Hernando De Talavera - Dos escritos destinados a la reina Isabel

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La 'Colación muy provechosa' de Fray Hernando de Talavera figura entre los primeros escritos dirigidos a la reina Isabel en el primer lustro de gobierno. La obra potencia la renovación individual y resalta las propiedades simbólicas de la reina de las aves. Esta pieza sermonaria, puso en manos de Isabel un programático discurso moral para uso de la nueva gobernadora. En el 'Breve Tractado de los loores de San Juan Evangelista' presidido por la doctrina cristológica, es una alabanza perfecta del apóstol, en una argumentación dialéctica implacable, destinada a canalizar la dimensión moral y espiritual de la religiosidad cristiana de la joven reina. Las dos obras, reflejan pues tanto la influencia de Hernando de Talavera sobre la monarca, como el interés de ésta por la lectura y la protección de la cultura escrita.

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Los relatos de los primeros biógrafos de fray Hernando dan cuenta de su disposición ejemplar, como el más humilde novicio, en el monasterio de san Leonardo, en Yagüe; concluida la breve formación monacal, a comienzos del decenio de los setenta, fue elegido prior del monasterio de Santa María de Prado, en las inmediaciones de Valladolid, en donde desempeñó este cargo hasta 1485, simultaneándolo con el de Visitador general de la Orden que venía desempeñando desde 1480. Probablemente, a partir de 1470 debe trazarse la estrecha relación de Hernando de Talavera con los Reyes Católicos.

La presencia de Fray Hernando en Valladolid en el decenio de los años setenta coincide con una serie de sucesos: la muerte de Enrique iv, el advenimiento al trono de los Reyes Católicos, la guerra contra Portugal por el conflicto sucesorio. No tenemos una fecha precisa para verificar cuándo los príncipes tomaron contacto con Fray Hernando, en aquellos años difíciles y dramáticos en los que en el tablero político se cuestionaba la licitud de la dinastía y se urdía y mantenía con altibajos y zozobras la legitimidad de Isabel en la sucesión. Sin el permiso del rey Enrique, Isabel y Fernando se habían casado el 19 de octubre de 1469, precisamente en Valladolid, en donde residirían unos cuantos meses del año de 1470, cuando Fray Hernando acababa de ser elegido prior del monasterio de Santa María de Prado. 17

Se suele plantear el ascendiente de Fray Hernando sobre los reyes —principalmente sobre Isabel— a partir de su papel de confesor. Sería conveniente ensanchar estos límites y replantear la posible influencia de Talavera desde más atrás, desde el período 1470-1474, en el que los príncipes disfrutan de alguna estancia en Valladolid o visitan la ciudad en ciertas ocasiones. Así enuncia la itinerancia de la pareja el cura de los Palacios: «Vivieron y estovieron aquel tiempo, hasta que murió el rey don Enrrique, en Castilla la Vieja, en Tordesillas e en sus comarcas». 18 Entre 1471-1472 permanecen en Medina de Rioseco bajo la protección del almirante Fadrique Enríquez y desde allí se acercan a las puertas de Valladolid, a Simancas, desde donde entablarán concierto con la villa de Sepúlveda que, a punto de ser enajenada de la Corona, «trataron con el príncipe e con la prinçesa que viniesen a la villa y la tomasen para sý, porque entendían que ellos avían de ser subçesores del rreyno, y estarían bien guardados en su poder para la corona rreal». 19 Con todo, hasta 1474, la joven pareja apenas comparte la vida familiar, ya que Fernando ha de acudir a Aragón con cierta frecuencia, bien para combatir a las puertas de Barcelona (1472) o acudir al socorro de Perpignan (1473). En julio de 1474 dejará otra vez Castilla para acompañar su padre el rey Juan, enfermo, y allí permanecerá hasta noviembre del mismo año con el fin de asistir a las cortes aragonesas.

Los movimientos de Isabel se ajustan más a la noticia de Bernáldez . El punto más distante de Valladolid donde residirá la princesa será Alcalá de Henares (1472), en donde es testigo de la embajada del duque de Borgoña que, desde la corte del primado, hace llegar al rey Enrique el desagrado con que se ve en buena parte de Europa, y en Aragón, la ruina castellana, en razón del estado de guerra provocado en Castilla por la cuestión sucesoria. A partir de este momento se agudizan las tensiones entre los distintos bandos políticos, lo que va a determinar un cambio positivo para Isabel. Decididos los príncipes a aceptar el apoyo de la poderosa familia de los Mendoza, siguiendo así definitivamente el consejo de Juan ii de Aragón, puede decirse que la llegada a Castilla, en 1473, de la legación del cardenal Rodrigo de Borja hubo de colmar las esperanzas de la influyente familia, al conceder el capelo cardenalicio a Pedro González de Mendoza, entonces obispo de Sigüenza. Respaldada Isabel con tales auxilios, así como con el apoyo del alcaide del alcázar de Segovia, Andrés Cabrera, en diciembre de 1473 se dirige a dicha ciudad, en donde será acogida con deferencia por su hermano el rey Enrique. 20

En este escenario de movimientos y vaivenes la puerta directa al ascendiente y confianza de Talavera con los príncipes, singularmente con Isabel, hubo de ser el nuevo círculo que comenzó a rodear a los aspirantes al trono, desde avanzado 1471 hasta 1474, en el que en alguna medida el Prior de Prado debió de actuar. En este escenario se desarrolla un juego de fuerzas; a veces, auténtico remolino, en el que paulatinamente, la gestión delicada pero firme del cardenal Pedro González de Mendoza apoyado por su poderosa e influyente familia, cumpliría una función decisiva al provocar en 1475 la defección del primado Carrillo, así como el camino seguro para la consolidación de una renovación estatal profunda y capaz de erradicar toda sombra de ilegalidad. En este proceso puede considerarse propicio el concurso de Talavera, como hombre de Dios capacitado para el consejo moral de los futuros gobernantes en los años o meses inmediatos a su llegada al trono de Castilla. El ascendiente de fray Hernando sobre la joven reina es indudable.

Respecto a la fecha de su nombramiento de confesor y consejero moral de la reina no hay tampoco precisión en los primeros biógrafos. 21 Así, Tarsicio de Azcona expresaba con cautela: «Imposible precisar por ahora la fecha en que Isabel conoció al prior y se puso bajo su dirección espiritual». 22

Generalmente la elección personal de confesor era «gracia pontificia que se concedía habitualmente a los reyes, no a los príncipes». 23 Por ello, es conveniente reparar, en este caso, que siendo Isabel todavía princesa, el 20 de diciembre de 1471 el papa Sixto iv expide el correspondiente privilegio para que la princesa pudiese elegir confesor. Esta exención a la princesa puede entenderse, en su concepto de heredera del trono desde los Pactos de Guisando (1468), aun cuando tal legitimación se iría al traste, al imponer Enrique, dos años más tarde, a la princesa Juana en la ceremonia de Valdelozoya. Sin embargo, que la petición de confesor siguió su curso, y se resolvió, lo acredita el documento citado, ya que haciendo uso o no del privilegio pontificio, se sabe que, tal vez recién llegada a Valladolid, Isabel tomó como confesor al dominico Fray Alonso de Burgos, al menos hasta 1477, fecha en que sería nombrado obispo de Córdoba.

En el Cronicón de Valladolid , al dar cuenta de la boda de Fernando e Isabel, se lee que Fray Alonso de Burgos «hizo un sermón» en la misa del domingo, tres días después del casamiento. Sin declarar la fuente de información, Sainz de Baranda, anota que este religioso llegó a ser confesor, consejero y capellán mayor de la Reina Católica y destaca una noticia tomada de los Anales de Jerónimo Zurita sobre Alonso de Burgos: «se aplicaba de la misma manera á las cosas de Palacio como á las de su religión y era hombre del siglo» (p. 80). 24 Fernández de Córdova Miralles documenta el dato alegado por Sainz de Baranda, señalando los nombramientos sucesivos de Alonso de Burgos como presidente de la Santa Hermandad (1476) y obispo de Córdoba (1477) y añade un dato útil: «tras cuatro años en el cargo de confesor y capellán mayor». 25 Una cuenta atrás en esta medida temporal: «tras cuatro años», haría recaer el nombramiento de Hernando de Talavera como confesor real entre 1475-1476. Para confesor de una princesa heredera o de una reina, es probable que el prestigio de que ya gozaba Fray Hernando como predicador y, según Martínez Medina, su «sólida formación académico teológica» acreditaban el desempeño de tal función, teniendo en cuenta por añadidura «la especial vinculación de la casa de Trastámara con la orden jerónima». 26

Márquez Villanueva consideraba que, tras las alusiones de Hernando del Pulgar en su Crónica de los Reyes Católicos a cierta «persona religiosa» que interviene en cuestiones político-diplomáticas, se manifiesta veladamente la influencia y predicamento de Hernando de Talavera. 27 Tarsicio de Azcona, aun cuando no manejó los datos sobre el nombramiento de confesor, sin embargo declara:

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