El último día de febrero, el director de la American School, el Dr. Millar Burrows, regresó desde Irak, donde había estado durante dos semanas. Su atención se vio cautivada de inmediato por los nuevos descubrimientos, y utilizó uno de los documentos como tema para lo que restaba de un curso de epigrafía que impartía en la escuela. Le comunicó al arzobispo Samuel su opinión sobre la antigüedad de los rollos, afirmando que el rollo de Isaías era, en su opinión, el manuscrito más antiguo conocido de cualquier libro de la Biblia. El arzobispo estaba profundamente impresionado por esta información; la profundidad de esta impresión se puede juzgar por el hecho que en menos de una semana había enviado los rollos a un lugar seguro fuera de Palestina. La exportación de antigüedades desde Palestina sin el permiso del Departamento de Antigüedades era ilegal, aunque la desaparición inminente de una autoridad central efectiva en el territorio pueda servir de atenuante.
A principios de 1949, el arzobispo Samuel llegó a los Estados Unidos con sus preciosos documentos. Los entregó durante un período de tres años a las American Schools of Oriental Research, que emprendieron la publicación de su contenido. En este punto habría que explicar que las American Schools of Oriental Research son dos —una en Jerusalén y otra en Bagdad— y que el cuartel general en los Estados Unidos se encuentra en New Haven, estado de Connecticut. *El mandato del Dr. Burrows como director de la Escuela de Jerusalén llegó a su fin en la primavera de 1948 y ahora ya estaba de regreso en la universidad de Yale, donde ocupaba la cátedra Winkley de Teología Bíblica. Él y sus colegas, los doctores Trever y W.H. Brownlee, emprendieron la tarea de preparar los rollos para su publicación. Los rollos adquiridos inicialmente por el monasterio sirio eran cinco, pero pronto quedó claro que en realidad sólo eran cuatro, puesto que dos de ellos resultaron ser las dos mitades de un rollo original (el rollo que se conoce comúnmente como el Manual de Disciplina , pero que con mayor precisión se llama la Regla de la Comunidad ).
Tres de los rollos fueron publicados en facsímil y transcritos con admirable rapidez. 2El cuarto, sin embargo, que no pudo ser desenrollado para fotografiarlo en Jerusalén, seguía resistiéndose a su despliegue. Sin embargo, se había avanzado mucho en los preparativos para tratar el material de forma que fuera posible desenrollarlo sin provocarle daños irreparables, cuando expiró el tiempo acordado de cesión de los rollos por parte del arzobispo a las American Schools. A pesar de las peticiones para que les permitieran conservar el cuarto rollo durante algo más de tiempo, Samuel insistió en recuperar los cuatro. The Dead Sea Scrolls of St. Mark’s Monastery [ Los rollos del mar Muerto del monasterio de san Marcos ], editados por Millar Burrows. Volumen I: The Isaiah Manuscript and the Habakkuk commentary [ El manuscrito de Isaías y el comentario de Habacuc ] (1950). Volumen II, Fascículo 2: Plates and Transcription of the Manual of Discipline [ Fotos y transcripción del Manual de Disciplina ] (1951).
Ahora que el mundo académico tenía suficiente información sobre la naturaleza de los rollos, se esperaba que alguna institución estuviera dispuesta a comprarlos. Pero —sin duda en parte por las incertidumbres alrededor de su propiedad legal— universidades y bibliotecas eran reticentes a realizar una oferta por ellos. Su venta también fue anunciada en las columnas de anuncios por palabras del Wall Street Journal en junio de 1954. Al final, el 13 de febrero de 1955 se anunció que habían sido comprados por el Estado de Israel por un importe de doscientos cincuenta mil dólares. El dinero sería empleado en labores religiosas y educativas en conexión con la Iglesia ortodoxa siria.
Así, cerca de ocho años después de su descubrimiento, las dos partidas de rollos volvían a estar reunidas bajo el mismo propietario. El primer ministro de Israel anunció que se construiría un museo especial para albergar los manuscritos recién adquiridos, junto con los comprados con anterioridad por la Universidad Hebrea, y que sería conocido como el Santuario del Libro. 3
¿Qué eran esos manuscritos?
Empecemos por los que fueron adquiridos por el monasterio sirio. Uno de ellos, como ya se ha dicho más arriba, era una copia del Libro de Isaías en hebreo. Otro era una copia de los dos primeros capítulos del Libro de Habacuc en hebreo, acompañado de algo parecido a un comentario versículo a versículo, también en hebreo. El tercero —el que estaba dividido en dos— resultó ser el texto de un código de normas o «manual de disciplina» de una comunidad religiosa judía. Nosotros lo llamaremos la Regla de la comunidad . El cuarto se vio desde el primer momento que estaba escrito en arameo y no en hebreo como los otros tres. No fue desenrollado hasta después de su compra por el Estado de Israel. Poco después de que los rollos fueran llevados a los Estados Unidos por el arzobispo Samuel, el Dr. John Trever sugirió que probablemente se trataba de una copia del Libro de Lamec, una obra apócrifa mencionada en uno o dos repertorios antiguos. La razón para que creyese esto era que un fragmento visible del rollo contenía una frase en la que Lamec, padre de Noé, habla en primera persona y menciona a su esposa Bit’enosh. 4Pero cuando apareció la noticia del despliegue y el desciframiento de este cuarto rollo en febrero de 1956, se anunció que no se trataba del Libro de Lamec, sino de una paráfrasis extendida en arameo de los capítulos 5 a 15 del Libro de Génesis, en la que no sólo Lamec, sino otras figuras principales de la narración del Génesis (por ejemplo, Abraham) explicaban su parte de la historia en primera persona.
Los rollos comprados por el profesor Sukenik en noviembre y diciembre de 1947 resultaron ser tres, 5aunque uno de ellos estaba dividido en cuatro piezas. Este último se trataba de una colección de himnos de acción de gracias, la mayoría de los cuales comienzan con las palabras: «Te doy gracias, oh Señor, por…» Otro de ellos era una obra de lo más interesante que Sukenik tituló La guerra de los Hijos de la Luz con los Hijos de las Tinieblas . (Nos referiremos a ella por su verdadero título, mucho más corto, Rollo de la Guerra .) Le gustaba explicar como, mientras estudiaba minuciosamente esta descripción del antiguo arte de la guerra en los oscuros días de 1948, cuando los proyectiles volaban sobre Jerusalén, tenía a veces dificultades para distinguir entre la realidad contemporánea y la remota situación descrita en el rollo que estaba estudiando. El tercer rollo que había adquirido era otra copia de Isaías, en la que el texto a partir del capítulo 41 estaba razonablemente completo, mientras que el texto de los capítulos anteriores sólo había sobrevivido en una docena de fragmentos. Los tres documentos estaban en hebreo.
Más adelante diremos muchas más cosas sobre los tres. Pero ya hemos visto la importancia que se les dio prácticamente desde el mismo instante en que fue anunciado su descubrimiento. Si la datación que les fue fijada por hombres como los profesores Albright, Burrows y Sukenik se podía considerar correcta, significaba que habían salido a la luz unos manuscritos de las Escrituras hebreas que eran al menos mil años más antiguos que los conocidos hasta el momento. Naturalmente, semejante pretensión de antigüedad fue recibida con considerable escepticismo. La posibilidad de un descubrimiento de este tipo había sido totalmente descartada. La mayor parte de los estudiosos de los textos del Antiguo Testamento se habían resignado definitivamente a aceptar el intervalo de un milenio que separaba la fecha de las copias más antiguas que habían sobrevivido de las Escrituras hebreas, de la fecha en que fueron redactadas originalmente las últimas partes de las mismas Escrituras. (Y las partes más antiguas de las Escrituras hebreas habían sido redactadas en su origen aún un milenio antes.) Nada menos que una autoridad como Sir Frederic Kenyon había escrito en Our Bible and the Ancient Manuscripts [ Nuestra Biblia y los manuscritos antiguos ]: «De hecho no existe ninguna probabilidad de que encontremos nunca manuscritos del texto hebreo que se remonten a un período anterior a la formación del texto que conocemos como masorético»; 6y en la última edición del libro, publicada en 1939, se mantuvo esta afirmación (p. 48) porque representaba el consenso de la opinión académica tanto como cuando apareció la primera edición en 1895. Sin embargo, menos de diez años después de la publicación de la última edición, la situación había cambiado por completo; y el mismo Kenyon, antes de su muerte el 23 de agosto de 1952, aceptó y dio la bienvenida a la lectura de los nuevos descubrimientos que adelantaban en un milenio la evidencia textual para las Escrituras hebreas. Incluso antes de que salieran a la luz las nuevas evidencias, Kenyon creía que el texto masorético del Antiguo Testamento era un reflejo fiel de lo que lo autores originales habían escrito; vivió lo suficiente para ver confirmada su creencia por un tipo de testimonio que difícilmente se hubiera creído posible.
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