En el camino recorrido por esas posesiones hasta llegar a manos de Alfonso de Aragón, un proceso minuciosamente explicado por Campón en la mayoría de sus trabajos y posteriormente recogido y completado por Castillo, 4hay sin duda un personaje clave: su padre y fundador del linaje, Pedro de Ribagorza. Centrándonos en la unidad gandiense, sabemos que Jaime II donó al infante Pedro, con motivo de su mayoría de edad, el condado de Ribagorza el 20 de mayo de 1322, y el 22 de mayo de ese mismo año añadió el castillo de Gallinera con el valle de Ebo, junto a los castillos de Crevillent, Pego, Pop y los valles de Laguar y Xaló; pero considerando el monarca que las rentas de estos lugares eran insuficientes para cubrir las necesidades de todo un miembro de la familia real, también le hizo donación del castillo de Bairén y de la vila y término de Gandia en junio de 1323. Por su parte, Pedro el Ceremonioso entregó a Pedro de Ribagorza, en febrero de 1341, el castillo de Palma con todas las tierras y lugares que conformaban su término: el infante había acordado, en enero de ese año, una permuta con su hermano, Ramón Berenguer, de los condados de Prades y Empúries, quedando Pedro como titular del primero y Ramón del segundo; ante esto, y deseando que la permuta fuese justa para ambos, el monarca intervino compensando al supuesto perjudicado con unos territorios sobre los que, además, le concedió la plena jurisdicción en 1346.
Posiblemente, uno de los motivos que llevó a Jaime II a realizar esas numerosas donaciones, tan alejadas de Ribagorza, el 22 de mayo de 1322, fue la intención de Bernat de Sarrià de ceder sus dominios valencianos al infante: el 21 de julio de 1321, el almirante firmaba una venta mortis causa de todos sus señoríos en la Marina, un buen número de castillos y lugares entre los que se encontraban Callosa, Tàrbena, Polop, Bellaguarda, Albalat, Benidorm, Relleu, Finestrat, Castell de Castells, Confrides, Algar, Xirles, Macet y Senta Illa. Dicha venta, aceptada por el monarca en octubre de 1323, se hizo efectiva trece años después, tras la muerte de Sarrià sin descendencia el 31 de diciembre de 1335 en Xàtiva. Por otro lado, el 6 de noviembre de 1323, sólo cinco meses después de que el infante recibiese Gandia, se producía un intercambio entre Jaime II y su hijo: Pedro devolvió al monarca el castillo de Crevillent a cambio del castillo de Dénia (una de las villas y puertos más importantes del sur valenciano) y del lugar de Xàbia.
MAPA 1
El condado de Dénia a finales del siglo XIV
Alfonso de Aragón se convirtió en heredero de todos esos territorios y del resto de posesiones valencianas de su padre tras contraer matrimonio con Violant de Arenós el 8 de mayo de 1355, tal y como se había estipulado en las capitulaciones matrimoniales firmadas el 1 de abril de 1348 en Vilafermosa, aunque Pedro de Ribagorza mantenía el usufructo vitalicio. El día de navidad de 1355, en la corte papal de Aviñón, Pedro el Ceremonioso otorgaba a su primo Alfonso el título de conde de Dénia, creado a tal efecto (siempre respetando los derechos usufructuarios del infante), y el oficio de la mayordomía en el reino de Valencia. El monarca incluyó en los límites del condado tot lo terme del castell de Dénia, así como tots los castells e lochs de les Montanyes que foren del noble en Bernat de Sarrià, y el castell de Calp ab son terme e loch de Altea ab son terme; 5sin embargo, estos últimos territorios, los señoríos que habían pertenecido a otro de los grandes almirantes de la época, Roger de Llúria, formaban parte en aquel momento del patrimonio real.
Nos encontramos ante toda una declaración de intenciones por parte de Pedro el Ceremonioso, que pretendía poner en manos de su primo Alfonso los enclaves costeros de Calpe y Altea, así como el castillo de Guadalest, 6a fin de garantizar la continuidad territorial de sus señoríos. La voluntad de Pedro el Ceremonioso pronto se vio cumplida: el 19 de febrero de 1356, apenas dos meses después de erigir el condado y tras recabar la aprobación del Consell de Valencia, vendió todos esos territorios a un infante Pedro que estaba en los últimos momentos de su vida pública, y al mismo tiempo concedió a Alfonso la plena jurisdicción sobre ellos. Sin embargo, cabe considerar con mayor detalle el proceso de integración de Calp y Altea en el patrimonio real, por cuanto afectó a las rentas que, más adelante, Alfonso de Aragón percibiría de esos señoríos.
A finales de 1324, cuando murió Berenguer de Llúria y Entença, último de los dos hijos varones de Roger de Llúria, los señoríos pasaron a manos de su madre Saurina de Entença, segunda esposa del almirante. Saurina, que sólo sobrevivió unos meses a su hijo, redactó su último testamento el 25 de agosto de 1325; en él nombró herederos universales y en fideicomiso a su hija Margarita, condesa de Terranova y hermana de Berenguer, y a un convento de monjas clarisas que debía construirse en Xàtiva con cargo a sus bienes, que recibiría para su mantenimiento una renta anual de 16.000 sueldos. A su vez, Margarita otorgó testamento el 9 de marzo de 1341 y, careciendo de descendencia, designó al rey como heredero universal de sus bienes valencianos, cuyo usufructo vitalicio otorgó a su marido, Nicolau de Janvilla. La donación a la corona estaba sujeta a la condición de que tales bienes no fueran enajenados del patrimonio real, debiendo pasar, en caso contrario, a manos del Papa. Cuando falleció su esposa, Nicolau de Janvilla hubo de hacer frente a las reclamaciones del convento de Santa Clara de Xàtiva, que exigía el dinero que su suegra le había asignado. El conflicto se resolvió con una sentencia arbitral dictada por Hug de Fenollet, obispo de Valencia, en enero de 1351, que concedía a las religiosas un tercio del señorío y rentas del castillo de Calp, así como el lugar de Altea; luego, en 1355, tras la muerte del conde de Terranova, Pedro el Ceremonioso se convirtió en señor de las otras dos partes de Calp; por esta razón, tal y como veremos en su momento, las rentas y gastos debían repartirse siguiendo la mencionada proporción. Todo parece indicar que la convivencia entre ambos poderes feudales fue tranquila: Alfonso de Aragón se encargaba de gestionar el señorío, en tanto que la abadesa se limitaba a cobrar su parte de la renta y a nombrar un procurador que sancionara las decisiones del conde; aunque, por supuesto, recibía el preceptivo juramento de fidelidad de los funcionarios designados por Alfonso. 7
Si como acabamos de ver las condiciones del testamento de Margarita de Llúria impedían que esos territorios abandonasen el patrimonio real, ¿cómo se las arregló el Ceremonioso para soslayar semejante obstáculo? Ni más ni menos que aprovechando un codicilo que la condesa había redactado en 1343, en el que autorizaba la venta de bienes muebles para pagar sus deudas y últimas voluntades. Argumentando que tales bienes eran insuficientes para cumplir las disposiciones testamentarias de la difunta, y con el beneplácito de los albaceas (que no debió costarle mucho recabar), el rey ordenó la subasta pública de Calp y Altea, y remató su plan comprando él mismo ambos lugares por 120.000 sueldos en junio de 1356, pudiendo disponer libremente de ellos a partir de ese momento.
Finalmente, el proceso iniciado en 1322 con las primeras donaciones de Jaime II a su hijo Pedro de Ribagorza culminó el 12 de noviembre de 1358, cuando el infante ingresó en la orden franciscana y se hizo efectivo el traspaso de poder y el reparto de la hacienda familiar, quedando Alfonso de Aragón a la cabeza del linaje. 8Tras recibir de Pedro el Ceremonioso el señorío de los valles de Ayora y Cortes en 1364, y de Enrique II de Castilla el marquesado de Villena en 1366, Alfonso se hizo con el control de un gran estado.
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