geográfico al referirse a lo que significa Europa, máxime en estos tiempos en los que gran parte de Europa Oriental ya forma parte de la Unión Europea. Obliga a tener en cuenta que Europa es bastante más que su parte occidental. Y, así, mientras lo que en el Occidente europeo parece ser dominante, a saber, el fenómeno de la secularización –aunque muchos pensamos que estamos ya aquí también en un periodo post, el período post-secular con potente emergencia de nuevas sacralidades–, en la parte oriental de Europa, en Rusia y en gran parte de las antiguas repúblicas soviéticas asistimos, por el contrario, al fenómeno opuesto: el post-ateísmo, con un retorno emergente del sentimiento y de las manifestaciones de la religiosidad ortodoxa.
En realidad, a decir de estudiosos del tema, esa religiosidad no se extinguió y durante los largos años del ateísmo militante parece haberse mantenido. Por ejemplo, el profesor Ioan-Marius Bucur se expresa en estos términos: «Yo considero –lo que ha sido confirmado por estudios de historia oral– que en los países comunistas una religión invisible (Th. Luckmann) ha existido bajo diferentes formas, aunque este fenómeno no haya tenido la misma envergadura en todo el espacio europeo controlado por los comunistas». [10]
Esta mirada al este europeo, además de extender la visión de Europa hacia otros parámetros que, insistimos en ello, ha de tener incidencia en el mundo europeo occidental por mor de la globalidad que proporciona Internet y la movilidad de personas a nivel transnacional, nos permite atisbar que la concepción del tiempo sagrado (siguiendo las importantes reflexiones de Halmut Rosa) [11]adquieren un nuevo relieve.
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