LECCIONES SOBRE METAFÍSICA DE LO BELLO
Traducción e introducción de Manuel Pérez Cornejo
Arthur Schopenhauer
Colección estètica & crítica
Director de la colección: Romà de la Calle
|
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial. |
La edición de este volumen ha contado con la colaboración de Jesús Martínez Guerricabeitia.
© De la traducción y la introducción: Manuel Pérez Cornejo, 2004
© De esta edición: Universitat de València, 2004
Producción editorial: Maite Simon
Diseño del interior: Inmaculada Mesa
Fotocomposición y maquetación: Ligia Sáiz
Corrección: Communicao CB
Diseño de la cubierta: Manuel Lecuona
ISBN: 84-370-6021-4
Realización ePub: produccioneditorial.com
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN
1. «EL FILÓSOFO SOBRE EL MAR DE NIEBLA»
2. CRÓNICA DE UN FRACASO UNIVERSITARIO
3. «HAY QUE SER EL QUE SE ES...»
4. ADVERSUS HEGEL
5. LAS LECCIONES SOBRE METAFÍSICA DE LO BELLO
6. NOTA SOBRE LA PRESENTE EDICIÓN
LECCIONES. SOBRE EL CONCEPTO DE LA METAFÍSICA DE LO BELLO
II. Sobre las ideas
Comparación de las doctrinas de Platón y Kant
III. Sobre el correlato subjetivo de la idea
Conocimiento sometido al principio de razón suficiente
El sujeto puro del conocimiento
IV. Diferencia entre la idea y su manifestación
Panorama general sobre el curso del mundo
V. Contraposición entre ciencia y arte (Ciencia y arte)
VI. Sobre el genio
VII. Sobre el fin de la obra de arte
VIII. Sobre el componente subjetivo del placer estético
IX. Sobre la impresión de lo sublime
X. Sobre el componente objetivo del goce estético, o de la belleza objetiva
XI. Sobre la arquitectura y el arte de canalizar las aguas
XII. Arquitectura de jardines y pintura de paisaje
XIV. Pintura de historia y escultura (con un apunte sobre la belleza, el carácter y la gracia)
Sobre la gracia
Sobre el carácter
XV. Sobre la relación entre la idea y el concepto. Crítica de la alegoría
La alegoría
XVI. Sobre el arte poético
XVII. Sobre la música
COL·LECCIÓ ESTÈTICA & CRÍTICA
INTRODUCCIÓN
1. «EL FILÓSOFO SOBRE EL MAR DE NIEBLA»
...la vida es un tormento, Un engaño el placer...
ESPRONCEDA, A Jarifa en una orgía
Cuando comparamos los retratos de juventud de Arthur Schopenhauer con aquellos otros, más conocidos, en los que se yergue ante nosotros un anciano de rostro escéptico, irónico y desconfiado, nos viene inevitablemente al pensamiento la idea de que son tan distintos que podrían corresponder a dos individuos completamente diferentes. En los primeros aparece el prototipo del joven romántico, con una nota de orgullosa exaltación y de melancolía en los ojos; los cuadros de senectud, en cambio, podrían describirse perfectamente con una sola palabra: «desengaño».
Desde luego que ambas imágenes se refieren a la misma persona: por eso transmiten perfectamente la evolución que experimentó a lo largo de su vida el espíritu del filósofo. Schopenhauer nunca fue un ingenuo, y desde muy pronto hizo gala del talante pesimista y desilusionado que luego no se cansaría de predicar en sus obras; pero, como muestran los mencionados retratos, cabe afirmar que aquello que en su juventud sólo presentía de manera más o menos aproximada o teórica, pudo verlo confirmado posteriormente de forma personal a lo largo de su existencia, a saber: que, lamentablemente, en este mundo la vulgaridad, el fraude, la incompetencia y la mediocridad suelen triunfar siempre sobre lo excelso, verdadero y grande; estas últimas cualidades, si alguna vez son apreciadas en su auténtico valor, siempre son reconocidas demasiado tarde, cuando aquel que las encarnaba se encuentra al cabo de sus fuerzas, o simplemente ya ha fallecido.
Su iniciación en los misterios del dolor y la desilusión fue muy temprana, hasta el punto de que podemos considerar al Schopenhauer adolescente como un auténtico «experto» en reveses y contrariedades: primero, la pugna con su padre, quien le presionaba para que le sucediese en sus negocios comerciales (por cierto: ¿se ha pensado alguna vez hasta qué punto el contacto con los sucios entresijos del capitalismo condicionó la lúgubre visión del mundo del futuro filósofo?); [1]luego, el suicidio de su progenitor, golpe siempre terrible para un muchacho especialmente reflexivo como él era; por último, el choque con las veleidades literarias de su madre, quien, desde su traslado en 1806 al círculo del gran Goethe en Weimar, le dejó prácticamente solo. Realmente parece demasiado, incluso para una persona que no hubiese tenido el talento y la sensibilidad que caracterizaban al joven Arthur.
Sin embargo, todo ese sufrimiento, filtrado por su gran inteligencia, se mostraría sumamente «útil» para el ulterior desarrollo del pensamiento de nuestro filósofo: en efecto, entre 1809 y 1811 Schopenhauer –seguramente impulsado por los padecimientos descritos– experimenta una suerte de despertar intelectual, de «iluminación», que le lleva a comprender, no sólo que la vida es mala y cruel, sino también que el único sentido que cabe darle a nuestra existencia es precisamente tratar de entender por qué tiene que imponérsenos de tan terrible manera. Una amarga confesión íntima a Wieland, realizada por esas fechas, durante una de sus estancias en Weimar, da indicios de que aquel muchacho taciturno ya había dado el salto hacia el abismo, enfrentándose allí cara a cara con una verdad estremecedora: « La vida –le dice melancó licamente Schopenhauer al perplejo poeta– es un asunto deplorable; me he propuesto pasar la mía reflexionando sobre este tema. [2]
La tarea que Schopenhauer se impuso desde su juventud no fue otra, por tanto, que asumir el sufrimiento inherente a la existencia y aprender a superarlo; mas ¿cómo conseguirlo? Schopenhauer encontraría la respuesta a esta pregunta analizando otra experiencia íntima, no menos intensa y profunda que la anterior: había comprobado, efectivamente, que la vida es dolor y desengaño; pero, al mismo tiempo, también le parecía evidente que, entre tanta miseria y mezquindad, la existencia sólo se hace soportable gracias a los breves momentos que consagramos a aquellas actividades que de algún modo trascienden las limitaciones que nos imponen el tedio de la vida cotidiana y la opresión de un mundo rutinario y vulgar, permitiéndonos atisbar por un instante un ámbito espiritual superior y más digno. Impulsado por esta certeza, en una nota fechada entre 1809-1810 escribe: «Si descontamos de nuestra vida los cortos intervalos que nos procuran cosas tales como la religión, el arte o un amor puro, ¿qué nos queda salvo una serie de trivialidades?». [3]Es verdad que, con el paso de los años, y tras sucesivas decepciones, Schopenhauer introduciría notables modificaciones en esta relación, precisando que esos fugaces latidos de felicidad provienen más bien del contacto con la naturaleza, de las lecturas filosóficas o literarias, de la contemplación de obras de arte y, sobre todo, del disfrute de la música; la religión y el amor, en cambio, se descolgaron rápidamente de la lista, y fueron sustituidas por otras experiencias, como la compasión y la renuncia mística al mundo; pero el núcleo esencial de la certidumbre alcanzada calaría hondo en la mente del incipiente filósofo, permaneciendo en lo sucesivo inmutable.
Читать дальше