Jean-Francois Lyotard - Lecciones sobre la Analítica de lo sublime - (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29)

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Kant se vuelve para Lyotard una referencia de dos fenómenos contemporáneos: el arte que busca escapar de la prisión de la figuración, y la experiencia de lo irrepresentable a causa de los fenómenos concentracionarios y de exterminio.

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Resulta notable que sólo raramente se hace mención del sujeto en la mayor parte de los textos relativos a la reflexión ya citados. En general las excepciones se encuentran en la Introducción. Cualquiera que ella sea, la noción de un sujeto, bajo su forma sustantiva, no parece necesaria a la inteligencia de lo que es la reflexión. Es suficiente la noción de «pensamiento actual», más arriba evocada. A la inversa, las formas adjetivas o adverbiales, subjetivo, subjetivamente, son abundantes en estos textos. No designan una instancia, la subjetividad, con la que la sensación se relacionaría. Permiten distinguir la información que la sensación suministra al pensamiento de aquella que le aporta un conocimiento del objeto. Leímos (62; 57) que Kant sitúa la susodicha sensación en una especie de simetría con el esquema. El paralelo es pronto abandonado puesto que el esquema vuelve un conocimiento posible mientras que la sensación no procura ninguno. Sin embargo, algo de la simetría puede ser conservado: como el esquema une las dos facultades, imaginación y entendimiento, para volver posible el conocimiento de un objeto, del lado del objeto, si puede decirse, y del lado del pensamiento, la sensación es el signo de su unión (placer) o de su desunión (pesar) sólo con ocasión de un objeto. En ambos casos se trata ciertamente de una relación entre las mismas dos facultades. Queda que el esquema es un operador de determinación del objeto por conocer, mientras que la sensación un simple índice, para el pensamiento, del estado del pensamiento de este objeto. Este índice suministra la indicación de este estado cada vez que el pensamiento piensa. Podemos decir que ella se reflexiona allí, a condición de admitir una reflexión sin representación, en el sentido moderno de esta última palabra (Freud, por ejemplo, concibe el afecto como un «representante» sin representación).

Para dar cuenta de esta disposición, Kant introduce la noción de una facultad suplementaria –hasta aquí bastante descuidada, sobre todo bajo el aspecto «tautegórico»–, la simple capacidad de sentir placer o pesar. No tiene ya necesidad de estar relacionado con un «sujeto» sustancial como las otras facultades. Estas facultades no son, después de todo, en el pensamiento crítico, o no deben ser, otra cosa que conjuntos de condiciones que vuelven simplemente a priori juicios sintéticos. Una facultad puede reducirse, por su connotación lógica, a un grupo de proposiciones «primeras» que son las llamadas condiciones a priori : definición de objetos pensables, axiomas de síntesis que se pueden efectuar sobre ellos. Y lo que Kant llama el «territorio» o el «dominio» de la facultad sería lo que el lógico llama el dominio de aplicación del grupo de axiomas ( mutatis mutandis… ).

Lo «Subjetivo» determina siempre un estado del pensamiento (del «espíritu», si se quiere, pero el Gemüt del Gemützustand es más un modo sentimental que un Geist ). El término «subjetivo» obliga a la crítica a preguntarse por lo que siente el pensamiento cuando piensa. Sobre lo que no puede no sentir en todos los casos, o como escribe Kant, en todas las «ocasiones». Entonces, si se puede hablar de la transitividad de la sensación a los usos del pensamiento, que no haya engaño: ella no es sino la insistencia de la sombra que porta sobre sí mismo tal pensamiento actual, y no la persistencia de un predicado sustancial vinculado a «el pensamiento». En la sensación, la facultad de juzgar juzga subjetivamente, es decir refleja el estado de placer o de pesar en que se siente el pensamiento actual. Esta característica casi elemental, en la que se apoyará la deducción de la universalidad subjetiva del gusto, resplandece en el juicio estético ya que en este caso el juicio no tiene ningún valor objetivo, y la facultad de juzgar, en efecto, no tiene que juzgar más que un estado de placer o de pesar, que es este juicio, ahora.

3. Lo «subjetivo»

La segunda observación refiere a lo que implica la primera en cuanto a la naturaleza de una temporalidad estética. Sólo la bosquejaré, dado que esta última amerita todo un estudio por sí mismo. Un elemento indispensable de este estudio descansa en el análisis del placer experimentado en el gusto desde el punto de vista de las facultades de conocimiento en general. Hay un minimalismo de la condición a priori del placer procurado por lo bello: «Ya que los conceptos constituyen en un juicio su contenido (lo que pertenece al conocimiento del objeto), y que el juicio del gusto no es determinable por conceptos, entonces se fundará sólo en la condición subjetiva formal de un juicio en general. La condición subjetiva de todos los juicios es la facultad de juzgar en sí misma o la facultad del juicio» (121; 136-137). En esto se ve por qué la «deducción» del juicio del gusto es «tan fácil»: «No le es necesario justificar la realidad objetiva de un concepto» (124; 141). Del lado de las facultades de conocimiento, este minimalismo excluye la atribución del placer a un sujeto. Induce, al contrario, el análisis de la parte que toman las otras dos facultades, la imaginación y el entendimiento, en el «estado» del pensamiento que es el placer. En efecto, fuera de toda intencionalidad cognitiva, es en su relación de uno con el otro donde reside el matiz de este estado, o en que consiste este estado.

Es lo que hace aparecer la Analítica del juicio del gusto bajo el doble título de su cantidad y de su modalidad. Volveremos al empleo de las categorías para este análisis (1,7-8; 2). Si el gusto no debe caer en la particularidad y en la contingencia de una aprobación empíricamente determinada, debemos poder descubrirle una universalidad y una necesidad, a pesar de su carácter exclusivamente «subjetivo». Conocemos la solución dada a este problema por la Analítica: el juicio sobre lo bello no es inmediatamente universal, pero «atribuye, sinnt… an », «espera, erwartet », «se promete, sichverspricht » (60; 54), inmediatamente la universalidad subjetiva, a título de una « Gemeingültigkeit» , de una validez universal (58; 52). Eso para su cantidad. Y para su modalidad, el juicio del gusto une el «favor», la « Gunst» (55; 47), que la distingue de las otras satisfacciones, a la forma juzgada bella, de una manera necesaria: esta forma no puede no complacer. Pero esta necesidad no puede ser demostrada, ni en consecuencia anticipada por un razonamiento. Ella es llamada «ejemplar, exemplarisch » (77; 78), porque el juicio, en la singularidad de su ocurrencia con ocasión, totalmente contingente, de la forma de un objeto, no hace sino dar «el ejemplo de una regla universal que no se puede enunciar, die man nicht angeben kann » ( ibid ., t.m.). Esta forma no debe poder no complacer.

La cantidad y la modalidad así definidas contravienen significativamente a lo que ellas deberían ser si ellas fueran categorías del entendimiento. Admiten cláusulas restrictivas, si se quiere, que convierten eso en especies de monstruos lógicos. Pero en estas distorsiones es necesario ver precisamente el signo que hemos tratado en los «lugares» de la tópica reflexiva que son modos subjetivos de síntesis, provisorias, o preparatorias de las categorías, tales como las describe el Apéndice a la Analítica de la primera Crítica intitulada Anfibología de los conceptos de la reflexión ( KRV , 232; 309). (Vuelvo a ello más adelante. Para abreviar, designaré este texto bajo el nombre de Apéndice, simplemente). En lugar de lo que será la cantidad de un juicio determinante, la reflexión puede ya comparar datos bajo el «título, Titel » de su identidad o de su diversidad, y en lugar de la modalidad bajo el «título» de su determinabilidad o de su determinación ( KRV , 233, 236-237; 310, 315-316). La distorsión o la monstruosidad que afectan las categorías en medio de las cuales el análisis del gusto procede, resultan del hecho que aquí el movimiento de la anamnesis reflexiva trabaja lo subjetivo a partir de lo objetivo. Si las categorías fueran tales cuales aplicables al gusto, este sería un juicio determinante. (Pero es verdad, e intentaremos comprender por qué, que el juicio que no es determinante tiene necesidad de ser analizado en medio de categorías para aparecer como tal, paradójicamente).

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