Los últimos actos de la Segunda Guerra Mundial deben considerarse emblemáticos en este sentido. La explosión de bombas de enorme potencia, realizada gracias a una iniciativa industrial sin precedentes, dejó en claro la importancia del control tecnológico de las fuentes de energía 9. Así, después de la Segunda Guerra Mundial, todo ambicioso programa de desarrollo industrial tuvo que competir con los estándares impuestos por el “Proyecto Manhattan”, lo que obligó a los promotores públicos y privados a intensificar la explotación de los recursos naturales con fines productivos.
En este marco también se inscribe el plan impulsado por la Empresa Nacional del Petróleo (ENaP) para crear, a partir de 1948, las infraestructuras necesarias para la extracción de los hidrocarburos descubiertos en los campos chilenos de Tierra del Fuego 10. Un poblado residencial, como Cerro Sombrero, es el principal centro habitado que atiende las plantas de extracción, depósitos de almacenamiento y redes trazadas para el transporte de combustibles fósiles hacia el norte del país. En este pequeño asentamiento, un grupo de talentosos diseñadores estuvo en condiciones de elaborar el plan urbanístico y los proyectos arquitectónicos gracias a los cuales, entre 1958 y 1961, se levantaron los barrios destinados a los trabajadores y empleados, con nuevo equipamiento comunitario 11. Aún hoy, estos edificios y estos espacios abiertos representan elocuentemente un claro ejemplo del servicio que la arquitectura moderna ofrecía a las comunidades de «pioneros» comprometidos en territorios fronterizos durante las etapas más avanzadas de industrialización 12.
Figura 1. Plaza Cerro Sombrero.
Figura 2. Cine Cerro Sombrero.
Figura 3. Escultura en plaza Cerro Sombrero.
Figura 4. Iglesia católica en Cerro Sombrero.
Figura 5. Estación de bencina en Cerro Sombrero.
Lo “sublime tecnológico” entre el poder y la belleza
Netas de importantes diferencias históricas, económicas y sociales, las estructuras e infraestructuras construidas por la ENaP en Tierra del Fuego evocan la configurada para las “ciudades del salitre”: los asentamientos mineros fundados en las zonas desérticas del norte de Chile a partir de la segunda mitad del siglo XIX 13. Tanto en las costas del estrecho de Magallanes como en el desierto de Atacama, la elección de crear el hábitat adecuado para albergar a las respectivas comunidades de trabajadores tuvo que enfrentarse a una combinación típica de la experiencia espacial “pionera”: aislamiento y falta de hospitalidad.
La elección de diseñar en lugares aislados y hostiles presupone tanto un acto de sumisión como de rebelión: ambos son dependientes de la compleja relación que une la arquitectura con las manifestaciones del poder.
Al abordar este tema sin rodeos, Deyan Sudjic estigmatizó la dependencia de los diseñadores de la ocupación principal de los poderosos 14. Quienes ejercen la profesión de arquitecto no pueden, de hecho, eximirse de transformar las cuotas de poder económico, político y social de sus clientes en objetos construidos. Así, los arquitectos e ingenieros aceptan diseñar la parte del mundo en la que están llamados a lidiar desde una posición subordinada, lo que limita su libertad y autonomía. Aunque ciertamente no es nueva, esta condición se pone de manifiesto dramáticamente en la situación actual, que registra la afirmación cada vez más rápida de las reglas impuestas por la versión financiera del capitalismo, más cínicas y vinculantes que aquellas sobre las que anteriormente se establecían las relaciones entre clientes y profesionales del proyecto 15.
Unas décadas antes de que Sudjic expresara su tesis, dos alumnos de Ernesto Nathan Rogers, Ezio Bonfanti y Giancarlo De Carlo, habían señalado el principal riesgo de “condenación” de la arquitectura en la subordinación al “principio hegemónico” del capitalismo industrial 16.
Para escapar de este destino, muchos autores modernos y contemporáneos han intentado hipotecar, mediante teorías y proyectos experimentales, el futuro del hábitat humano, con el objetivo de evitar las manifestaciones desoladoras y distópicas de los resultados del capitalismo industrial, primero, y del financiero, a continuación 17.
La rebelión de la cultura arquitectónica contra las formas de poder a menudo se ha agotado en acciones retóricas, encaminadas a promover los principios formales y lingüísticos de la modernidad entre el público en general y los clientes potenciales en particular. Frente a las contradicciones implícitas en los procesos de asentamiento, la “bella” escritura de las nuevas obras arquitectónicas se ha convertido así en la principal aspiración de la cultura arquitectónica, casi siempre dispuesta a transigir con el poder. Como en el pasado reciente, en el presente son demasiados los diseñadores que continúan considerando la búsqueda de la “belleza” como un mero sustituto de la vocación política, cada vez más efímera de la arquitectura. Lamentablemente, este retroceso estético casi nunca se expresa con la fuerza adoptada en otros campos de la cultura y el arte. En los mismos años en los que no pocos “pioneros de la arquitectura moderna” se postraban ante los clientes industriales, Virginia Woolf esperaba un “regreso al griego” como antídoto al malestar causado por sentirse “cansada de la vaguedad, la confusión” y “de nuestra época” 18. Permaneciendo en el campo de la literatura, Tzvetan Todorov ha mostrado cómo el intento de “salvar el mundo” a través de la “belleza”, que une a Oscar Wilde, Rainer Maria Rilke y Marina Tsvetaeva, ha distorsionado, de manera trágica y emocionante, sus biografías 19.
Para representar el éxtasis y el abismo, subyacentes a las manifestaciones absolutas de la “belleza”, la estética ha formalizado la categoría de lo “sublime”, que en latín indica literalmente lo que “yace debajo” (“sub”) del “límite” (“limen”). El enfoque progresivo de la infracción de una frontera es probablemente la imagen que inspiró a David E. Nye cuando acuñó la fórmula “sublime tecnológico” para connotar aquellas obras de la sociedad industrial cuyos efectos emocionales son comparables al resplandor de una erupción volcánica o al rugido de una inmensa cascada 20.
El trabajo como obra de arte
Desde un mirador privilegiado, como es Tierra del Fuego, la lista elaborada por Nye, que ya cuenta con presas, puentes, ferrocarriles, rascacielos, plantas para la construcción de bombas nucleares y vehículos espaciales, podría ampliarse para incluir también las grandes plantas para la extracción de energía y la compleja red que permite su transformación.
Enigmática e inquietante, este tipo de arquitectura del trabajo debe ser objeto de una atención específica por parte de quienes estudian el patrimonio industrial, especialmente en una época en la que parece urgente contribuir a la adquisición de una “conciencia ecológica” más madura a esa exhibida por los pioneros del Movimiento Moderno. En esta dirección, se podría dar un paso significativo al reflexionar sobre la amplitud semántica de la palabra “trabajo”.
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