La siguiente vez que hablo con la señora Mercierya se encuentra en su casa, en París.
De camino a casa, pasé por el valle del Loira, una región que solía producir algunos de los vinos más destacados del mundo: Chinon, Muscadet, Pouilly-Fumé, Sancerre, Vouvray y otros. Todos desaparecieron. El problema era que a medida que subían las temperaturas, las uvas maduraban antes, lo que ocasionaba que aumentara su contenido de azúcar y bajara su grado de acidez. Estas uvas producen un vino más grueso, con un mayor contenido de alcohol. Si las temperaturas sólo hubieran subido uno o dos grados, si nos hubiéramos quedado por debajo del punto de ruptura de los niveles de dióxido de carbono, entonces, un vino de Vouvray todavía habría sido bebible, aunque no hubiera conservado el mismo sabor. Quizás un experto incluso podría haberlo reconocido como una variación de un vino de Vouvray. Pero la temperatura ha subido 9 °F [5 °C]. Las uvas de vinificación no crecerán ahora en el valle del Loira y la industria aquí, como en el resto de Francia, está extinta. Si quieres vino, debes acudir al antiguo Reino Unido o a Escandinavia.
Ahora mismo estoy parada a la sombra del Arco de Triunfo, a media tarde del primero de julio de 2084. Es una suerte que esté a la sombra, porque la temperatura es de 115 °F [46 °C]. Permanecer expuesto a la luz solar directa en este calor durante más de unos minutos es garantizar la insolación. Alrededor, sólo observo un puñado de vehículos en movimiento. Hay poca gente en la calle. Incluso de noche, hace demasiado calor para sentarse al aire libre, ya que se libera el calor absorbido durante el día por el acero y el hormigón de París. La Ciudad de la Luz se ha convertido, como tantas otras, en la Ciudad del Calor, y sus cafés al aire libre son sólo un recuerdo.
Desde París, nuestra reportera viaja a Calais por el canal de la Mancha.
De camino aquí, viajar fue tan difícil que estuve a punto de rendirme y regresar a París. En poco tiempo, nadie podrá hacer un viaje como éste de forma segura. Así como Gibraltar era el punto de entrada natural a Europa para los africanos que intentaban moverse hacia el norte para escapar del calor mortal, Calais, a sólo 20 millas [32 kilómetros] a través del canal desde Dover, ha sido el punto de salida natural para quienes intentan llegar a los climas más fríos del antiguo Reino Unido. En la década de 2020, los británicos querían reducir la inmigración legal e ilegal. Durante un tiempo cumplieron su deseo, pero a fines de la década de 2030, el número de inmigrantes ilegales que llegaban al antiguo Reino Unido comenzó a incrementarse y se ha mantenido en aumento. La función principal de Calais ahora es atender esa migración ilegal. Así como vi pocos españoles en el sur de España, la mayoría de las personas con las que veo y hablo en Calais no son franceses ni británicos, sino árabes, africanos, sirios y eslavos. Parece ser que lo único que tienen en común es que vienen de alguna otra parte y que están decididos a llegar a los acantilados de Dover. Algunos migrantes intentan atravesar a nado el canal, pero pocos sobreviven. El tumulto aquí me recuerda a una escena de los viejos noticieros en la que se mostraba el caos en la Caída de París, cuando los alemanes se acercaban y los parisinos corrían dispersándose por todos lados.
En el puerto de Calais, veo una recreación de otra escena de la Segunda Guerra Mundial: la fuga de la Fuerza Expedicionaria Británica de Dunkerque, en cientos de embarcaciones de todo tipo. Ahora el agua está llena con otra mezcla de barcos, abarrotados hasta sus barandillas con personas que se dirigen a la tierra prometida de Inglaterra, donde los operadores de contrabando los recibirán… o al menos, ésa es su esperanza.
Había pensado que conseguiría un pasaje en uno de esos barcos e informaría desde Inglaterra, pero me encuentro completamente derrotada y deprimida por lo que hasta ahora he visto. Je me rends . *
* En francés en el original, “Me rindo”. (N. del T.)
Steve Thompson, nacido y criado en Phoenix, es un ingeniero hidráulico de 72 años que alguna vez trabajó para el Proyecto de Arizona Central. Se mudó a Saskatchewan y se convirtió en ciudadano canadiense antes de la Guerra Canadiense-estadunidense.
Steve, ¿cuándo llegó tu familia a Arizona?
Mis bisabuelos se mudaron a Phoenix justo después de la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que muchas otras familias de exmiembros del servicio, todos siguiendo el sueño americano. Y en general, lo encontraron.
A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado y durante un tiempo en éste, la demanda de vivienda en Phoenix mantuvo en marcha el auge inmobiliario, y eso permitió que todo lo demás siguiera en auge también. La gente disfrutaba de la buena vida y se olvidaba de que vivía en un desierto que sólo recibía 8 pulgadas [200 milímetros] de lluvia al año.
En realidad, la mayoría de la gente no tenía idea de dónde provenía el agua que salía de sus grifos. Es posible que supieran que había algo llamado Proyecto de Arizona Central, que traía agua del lago Mead por la parte baja del río Colorado hasta Phoenix. Pero ¿de dónde sacaba el agua el río Colorado? Del derretimiento de los campos de nieve en las laderas occidentales de las Montañas Rocallosas, a muchos cientos de millas de distancia. Si algo cambiaba la cantidad de nieve que caía en las Montañas Rocallosas o el momento de la temporada de deshielo, Phoenix podría tener serios problemas. Pero nadie se preocupaba por eso. A principios de siglo, los responsables de la planificación del centro de Arizona pensaban que la población aumentaría a casi siete millones de personas para 2050. En retrospectiva, ésa era una suposición ridícula. Cuando mis bisabuelos se mudaron aquí, en 1950, Phoenix tenía sólo alrededor de cien mil personas. El año en que nací, 2012, tenía un millón seiscientas mil. Ahora ha vuelto a bajar y se dirige de nuevo a cien mil. E incluso tal vez eso sea demasiado.
Hasta la década de 2020, todo parecía mejorar en Phoenix. Claro, a lo largo de la década de 2010 se había vuelto más caluroso año con año, pero todos nuestros edificios tenían aire acondicionado, así que nos quedábamos en el interior durante la mitad de los días de verano. En realidad, nunca pensamos en cómo nos las arreglaríamos si había escasez de energía que nos impidiera encender nuestros aires acondicionados cuando quisiéramos. No consideramos adecuadamente que si el Colorado se agotaba, algo que los científicos del clima pronosticaban que ocurriría con el calentamiento global, habría menos agua haciendo girar las turbinas en las presas Hoover y Glen Canyon, y menos energía eléctrica. Por lo tanto, si teníamos una sequía lo suficientemente grave, también tendríamos escasez de energía.
¿Cuándo se dio cuenta de que las cosas habían cambiado?
Creo que puedo precisar hasta la hora, es el recuerdo más vívido de mi vida. Tenía 15 años, así que debió ser 2027. Era una mañana calurosa de verano y mi madre fue a la puerta porque alguien había tocado; se encontró a dos hombres parados allí, uniformados. Uno tenía una Smith & Wesson .38 especial atada a su cadera; el otro llevaba una caja de herramientas. Esa pistola me impresionó mucho. Ambos llevaban insignias del departamento de agua de la ciudad. Como parte de un programa en toda la ciudad, habían llegado a instalar una válvula de control remoto que limitaría la cantidad de agua que mi familia podría usar en un periodo de veinticuatro horas: 75 galones [284 litros] por persona. Cuando llegáramos a ese límite, la válvula se cerraría de manera automática y ya no obtendríamos más agua sino hasta las 12:01 a.m. del día siguiente. Por supuesto, el departamento de agua y los periódicos y la televisión habían advertido que se avecinaba el racionamiento, pero el impacto completo de esto no afectó a nuestra familia hasta que esos dos hombres aparecieron en nuestra puerta.
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