Héctor Alonso García - El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)
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En abril de 1932, al celebrarse el primer aniversario de la república, Puigdengolas reforzó la seguridad para evitar que se reprodujeran los graves incidentes del año anterior y que los saboteadores reventasen el acto oficial. Para ese día se había organizado un gran desfile militar que debía ir desde la glorieta del Cid hasta la calle de san fernando y la plaza nueva de sevilla. se había corrido el rumor de que los anarquistas, algo revueltos por unos conflictos laborales, amenazaban con convertir el acto en un baño de sangre por lo que el gobernador Civil había ordenado que se reforzase la vigilancia en el recorrido del desfile lo que Puigdengolas hizo con buenos resultados.
Como ya he comentado, si no desde antes, sí al menos durante su estancia en dicha ciudad, Puigdengolas ya mantenía relaciones políticas con militantes republicanos aunque por su empleo militar no podía estar afiliado a ningún partido político. sin embargo consta que se relacionaba con históricos militantes republicanos similares a él en pensamiento y edad, con quienes solía reunirse en las tertulias de un Café. fue seguramente por ello que en 1932, el biografiado entró en la masonería. debieron ser sus amistades políticas, también masones, quienes le animaron a hacerlo. Para entender lo que suponía «ser masón» en esta época se debe distinguir más la finalidad que persigue que los principios fundamentales de su doctrina, distinguiéndose una masonería «regular» u «ortodoxa», frente a una masonería «irregular» o «heterodoxa». la primera sigue más fiel a los principios sobre los que fue fundada: creencia en un ser supremo, respeto a la biblia y no injerencia en cuestiones políticas y confesiones y ha preferido dedicar su actividad al campo humanitario, la segunda es la propugnada por el gran oriente francés, y es todo lo contrario: atea, sectaria, políticamente militante y declaradamente anticatólica que era la que predominaba en España en el primer tercio del siglo XX.
El 26 de julio de 1932, Puigdengolas solicitó su ingreso en el taller masónico «España y Trabajo nº 42» de sevilla, iniciando dicha logia los preceptivos informes para la aceptación del militar. En la solicitud de iniciación había tres firmas de los avalistas –en el lenguaje masónico llamados «aplomaciones favorables»– que rubricaron: «Apoyamos la anterior solicitud, y bajo nuestra responsabilidad declaramos que D. Ildefonso Puigdengolas Ponce de León reune las condiciones exigidas por nuestro Código, considerándole digno de entrar en nuestra Augusta Orden» . En estas firmas pueden leerse los nombres simbólicos «Costa», «sixto bres» y «Pío baroja» que escondían a Cristóbal rodríguez Pérez (simbólico «Avinareta» o «Costa»), francisco Martín román (simbólico «Pío baroja) y Antonio Martínez de Haro (simbólico «sixto bres»). 21
Entre sus amistades políticas y hermanos masones sevillanos destacó también diego Martínez barrio que fue concejal radical de sevilla entre 1910-13 y 1920-23. llegó a ser gran Maestre –máximo grado– del gran oriente Español entre 1929 y 1934, formando parte de la logia «fe y trabajo». Martínez barrio vivió desde comienzos de los años veinte hasta 1931 en sevilla, casi coincidiendo en el tiempo con Puigdengolas que lo hizo entre 1923 y 1932. Pero su casa no era sólo su domicilio particular, sino que también albergaba una imprenta de su propiedad y la sede de la Masonería sevillana y de la regional del Mediodía. En una de sus habitaciones estaba instalado un Templo masónico donde se reunían en días alternos las logias sevillanas. El aval que presentaron los masones que avalaron su acceso demuestra que éstos debían ser algunos de los buenos amigos de Puigdengolas en sevilla siendo al menos dos de los tres citados, militantes del Partido republicano radical con lo que se puede vincular a Puigdengolas con dicha organización política y después de la salida de esta organización de Martínez barrio, con la unión republicana, vínculos que además se verán confirmados más adelante, como veremos.
En la España de la segunda república, la masonería, como sociedad secreta, tuvo un enorme poder y estuvo ampliamente representada por numerosos políticos y militares que intrigaban contra los gobiernos conservadores y que tenían en las logias su club de acercamiento y confraternización. Esta relación entre masonería, política y militares era tan evidente que en julio de 1935 a proposición del diputado de Acción nacional, dionisio Cano lópez, se aprobó un decreto por el que se exigía a los militares que debían jurar por su honor no pertenecer a asociaciones políticas, entre las cuales se consideraba a la masonería. El argumento aducido por Cano lópez era que la constitución de la república había prohibido la Compañía de Jesús por servir a un poder «internacional» y por el mismo criterio debía prohibirse la masonería más aún porque había estado vinculada en España a los movimientos revolucionarios de los últimos años. 22 la prohibición o tolerancia dividió diametralmente a las derechas, muchos de cuyos miembros eran también masones y a los diputados. Era conocida por muchos la pertenencia a la masonería de numerosos militares. sólo generales lo eran lópez ochoa, Cabanellas, gómez Morato, riquelme, núñez del Prado, gómez-Caminero, Villa-Abrille y Molero, urbano llano, Miaja, Cruz bullosa, Pozas, Martínez Cabrera, Jiménez, lópez gómez, Martínez Monge, Castelló Pantoja y fernández Ampón. Poco después, el 15 de febrero de 1935, renovación Española preguntó al gobierno en las Cortes sobre la aplicación de las medidas que se habían acordado contra la penetración de la masonería en los cuerpos armados. determinada prensa –la tradicionalista y parte de la derechista– estaba escandalizada por la politización del Ejército y los oscuros manejos de la masonería en él que acababan con la solidaridad interna y la unidad del Cuerpo. gil robles explicó de una manera clara su postura y sus temores: « … el ejército no podía intervenir para nada en política, ni por medio de la masonería, ni por otras asociaciones. Más claro: en el momento en el que los militares practiquen actividades políticas, ya sea por medio de la masonería o por cualquier otro medio, están incursos en las sanciones del decreto» . 23 En este sentido, en la misma sesión Honorio Maura denunció su politización visible en actos como cuando «… el general Gómez Morato permitió que un coronel saludara a los representantes de una Casa del Pueblo con el puño en alto y que, el propio general Gómez Morato visitó la Casa del Pueblo» . 24 la Cámara votó finalmente por 112 votos a favor frente a 28 en contra de considerar a la masonería como una organización política. Apoyaron la iniciativa los votos de renovación Española, los Tradicionalistas y la lliga. Abandonaron la sala los diputados de unión republicana, Esquerra (donde los masones eran abundantísimos) pero también la mitad de los de la CEdA (Confederación Española de derechas Autónomas).
Volviendo a centrarnos en el período de la estancia de Puigdengolas en sevilla, el 10 de agosto de 1932 le sorprendió la sublevación del general sanjurjo lo que tuvo una importancia fundamental para explicar sus posteriores relaciones con buena parte del estamento militar. El relato de lo sucedido en sevilla ha merecido miles de páginas por lo que no es mi intención aquí recrear aquellos hechos aunque sí la participación que tuvo en todos ellos el personaje objeto de este trabajo. A las 4 de la mañana, nada más enterarse Casares Quiroga (Ministro de la gobernación), de que se estaba iniciando un intento de sublevación en sevilla, llamó a Puigdengolas y al capitán de la guardia de Asalto, sabedor de que eran absolutamente leales al gobierno, quedando de acuerdo en que las fuerzas quedasen preparadas en los cuarteles. diego Martínez barrio que era en agosto de 1932 Ministro de Comunicaciones y todavía miembro de Partido republicano radical que presidía Alejandro lerroux, reprodujo en sus «Memorias» lo sucedido en sevilla y destacó la resuelta participación de Puigdengolas para oponerse a la intentona como luego recogió toda la prensa. En dichas «Memorias», reprodujo una declaración escrita que le entregó un militante anónimo de su partido en sevilla en la que se explicaba la enérgica participación del coronel Puigdengolas para evitar la detención del gobernador Civil sr. Varela, y en la que hay que destacar que Puigdengolas se dirigió en primer lugar, al igual que hizo el declarante con el que coincidió, a la sede del Partido radical, el partido de Martínez barrio: «Al tener conocimiento por uno de mis familiares de la sublevación, me personé inmediatamente en la casa del Partido Radical para informarme de todo lo concerniente a aquélla. A los pocos minutos se presentó en dicha casa el coronel Puigdengola, vistiendo uniforme militar, el cual puso en antecedentes a los allí presentes de la significación del movimiento sedicioso, alentándonos a todos para que nos dispusiéramos a defender el régimen republicano implantado por la voluntad del pueblo. Seguidamente (serían las diez y media) marchó dicho coronel acompañado de un grupo de republicanos, hacia el Gobierno civil vitoreando a la República. Enfrente del edificio había formado, y en camiones, buen número de guardias de Asalto y de Seguridad, los cuales contestaban con gran entusiasmo a nuestros vítores. El señor Puigdengola se dirigió a las expresadas fuerzas preguntando si estaban decididos a luchar, dando su sangre en defensa de la República, contestando todos, incluso los jefes que mandaban las fuerzas con un ¡sí! tan de corazón expresado y aplaudido por todos con frenesí que no había lugar a dudas de la lealtad de esas fuerzas al régimen. Acto seguido, el coronel citado, acompañado por el exponente, nos dirigimos al despacho del señor gobernador civil de la provincia, a cuya disposición nos pusimos . A los pocos momentos llegó también el ex presidente de la Diputación Provincial, durante los últimos años de la dictadura, don Pedro Parias, el cual habló unos minutos con el señor gobernador, e ignorando el que dice de lo que trataran en su conversación, sostenida en términos de cordialidad. Inmediatamente después se personó un jefe del ejército (se trataba del comandante de Infantería retirado delgado) que entregó al señor gobernador un documento de parte del jefe de la sedición, en el cual se le invitaba a entregar el mando de la provincia, a lo cual se negó de una manera terminante el señor gobernador, manifestándole lo siguiente: «Le repito a usted lo que le he dicho antes, que no entrego el mando, ni me sacan de aquí vivo, como no sea por la fuerza». El coronel Puigdengola se encaró con el comandante emisario del general jefe de la sedición, diciéndole: «Señor comandante, es usted un traidor. Está usted faltando a la promesa que hizo de defender el régimen implantado por la soberana voluntad del pueblo». «No, mi coronel –contestó el comandante–, la sublevación no es en contra de la República; es en contra del Gobierno. Usted, mi coronel, es que no está enterado. Ya se enterará». «Señor comandante –le replicó el coronel–, usted es un farsante que se ha puesto a las órdenes de un general faccioso que ha traicionado a la República. Éste es un movimiento monárquico, diga usted lo que quiera. Quítese ese uniforme que lo está deshonrando. Márchese, salga de aquí inmediatamente». El comandante, sin decir palabra, se ausentó. Seguidamente, el comisario de policía pidió autorización al señor gobernador para marcharse, pues sabía le iban a detener; autorización que, después de breve duda, le fue concedida. A poco de marchar volvió dicho señor comisario, contrariado. «¿No ha podido ser?, le pregunté. «No, señor –me contestó–, estamos completamente sitiados». «El coronel Puigdengola, excitadísimo, quería ponerse al frente de las fuerzas que hubiese leales al régimen y dar la batalla a los sediciosos. El dicente le rogó esperase un momento y, entonces, dirigiéndome al comisario le dije: «Ya sabemos que la Guardia Civil está toda sublevada. ¿Hay algún regimiento de infantería que no lo esté?» «No, señor», me contestó. «¿Y la caballería está con nosotros? E igualmente me dijo que no. «Y la artillería?» «A cuatro pasos de aquí tenemos los cañones». «¿Y no contamos tampoco con la aviación?» «Tampoco», me replicó. «Pero, señores –dije extrañado–, ¿es posible, la aviación también? Entonces ¿con qué fuerzas leales contamos?» «Con ésas –me dijo– que usted ve ahí –señalando a los guardias de Asalto y de Seguridad–. Y con el pueblo –manifestó el citado coronel». «Ya ha oído usted, mi coronel –le dije–, con lo que contamos; yo creo que es una temeridad querer hacer frente a los sublevados con sólo doscientos guardias. Tenga en cuenta que el pueblo está desarmado y nos barrerían en cinco minutos. Espere a que armen y organicen al pueblo, cuya labor ya habrán comenzado, y con él y los guardias leales, en unión de las fuerzas que lleguen de Madrid, podríamos vencer a los sediciosos». El señor gobernador medió en la conversación diciendo: «¿Qué hacemos con las fuerzas? ¿Las mando retirar al cuartel?» A lo que contesté que me parecía lo más acertado; siendo entonces dada la orden por el señor gobernador para que se retirasen. En este preciso momento el comandante referido, acompañado de algunos oficiales del ejército y números de la Guardia Civil, procedieron a la detención del señor gobernador, el cual, después de despedirse de los allí presentes, fue cortésmente cogido por los oficiales, uno de cada brazo, marchando hacia la calle acompañado del señor comisario de policía. De este señor no puedo precisar si fue asimismo detenido o fue voluntariamente acompañando al señor gobernador, puesto que a aquél nada se le dijo en tal sentido. Seguidamente, el coronel, acompañado del declarante, salió del mencionado centro oficial, no sin que antes y en el patio del mismo el señor Puigdengola, dirigiéndose a los jefes, oficiales (algunos, retirados, que vestían uniforme militar) y guardias civiles, que en gran número hallábanse allí, fuesen enérgicamente recriminados, al igual que lo fue el comandante emisario del general jefe de la sedición, agregándoles que ya que querían luchar contra el pueblo dijesen al general faccioso, que el coronel Puigdengola no se sometía y se pondría al frente de aquel para defender la República. Un comandante le contestó también en términos violentos, y el coronel entonces, preso de indignación hizo ademán de sacar un arma, siendo sujetado y derribado al suelo por varios de los sediciosos, a la vez que algunos de los guardias civiles apuntaban con sus fusiles hasta que vieron había sido desarmado; ocurrido lo cual proseguimos la marcha sin ser molestados» . de acuerdo con esto, pese a la rendición del gobernador Civil, el coronel Puigdengolas se negó a hacerlo manifestando que estaba dispuesto a enfrentarse por las armas a los sublevados por lo que tuvo que ser detenido por la fuerza en una aparatosa pelea en la que acabó rodando por el suelo. después permaneció encarcelado junto a otras personalidades de sevilla como el Alcalde labandera y el fiscal de la Audiencia José María gálvez loshuertos, hasta el día siguiente, en que reprimida la sublevación, fue liberado por las fuerzas leales al gobierno uniéndose inmediatamente a ellas. durante ese tiempo su mujer vivió momentos de gran angustia pensando que habían matado a su marido si bien finalmente la sublevación fue sofocada y sanjurjo detenido.
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