La excavación de la cueva por parte de los expertos fue llevada a cabo con el mayor de los cuidados; en consecuencia, fueron descubiertos varios cientos de fragmentos de cuero escrito y unos pocos fragmentos de papiro. La mayor parte de estos fragmentos eran tan pequeños y quebradizos que la excavación se tuvo que realizar con navajas, pinzas, brochitas pequeñas y los dedos, porque en caso contrario se habría provocado un daño irreparable. No se encontró ninguna tinaja intacta, pero había gran cantidad de fragmentos rotos y también numerosos trozos del lino en el que fueron envueltos los rollos antes de introducirlos en las tinajas.
El uso de tinajas para guardar los rollos era algo muy natural y extendido durante la Antigüedad. Existen ejemplos egipcios más antiguos de esta práctica y el Antiguo Testamento recoge como el profeta Jeremías, en vísperas del exilo babilónico, depositó las cartas de venta de una campo cercano a Jerusalén en una vasija de barro para que se pudiera conservar con seguridad hasta que el pueblo regresara del cautiverio (Jeremías 32:14). Una obra judía del siglo I titulada La ascensión de Moisés explica como Moisés entregó sus escritos a Josué con instrucciones de impregnarlos con aceite de cedro y depositarlos en tinajas de barro. (El aceite de cedro estaba destinado a preservar la piel o el cuero en el que se habían escrito las palabras; es posible que algunos de los rollos de Qumrán fueran tratados de esta forma antes de envolverlos en lino.)
Los fragmentos recuperados en la cueva incluían trozos de otros libros bíblicos en hebreo: Génesis, Éxodo, Levítico, Deuteronomio, Jueces, Samuel, Isaías, Ezequiel y los Salmos. Los fragmentos de Isaías resultaron pertenecer al rollo deteriorado de dicho libro que conservaba la Universidad Hebrea desde noviembre de 1947. Los fragmentos de Deuteronomio estaban escritos en un alfabeto arcaico: el alfabeto «fenicio» o paleo-hebreo en que se escribía el hebreo en los primeros tiempos, antes de que las letras «cuadradas» que ahora asociamos con el hebreo, fueran utilizadas para escribir esta lengua. Con anterioridad, las letras cuadradas se habían utilizado para escribir arameo, pero hacia finales del siglo III
a.C. también se solían usar para escribir en hebreo, desplazando los antiguos caracteres fenicios. ¿Significa esto que los fragmentos del Levítico pertenecen a un manuscrito escrito en la época en que la escritura fenicia era de uso común para escribir en hebreo? Algunos lo creen así; un estudio retrasa la fecha hasta 450 a.C. Pero en el caso de este manuscrito, posiblemente estamos tratando con una escritura literaria profesional y estandartizada que se siguió utilizando durante dos o tres siglos sin sufrir demasiados cambios. Aún así, estos fragmentos del Levítico presentan evidencias para que se los pueda considerar más antiguos que cualquiera de los demás documentos encontrados en la cueva.
También había fragmentos de obras no bíblicas: comentarios de Miqueas, Sofonías y los Salmos; obras apócrifas como el Libro de los Jubileos , el Libro de Noé y el Testamento de Leví ; obras relacionadas con la vida y el culto de una comunidad religiosa; colecciones de himnos, y otros documentos por el estilo.
Al difundirse las noticias sobre estos descubrimientos, aumentó la excitación de los estudiosos y en ese momento se plantearon una amplia variedad de propuestas sobre la fecha, el origen, el significado y el propósito de los rollos. La situación actual de los descubrimientos y de la publicación de los documentos demuestra un alto grado de cooperación entre musulmanes, judíos y cristianos de diversas tradiciones en una época en la que las enemistades raciales y religiosas se encuentran en plena ebullición en Palestina y en los territorios limítrofes. El profesor Sukenik, por ejemplo, mostró públicamente su agradecimiento a cristianos y musulmanes de Belén por la ayuda que le prestaron a él, un estudioso judío, para conservar con seguridad los rollos que había comprado para la Universidad Hebrea hacia finales de 1947. Desgraciadamente, un grado similar de cooperación amistosa (o al menos de tolerancia mutua) no resultó siempre evidente de parte de algunos de los estudiosos que se enzarzaron en lo que se llamó «La batalla de los rollos». Sin embargo, el polvo de esa batalla hace mucho tiempo que se ha disipado. A medida que se han ido realizando más y más descubrimientos y se han publicado sus resultados, se han vuelto cada vez más claras las líneas principales de las respuestas a cuestiones sobre la datación y la procedencia de los manuscritos.
Otras cuevas
Durante algún tiempo se supuso que la cueva en la que se habían realizado estos descubrimientos era la única caverna de este tipo en la zona. Pero los beduinos locales eran más optimistas. Los descubridores iniciales de los manuscritos no se habían dado cuenta de la importancia que le iba a dar a su hallazgo el mundo académico. Pero ahora sus compañeros de tribu, en su simpleza, consideraban que si se habían encontrado manuscritos en una cueva, debían existir más manuscritos que esperaban a ser descubiertos en otras cavernas que menudeaban a orillas del Wadi Qumran y de los cursos de agua cercanos. Así que empezaron a explorar a fondo la zona y en numerosas cuevas su diligencia se vio recompensada. Se difundió la noticia de que había más rollos a la venta y los precios que fijaban ahora los descubridores eran considerablemente más altos de lo que Muhammad adh-Dhib y sus compañeros habían recibido por el lote original. Con toda seguridad, esta empresa privada era ilegal, puesto que las antigüedades se debían entregar a las autoridades gubernamentales. Pero en el caso de antigüedades tan frágiles como éstas, se debía tratar con diplomacia a los descubridores, para evitar que los preciosos documentos fueran vendidos a intermediarios o a turistas y quedaran dispersos, o en caso contrario perdidos o destruidos por un manejo descuidado o por quedar expuestos a la humedad. Instituciones académicas de todo el mundo fueron invitadas a cooperar en la adquisición de los manuscritos. Cuando las autoridades arqueológicas de Jordania caían sobre la pista de hallazgos recientes, recurrían a la buena voluntad y la ayuda cooperativa del beduino que se les había adelantado; y de esta forma fueron exploradas más cuevas y se realizaron más hallazgos. Unas diez cuevas en el Wadi Qumran contenían tesoros de este tipo. Estas cuevas fueron convenientemente designadas con números. La cueva en la que se realizó el descubrimiento original, naturalmente, se conoce como Cueva 1 —más abreviado 1Q, siendo Q la inicial de Qumrán— y las otras están numeradas como Cueva 2, Cueva 3 y así todas las demás.
En la Cueva 3 se realizó un descubrimiento único: rollos inscritos pero no de piel o papiro sino de cobre. Había dos rollos, pero uno de ellos consistía en dos tiras de cobre enrolladas juntas. Parecía como si originalmente estuvieran unidas extremo con extremo para formar una lámina de metal de unos dos metros y medio de largo por treinta centímetros de alto. Desde fuera estaba claro que contenían un texto, pero no fue fácil determinar qué decía. Los rollos no pudieron desenrollarse porque el cobre estaba completamente oxidado. Al final, a principio de 1956, fueron sometidos a un tratamiento experto en el Manchester College of Technology, bajo la dirección del profesor H. Wright Baker de la cátedra de ingeniería mecánica. Se introdujo un eje a través de los rollos; los rollos se cubrieron de pegamento, fueron calentados en un horno y cortados en tiras con una delgada sierra circular. Cada tira fue fotografiada mientras se cortaba y se retiró el polvo y los restos de la parte que quedaba en cada fase, mediante succión por vacío y un cepillo de dientes.
Читать дальше