Bien podríamos preguntarnos por qué, si las universidades tuvieron tanto éxito en la educación de la gente, sus millones de alumnos no se levantaron para detener el calentamiento global provocado por el hombre.
Una de las cosas más difíciles de ser académico y científico del clima en este siglo no es sólo la disminución de la financiación para la educación superior. No, lo que en realidad dolió fue que la opinión pública y los políticos, las mismas personas que habían entregado nuestro país a los negacionistas del clima y cuyo apoyo necesitábamos, se volvieran contra la clase educada en general y contra los científicos en particular. Nos convertimos en los villanos, las víctimas sobre las que dejaron caer todas las culpas. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de la gente, cuando mis hijos me preguntan qué hice para tratar de detener el calentamiento global provocado por el hombre, yo sí puedo responderles. Mis colegas científicos y yo lo intentamos, pero fracasamos. Eso es mejor que ni siquiera haberlo intentado.
¿Cómo afectó el calentamiento global a su ciudad natal de Santa Bárbara?
La ciudad se encuentra entre el canal de Santa Bárbara al sur y, a sólo unas millas al norte, las montañas de Santa Ynez. Recuerdo a un amigo que practicaba surf por la mañana y, sólo para demostrar que podía hacerlo, se subía a su auto y se dirigía a las montañas y esquiaba por la tarde. El distrito comercial estaba cerca de la costa y las residencias se encontraban tierra adentro, de modo que la ladera ascendente les brindaba a muchos residentes de Santa Bárbara una vista maravillosa de la ciudad y de las Islas del Canal. Es raro verlas ahora debido al humo de los incendios forestales, aunque ha comenzado a disminuir a medida que quedan menos hectáreas por arder.
Conforme avanzaba este siglo mortal, lo que había sido una gran atracción se convirtió en amenaza. Las montañas y la playa empezaron a parecer los dientes de un tornillo que exprimía la vida de Santa Bárbara, obligando a la ciudad a librar una guerra en dos frentes, por lo general una batalla perdida. Permítame comenzar con el mar, luego hablaré sobre el fuego.
En 2012, la ciudad de Santa Bárbara encargó un informe para evaluar su nivel de vulnerabilidad ante el aumento del nivel del mar a finales del siglo xxi. El informe predijo que el nivel del mar podría aumentar para entonces 6.5 pies [2 metros], el extremo más alto de tales proyecciones y algo que los negacionistas del clima ridiculizaron. Pero la proyección resultó ser precisa.
La costa de California es diferente del litoral atlántico, donde es principalmente playa desde Nueva Jersey hasta Cayo Hueso. Aquí tenemos nuestras playas, pero también acantilados e incluso montañas frente al mar, como en Big Sur. Por lo tanto, tuvimos que preocuparnos no sólo por perder nuestras playas debido a un aumento en el nivel del mar, sino también por las altas temperaturas del agua y las tormentas más fuertes, que desencadenaron más erosión, socavaron e hicieron que retrocedieran los acantilados marinos, con lo que las casas construidas en ellos se derrumbaron. La erosión de los acantilados marinos siempre había sido un problema en Santa Bárbara, pero este siglo ha visto cómo la situación empeora dramáticamente. En la mayor parte del mundo, vivir en tierras altas era una protección contra las inundaciones, pero si la casa estaba en un acantilado costero, entonces había un problema peor del que preocuparse.
El informe de 2012 abarcó el peligro de la erosión de los acantilados y las inundaciones, y proyectó cada uno hacia 2050 y 2100. Es triste volver atrás y leer ese informe ahora, como lo hice para preparar nuestra entrevista, y ver qué tan precisa fue su advertencia y cuán sólidas eran sus recomendaciones. Estoy seguro de que no soy la única persona que ha entrevistado que se ha preguntado si hay algo en nuestra especie que nos impida actuar, sin importar cuán clara sea la advertencia, cuando el peligro pronosticado se encuentra en el futuro. Tal vez el defecto fatal del Homo sapiens sea que no hacemos nada hasta que es absolutamente necesario, y para entonces a menudo es demasiado tarde.
Algunas partes del campus universitario y la cercana Isla Vista, donde vivían muchos estudiantes, se construyeron sobre acantilados marinos. Incluso en la época de mi abuelo, cuando una sección del acantilado se derrumbaba, se llevaba consigo las casas de arriba. Pero desde entonces, el nivel del mar, la altura de las olas y la frecuencia de las tormentas han aumentado, con lo que se ha acelerado la tasa de erosión. El informe proyectaba que el retroceso de los acantilados podría alcanzar los 160 pies [49 metros] para 2100, pero ya ha alcanzado los 200 pies [61 metros]. Gran parte de Isla Vista se ha vuelto inhabitable y varios edificios del campus cerca de los acantilados se han venido abajo.
Un vecindario deseable de Santa Bárbara era Mesa, cerca del centro y del Santa Barbara City College. Muchas casas estaban a 50 pies [15 metros] de los acantilados. Se proyectó que el borde del acantilado de Mesa retrocedería 525 pies [160 metros] para 2100, lo cual parece ser exacto, y esto hace que ahora el distrito sea inhabitable.
El informe también analizó las inundaciones y el efecto de las tormentas de cada cien años, que ahora se producen cada veinticinco, que elevan sobre 5 pies [1.5 metros] el nivel del mar. Pronosticó con precisión que el aeropuerto de Santa Bárbara, partes del campus del City College y la sección más baja de la ciudad al este del centro, tierra adentro, a quince calles de la costa, se inundarían cada pocos años. Tienen, dejando fuera las plantas de desalinización y de tratamiento de residuos, al refugio de aves y al muelle Stearns en el mismo proceso.
¿Qué pasa con la amenaza proveniente de la otra dirección, de las montañas?
La disposición particular de la tierra y el mar en Santa Bárbara, y su ubicación en la costa de California, la someten a dos tipos diferentes de vientos peligrosos que pueden avivar los incendios. Los sundowners , vientos marinos del norte, se originan debido a las diferencias en la presión del aire entre las montañas y el mar. Se precipitan por las laderas desde la cresta de las montañas de Santa Ynez hacia el océano. A medida que el aire desciende, se calienta, se seca y fluye más rápido, lo que hace que sea casi imposible defenderse de los incendios resultantes. Cuando las laderas se incendiaban, lo cual sucedía cada vez con mayor frecuencia, los residentes de Santa Bárbara escuchaban en las noticias que los bomberos debían esperar hasta la noche para que amainaran los vientos. Por supuesto, para entonces las casas se habían quemado. Los del otro tipo, los famosos vientos de Santa Ana, también son cálidos, secos y descienden por las pendientes, pero provienen de la Gran Cuenca y afectan un área mucho mayor. A veces llegaban los vientos sundowners y luego, unos días después, los vientos de Santa Ana aparecían para terminar el trabajo.
Entre 1955 y la década de 2020, más de 400,000 hectáreas se quemaron en el condado de Santa Bárbara en incendios importantes, lo que equivale a 41 por ciento de su superficie total. Y quince de esos veinte incendios ocurrieron a partir de 1990. El incendio Thomas, en diciembre de 2017, consumió 115,000 hectáreas, lo que lo convierte en el más grande en la historia del estado. Luego, para el verano siguiente, se produjo el incendio del Complejo Mendocino en el norte, que quemó 186,000 hectáreas, rompiendo el récord estatal en seis meses. Y recuerde que esto fue cuando el calentamiento global apenas comenzaba, cuando los negacionistas todavía afirmaban que los incendios forestales estaban ocurriendo porque el Servicio Forestal de los Estados Unidos se rehusaba a limpiar los escombros y los árboles muertos que proporcionaban el combustible.
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