Ismael Saz Campos - Fascismo y franquismo

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En los ensayos recogidos en este volumen se acomete una visión general de la evolución de los estudios sobre el fascismo internacional, así como de la evolución del fascismo español desde sus inicios hasta su incorporación en la dictadura franquista. También se aborda el viejo debate sobre la naturaleza de esta última como referencia para un estudio del régimen de Franco desde distintas perspectivas que van desde su misma configuración, en el ámbito de lo que podría denominarse la alta política, hasta el de la vida cotidiana. Finalmente, al situar el franquismo en el marco más amplio de la historia contemporánea de España y subrayar su carácter esencialmente nacionalista, el volumen intenta salir al paso de recientes manipulaciones, reivindica el papel del historiador y contextualiza el imperativo de memoria de la sociedad española sobre ese oscuro periodo.

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Lo segundo, la salida de Ramiro Ledesma, confirmó definitivamente el liderazgo de José Antonio. No fue un proceso fácil, ni faltaron en él las más terribles y crueles descalificaciones. Pero fueron pocos los que siguieron a Ledesma y las diversas iniciativas impulsadas por éste en los meses sucesivos se cerraron con el más rotundo de los fracasos. En lo sucesivo nadie discutiría ya la jefatura absoluta de nuestro hombre. Puede decirse, pues, que a la altura de 1935 un José Antonio ya plenamente fascista era el líder indiscutible de la única organización fascista existente en España.

Bajo este liderazgo, además, FE de las JONS había reafirmado el carácter nacional-sindicalista de su revolución, había roto abiertamente con los hombres del Bloque Nacional, se había distanciado ostentosamente de la Monarquía «gloriosamente fenecida» e incluso había pretendido conectar, de modo retrospectivo, claro es, con «la alegría del 14 de abril». En uno de sus más famosos discursos, el pronunciado en el cine Madrid el 19 de mayo de 1935, 92abundaba en estos conceptos, reafirmaba el anticapitalismo del movimiento, reivindicaba los derechos de obreros y campesinos y proclamaba ostentosamente su independencia frente a antiguos acompañantes y patrocinadores: «Tenemos en contra a todos: a los revolucionarios..., y de otra parte, a los contrarrevolucionarios, porque esperaron al principio, que nosotros viniéramos a ser la avanzada de sus intereses en juego, y entonces se ofrecían a protegernos y a asistirnos, y hasta darnos alguna moneda, y ahora se vuelven locos de desesperación al ver que lo que creían la vanguardia se ha convertido en el Ejército entero independiente». 93Reafirmación de independencia sincera, sin duda, pero que seguramente se vería extraordinariamente facilitada por la subvención de 50.000 liras mensuales que había conseguido en Roma apenas quince días antes.

Pero ¿qué fascismo era el de José Antonio Primo de Rivera? Era, por supuesto, un fascismo pleno, basado en una concepción mítica de una revolución regeneradora, populista y ultranacionalista, orientada a la construcción de un Estado totalitario como base y cimiento de una comunidad nacional ordenada y entusiasta, jerárquica y conquistadora. Este es el mínimo común denominador de todos los fascismos, y el de Primo de Rivera lo cubría más que suficientemente. No hay que hacer caso por tanto de las protestas de no-fascismo contemporáneas o posteriores. Primero, porque casi ningún movimiento fascista se definía a sí mismo como fascista, aunque se afirmara, como hiciera el propio Primo de Rivera, que se compartían con el fascismo los valores generales y universales. Segundo, porque cuando se criticaba el totalitarismo o el corporativismo se hacía con el objeto de denunciar la utilización interesada por la derecha de estos conceptos. Así, cuando rechazaba el totalitarismo si éste carecía de un «genio de mente clásica» al frente (Mussolini), o el corporativismo si éste no era, como en Italia, «una pieza adjunta a una perfecta maquinaria política». 94Tercero, porque ese fascismo que se negaba era automáticamente reivindicado frente a cualquier posible usurpador de la idea, como se hacía en el ya mencionado discurso del cine Madrid: «Surge en el mundo el fascismo con su valor de lucha, de alzamiento, de protesta de pueblos oprimidos contra circunstancias adversas y con su cortejo de mártires y con su esperanza de gloria, y en seguida sale el partido populista y se va, supongámoslo, para que nadie se dé por aludido, a El Escorial, y organiza un desfile de jóvenes con banderas, con viajes pagados, con todo lo que se quiera, menos con el valor juvenil revolucionario y fuerte que han tenido las juventudes fascistas». 95Y, cuarto, porque como fascista y único representante del fascismo español se definía en los contactos con la Italia fascista: «La Falange Española de las JONS –decía en el informe remitido a los italianos en el verano de 1935– ha logrado convertirse en el único movimiento fascista en España». 96

Dicho esto, conviene precisar las características específicas del fascismo joseantoniano. Y, aquí sí, hay que mencionar sus contradicciones, dudas y vacilaciones. Aspiraba a la construcción de un Estado totalitario, pero éste habría de ser fundamentalmente ordenado; aspiraba a integrar a las masas en el Estado y su populismo hacía del pueblo la referencia ineludible, pero las masas le repelían y nunca abandonó su prevención un tanto aristocratizante respecto de las mismas; tenía una concepción estética de la política, pero le disgustaba la apelación irracional y demagógica; reivindicaba la violencia, pero mantenía respecto de ella posiciones ambivalentes; su propia condición de «señorito», de la que nunca consiguió distanciarse por completo, le alejaba de uno de los mayores elementos de fuerza de los fascismos: el plebeyismo. Y conviene decir que una de las personas más conscientes de esta limitación era el propio dirigente falangista. Así, por ejemplo, cuando confesaba sus dudas a Ximénez de Sandoval: «Para dirigir un movimiento fascista no se puede ser un señorito. Hay que haber sido, como Mussolini o Hitler, obrero, socialista y simple soldado de las trincheras. Es preciso conocer la mordedura del hambre y el amargor de la injusticia social. Es menester conocer lo que el pueblo quiere por habérselo oído gritar al mismo pueblo». 97

Paradójicamente, o precisamente por todo ello, el máximo dirigente de Falange parecía confiar más en la capacidad de convicción de su discurso que en unas prácticas fascistas que, por otra parte, constituían lo esencial de la actividad de su partido. En suma, podríamos hablar de una especie de fascismo naif basado en la convicción de que, al final, los españoles serían ganados por la claridad benéfica de su mensaje.

Pero los españoles, como lo demostraron las elecciones de febrero de 1936 en las que FE-JONS apenas alcanzó el 0,4% de los votos (unos 45.000, poco más de la mitad de los 80.000 militantes que afirmaba tener el partido) estaban bastante lejos de dejarse seducir por los cantos de sirena del fascismo. Nadie fue más consciente de ello que José Antonio Primo de Rivera, quien amagó en poco tiempo todas las estrategias imaginables: se desmarcó de las derechas e hizo finta de conceder un margen de confianza a Azaña. Pero pronto dio por cancelado dicho margen y convirtió a su partido en una organización terrorista al servicio de lo que llamaríamos hoy «la estrategia de la tensión». Falange declaró, en efecto, «una santa cruzada de violencias» 98que aunque le costó alrededor de 40 muertes propias causó en el enemigo muchas más. Según el biógrafo de José Antonio, Ximénez de Sandoval: «El Depósito judicial acogió por cada uno de los nuestros a diez de los contrarios». 99De creer, además, en un Rapport enviado por Goicoechea a Mussolini el 14 de junio de 1936 en el que se pedía ayuda para el inminente pronunciamiento, tal espiral de violencia formaría parte de una estrategia de conjunto:

El ambiente de violencia y la necesidad ineludible de organizaría ha hecho nacer en el seno de los partidos nacionales pequeños grupos de acción directa que por atentados personales, asaltos a edificios, etc., etc., han actuado contra la revolución. Muchos de estos grupos se denominan fascistas y es notorio un gran aumento en las inscripciones de los jóvenes en las organizaciones de Falange Española. El presente escrito está hecho previo acuerdo y autorización con los jefes de Falange Española y los partidos similares del Frente Nacional. 100

Sobre todo, y en línea con lo anterior, José Antonio Primo de Rivera apostó decididamente por la guerra civil. Y aquí se halla sin duda el mayor testimonio de la conciencia de un fracaso. Dos años antes, en noviembre de 1934, en su Carta a un militar español , el dirigente falangista había solicitado la colaboración del ejército en una eventual insurrección que habría de dar el poder a Falange 101y esa misma estrategia, en sus líneas generales, inspiró la reunión en el Parador de Gredos de junio de 1935 o el ya mencionado informe remitido a los italianos poco más tarde. Pero las cosas ahora eran distintas. En su carta «A los militares de España» del 4 de mayo de 1936, José Antonio llama ya simplemente a los militares a pronunciarse, renunciando por tanto a toda tutela o protagonismo por parte de la Falange. Un mes más tarde, hacia el 29 de mayo, aún parecía albergar alguna esperanza de que los militares cediesen, tras conquistarlo, el poder a Falange, pero el General Mola a quien visitaba un emisario de Primo de Rivera fue rotundo al respecto. A finales de junio ya no se trataba de reivindicar ninguna dirección para Falange sino de, mucho más modestamente, prevenirse frente a una previsible hegemonía política de monárquicos y carlistas. Motivo por el que con fecha 24 de junio se prevenía a los militantes contra toda posible participación en la conspiración sin orden expresa de la jefatura. Pero incluso estas reservas desparecieron en los días sucesivos. El 1 de julio la «inteligencia» entre Falange y el «director» (Mola) de la conspiración era plena. Y a la altura del 14 de julio, lo único que parecía importarle al líder falangista es que la sublevación fuese inmediata y a cualquier precio.

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