Pero la vida debía seguir, y en el departamento teníamos pendiente el reto de la oposición a una agregaduría, sin que ahora pudiéramos contar con la asistencia de Manolo. De una manera natural, Emèrit pasó a ser el nuevo director.
En ese contexto, en diciembre de 1982 presenté la comunicación «El enseñante, la enseñanza de la Economía y la crisis de la Universidad», en el I Congreso de Economía y Economistas de España. Tal congreso se celebró en Barcelona, organizado por el Consejo General de Colegios de Economistas de España, y en su clausura produjo un gran interés la conferencia pronunciada por José Luis Sampedro sobre la crisis económica, una conferencia a la que asistí en compañía de Roberto Escuder y Ricard Torres.
El tema de la crisis era, por supuesto, el centro de todos los encuentros celebrados entonces por los profesionales y los académicos del área de la economía. En tal sentido, la Universidad del País Vasco y el ISMEA de París organizaron en Bilbao, a finales de enero de 1983, un seminario internacional sobre el mismo tema, al que presentamos una ponencia conjunta Emèrit Bono, J. A. Tomás y yo mismo. Nuestra aportación, titulada «Notas sobre crisis de legitimación, déficit público y transición política en España», despertó un cierto interés y fue publicada después en la revista Economies et Sociétés del ISMEA. Allí subrayamos las dificultades que afrontaba una política de reducción del déficit público en nuestro país, dado el bajo nivel de satisfacción de las necesidades públicas y la exigencia de legitimación del nuevo Estado democrático. En consecuencia, llamábamos a continuar la reforma fiscal ya emprendida y a reestructurar (sin reducir) el gasto público.
Por fin, la oposición a la plaza de profesor agregado para la Universidad de Valencia se celebró en Madrid, en el Instituto de Estudios Fiscales, en la primavera de 1983. Pasé el primer ejercicio (consistente en una exposición de la memoria referida antes), pero ya no pasé el segundo (en que presenté una investigación original) porque el tribunal quería concentrar su atención en el tercer ejercicio en la pugna entre los dos candidatos principales: J. A. Tomás Carpi y José M.ª Marín Quemada (de la Universidad Complutense). Finalmente, el tribunal se inclinó por dar la plaza objeto de concurso al segundo y J. A. Tomás hubo de esperar a ganar una cátedra dos años después.
Por mi parte, no fue un trabajo inútil la preparación de aquella agregaduría. De allí surgieron, para empezar, dos artículos importantes que aparecieron en el primer cuatrimestre de 1984: una reflexión metodológica publicada en Cuadernos de Economía con el título «Teoría y Política Económica: la consideración de la Economía como una ciencia aplicada y prescriptiva», y el estudio «Perspectivas neoliberal y postkeynesiana de la política económica de oferta», publicado en Cuadernos Económicos de ICE.
Pero más allá de esos artículos, la oposición me hizo pensar también en la necesidad de dar un salto cualitativo en mi trayectoria si quería impulsar mi trabajo en la Universidad. Aquella fue la base para que tomase más adelante una importante decisión de cambio. De momento, sin embargo, había unos compromisos que cumplir y un camino condicionado por ellos el resto de aquel curso y el curso siguiente.
Una buena aunque difícil decisión
¿Cómo y cuándo sucedieron las cosas entre 1983 y 1984? No lo sé con plena exactitud. Me resulta difícil rescatar y ordenar aquellos recuerdos, incluso en asuntos que fueron importantes para mí. No consigo ubicar, por ejemplo, el preciso momento en que Emèrit Bono y yo participamos en un seminario interdisciplinar organizado por la revista Iglesia Viva sobre el tema «Posibilidad y criterios de valoración ética de los diferentes sistemas económicos». Un seminario tremendamente estimulante en el que participaron también, entre otros, Antonio Duato, Adela Cortina, Jesús Conill y Antonio Ariño, a quienes conocí allí por primera vez. Tengo el número monográfico de la revista que derivó de aquel seminario. Corresponde al primer cuatrimestre de 1984, y cuenta con dos colaboraciones mías: «Tres grandes doctrinas político-económicas: el liberalismo, la socialdemocracia y el socialismo» y «Desigualdades económicas y necesidad de un Nuevo Orden Económico Internacional».
Tampoco consigo precisar el momento en el que visitaron nuestra facultad dos interesantes profesores de la Universidad de Reading: Geoffrey Denton y George Yannopoulos. El primero era coautor de un conocido manual sobre la política económica en Gran Bretaña, Francia y Alemania, recomendado en nuestras clases. El segundo, un profesor griego afincado en el Reino Unido, responsable del máster sobre Estudios Europeos de la Universidad de Reading. Ambos nos hablaron precisamente de este máster, cuyo interés era evidente para los universitarios de un país como el nuestro que estaba preparando su entrada en la Comunidad Europea. Comencé a considerar entonces la posibilidad de realizar dicho máster, salvando las dificultades que ello podía representar.
Yo era entonces vicedecano de la Facultad de Económicas de Valencia, en el equipo decanal de Aurelio Martínez. Ocupé dicho cargo solo un año, entre marzo de 1983 y marzo de 1984, siendo mi cometido principal la relación con los estudiantes. Con todo, participé activamente en la organización del acto de homenaje póstumo al profesor Sánchez Ayuso que tuvo lugar en junio de 1983 y en el que se lanzó la publicación sobre su figura realizada por el Departamento de Política Económica. También participé en algunos actos relacionados con la visita a nuestra universidad del profesor John K. Galbraith, de la Universidad de Harvard. Esta visita tuvo lugar en febrero de 1984, y tanto Isidro Antuñano como yo escribimos algunos artículos para explicar a la sociedad y a la comunidad universitaria la relevancia de dicho profesor. Isidro había hecho su tesis doctoral sobre este y dio cuenta de ello en el diario Levante. Por mi parte, publiqué unas notas en las revistas Generalitat, de la Diputación de Valencia, y Estudi, de la propia Universidad.
John K. Galbraith fue un referente intelectual para muchos de los profesores que nos dedicábamos entonces a la economía pública y a la política económica. Su enfoque institucionalista lo apartaba sensiblemente de la ortodoxia dominante en el gremio. Por otro lado, su estilo desenfadado e irónico y su lenguaje claro y directo hicieron que su obra (plasmada en libros como El crack del 29, Capitalismo americano, La sociedad opulenta, El nuevo Estado industrial y La economía y el objetivo público) llegase a un público bastante amplio. Aunaba la experiencia en distintos cargos de la Administración pública con una gran creatividad intelectual. Tenía ya 75 años cuando vino a Valencia en 1984, pero aún fue capaz de publicar después algún nuevo libro de sumo interés (como La cultura de la satisfacción, que apareció en 1992), antes de fallecer en 2006, a la edad de 97 años.
En otro orden de cosas, en 1983 habían tenido lugar las segundas elecciones municipales en España y tuve presiones para encabezar la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de Llíria. Dados mis planes de futuro, me resistí a estas presiones, pero acepté ir como número dos en aquella lista con la condición de estar solo unos meses en el grupo municipal. La candidatura la encabezó Vicente Soldevila, que pasó a ser el nuevo alcalde de Llíria. Junto a él aún participé en las negociaciones para comprar los terrenos de la antigua fábrica de Ríos (Fatex), que dieron un amplio espacio para ubicar con posterioridad importantes servicios públicos. También apoyé al concejal de Cultura, Miquel Nácher, en su iniciativa de crear una interesante revista municipal (Lauro. Quaderns d’Història i Societat), en cuyo número 1 (aparecido en la primavera de 1984) publiqué una nota introductoria y el artículo «Llíria i el Camp de Túria en la crisi dels anys setanta».
Читать дальше