No, no pretendo hacer aquí ningún ejercicio de reflexión sobre la evolución de la Universidad, tal como lo hizo, por ejemplo, Jordi Llovet en su libro Adiós a la universidad, escrito con motivo de su jubilación como profesor. Al menos no de una forma directa y explícita. Coincido con él, sin embargo, en sentir que en la actualidad se vive bajo una cierta tiranía del presente, como si el pasado no explicase la hora actual y se reinventara el mundo en cada momento. Ello entraña mucha ignorancia y estupidez, y según Llovet se debe en buena medida a la pérdida de peso de las humanidades en los distintos niveles educativos.
En mi caso, me he manifestado también en alguna ocasión en defensa de la Filosofía y del sentido que esta le aporta a la Economía. No puedo olvidar, por ejemplo, cuánto influyó el profesor Ernest Lluch en que los economistas de mi generación nos interesáramos por la historia del pensamiento económico. Dicha historia es, en realidad, la historia de las controversias entre sus distintos paradigmas y planteamientos teóricos a lo largo del tiempo. De hecho, es a través de estas controversias como ha avanzado la Economía como disciplina en los dos últimos siglos y medio de existencia.
¿Y cuál es el objeto de esa ciencia social que yo elegí personalmente como carrera universitaria en 1968? Según Sylvia Nasar, y estoy bastante de acuerdo con ella, la gran búsqueda de la Economía ha sido convertir a la humanidad en dueña de sus circunstancias materiales para contribuir así a su mejor bienestar social. Con todo, es cierto también que ha habido y sigue habiendo grandes discrepancias sobre cómo debe hacerse esto.
Pero no es este el momento para seguir tratando este tema. ¿Dónde estamos ahora? Hace ya tiempo que siento el aliento de una nueva generación que empuja con fuerza para ocupar profesionalmente su sitio. Es natural, y prefiero, pues, retirarme discretamente. Escribo estas memorias principalmente para mí mismo, para fijar mi posición en el transcurso del tiempo, a modo de despedida personal. Aun así, quizá puedan ser también de interés para otras personas. En este caso, me sentiré realmente muy complacido.
I. APRENDER EL OFICIO EN TIEMPO DE CAMBIOS (1973-1984)
El espejo de la orla
Por fin me he decidido a desembalar la orla de final de carrera. Pone en ella: Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Promoción 1968-1973. Tal como la recibí entonces, la tenía guardada y empaquetada aún en un rincón de la casa. Ahora he querido abrirla para ver los rostros de aquellos compañeros de estudios de quienes guardo un recuerdo muy especial, algunos fallecidos ya. Por qué lo hago, no lo sé. Quizá por pura nostalgia. O quizá porque, como decía antes, con el paso del tiempo el ayer nos parece más vivo y más nuestro que el propio presente, y queremos agarrarlo para que no se nos escape del todo.
Veo en aquella orla a jóvenes de distintos estratos sociales. Algunos, como yo, chicos de pueblo y de familia más bien modesta: José Luis Faguás Martín (de Paterna), Paco Almela (de Benaguasil), Virgilio Gómez Labrado (de Riola), Ezequiel Labernia (de Sant Mateu)… También personas que con el devenir de los años se convertirán en destacados profesionales y dirigentes de empresa. El caso de mayor éxito es, sin duda, el de Juan Roig, presidente de Mercadona, junto a su mujer, Hortensia Herrero, que aparece igualmente en la orla. Hay a su vez unos cuantos compañeros que elegirán, como yo, la carrera académica: Francisco Pérez (director académico desde hace muchos años del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas), Ernest Reig, Andrés García Reche, José Antonio Martínez Serrano, Josep Sorribes (todos ellos profesores de la Universidad de Valencia), Constantino Martínez Gallur (que se marchó a la Universidad de Murcia y ya falleció), Ignacio Jiménez Raneda (que fue rector de la Universidad de Alicante)…
Sobre aquellos años de estudios, a finales de los sesenta y principios de los setenta, escribí en el libro Cartes a Judes, publicado por la editorial Saó en 2000. La nuestra fue una de las primeras promociones (la tercera) de la recién creada Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Valencia. Finiquitaba el franquismo y diversos movimientos sociales empujaban entonces hacia la transición democrática en España. La facultad inició sus pasos en el Convento de Mercedarios del barrio del Carmen, pasó por unas aulas en la antigua Facultad de Derecho y después ocupó la sede histórica de la Universidad en la calle de la Nave. Por fin, en la primavera de 1973, cuando acabábamos quinto de carrera, se estrenó el edificio de la Avenida de Blasco Ibáñez que hoy ocupa la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación.
La etapa de formación universitaria suele ser muy importante, en general. Los jóvenes de mi generación forjamos allí grandes sueños. Yo vivía entonces en un piso de la calle Matías Perelló de Valencia, junto a otro estudiante de la facultad que se convirtió en un gran amigo para siempre: José Vicente Pérez Cerverón (de Casinos). Al margen de las clases y del material docente, estaban las lecturas de todo tipo (revistas, novelas, ensayos) y otras actividades (conferencias, seminarios, cine) que completaban nuestra formación y alimentaban nuestros sueños.
Recuerdo a la mayoría de mis profesores. Entre ellos, influyeron quizá más en mi formación algunos como José Jiménez Blanco, Jordi Nadal Oller, Rafael Martínez Cortiña, Miguel Olmeda, Ernest Lluch, Emèrit Bono, Manuel Sánchez Ayuso, Alejandro Lorca... ¿Cuántos de mis alumnos, tras cuarenta y dos años de docencia, se acordarán también de mí y me mencionarán entre los profesores que han ejercido tal vez una buena influencia en ellos?
Por cierto, en mis presentaciones del libro Cartes a Judes, en el año 2000, era frecuente la pregunta de quién era Judas. Me interesaba la ambigüedad en el título, y hacer pensar que pudiera tratarse de un símbolo de la traición como elemento clave en mi ensayo. Pero la verdad es que no me refería al Judas traidor del Nuevo Testamento, sino a Antonio Judas Moreno, un amigo jesuita, algo mayor que yo, a quien conocía desde la adolescencia. A ese viejo amigo le participaba en el libro mis preocupaciones, reflexiones e inquietudes, mediante unas cartas en las que aludía también a mi evolución personal.
Me veo al final de la carrera, en una clase del profesor Lluch sobre la historia del pensamiento económico. Me apasionan los debates que plantea y la bibliografía que nos sugiere. Allí se habla del gran Alfred Marshall, que concibió claramente la Economía como un estudio de los requisitos materiales del bienestar. Y también de otro gran economista como John M. Keynes, discípulo de Marshall. Ambos tuvieron un papel crucial a la hora de convertir la Economía en un instrumento de conocimiento para afrontar los problemas de su tiempo. Aún hoy sigue teniendo vigencia la idea formulada por Keynes en 1928 de que el problema político de la humanidad es cómo combinar los principios de eficiencia económica, justicia social y libertad individual... ¿Qué mundo hemos sido capaces de hacer nosotros en el presente, y serán capaces de hacer en lo sucesivo nuestros continuadores?
Profesor ayudante de clases prácticas
Al término de la carrera, cuando estaba considerando la posibilidad de preparar oposiciones a algún cuerpo técnico de la Administración pública, recibí dos propuestas de gran interés para poder incorporarme como profesor ayudante de clases prácticas a la Universidad de Valencia: una, por parte del profesor Manuel Artís, para entrar en el Departamento de Estadística; otra, por parte de los profesores Emèrit Bono y Manuel Sánchez Ayuso, para entrar en el Departamento de Política Económica. Las dos me resultaban muy atractivas, porque había descubierto que me gustaba realmente la docencia y la investigación. Y entre las dos propuestas me incliné por la segunda, porque pensaba que me conducía al corazón mismo de la economía aplicada. Antes, sin embargo, debía hacer un examen de grado (una especie de reválida de la carrera) o bien una tesina para poder realizar después los cursos de doctorado en la facultad. Opté por hacer el examen de grado, que concluí agotado el 16 de julio de 1973.
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