Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor
Здесь есть возможность читать онлайн «Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Quédate conmigo, por favor
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Quédate conmigo, por favor: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Quédate conmigo, por favor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Quédate conmigo, por favor — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Quédate conmigo, por favor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
«No lo has hecho».
Me tomé un café.
«Que vomitaste después».
Aparto a mi subconsciente de un manotazo imaginario.
—¿De qué hablabais? —pregunto.
—He hecho una lista de las tiendas que vamos a visitar. Solo tenemos tres horas hasta que cierren.
—¿En algunas se puede comprar zapatos? —Eso salvaría la tarde.
—Por supuesto ¿por quién me tomas? Os voy a poner tan guapas que no os reconocerán.
—¿Nos estás llamando feas? —Berta sonríe mientras deja la Coca Cola sobre la mesa.
—No. Sois dos bellezones, pero no os lo toméis a mal, podéis sacaros mucho más partido. Gastar un poco de dinero en ropa no os vendría nada mal. —Y se queda tan pancha. Creí que le gustaba mi ropa, me halaga a menudo.
Miro a mi amiga y rompemos en carcajadas. El día está siendo una mierda, sin embargo, la comida resulta de lo más divertida. Pido un montadito de lomo ibérico y una botella de agua y hablamos sobre las virtudes que sí tenemos.
«Algunas serán».
—Por cierto —interrumpe mi ayudante—, me ha dicho Raúl que te acompañará a la fiesta. —Victoria asiente feliz.
—No sabía que podíamos llevar acompañante—El camarero pone el agua y una copa ante mí.
—Lo indican en la invitación. —Se encoge de hombros—. siempre ha sido así. ¿Llevaréis a alguien? —Creo que se arrepiente al instante de lanzar la pregunta. Agacha la cabeza y pincha una zanahoria.
—Puedes invitar a Roberto —hago como la que no se hunde en el asiento y tiene ganas de ahogarse con la botella de Font Vella,– no sería imposible, en un capítulo de CSI dijeron que solo necesitas un centímetro de agua para morir ahogada. Esta información me dejó impactada–.
—¿Yo? Estás loca. —Berta me mira con recelo.
—Venga. Seguro que dice que sí.
—Casi no lo conozco.
—Es muy buen tío. —Lo vendo bien.
Le enumero una a una todas las virtudes del que considero casi mi hermano mientras terminamos de comer.
Suena el teléfono y descuelgo sin mirar quién llama mientras entro en mi despacho.
—¿Sí?
—Hola, Dani. —Es Fernando.
—Hola, disculpa que no te haya llamado. —Dejo el bolso sobre la mesa esperando que no me recrimine la de llamadas que he ignorado.
—Entiendo que tengas reparos en formalizar la documentación, pero no te portes como una cría. Estás obligada a aceptar lo que nuestros padres dejaron para ti. —Me regaña con tono de hermano mayor responsable y cumplidor.
—Papá y mamá no me dejaron cuatro millones de euros. —Me sigue sorprendiendo ser dueña de tal cantidad de dinero—. Juraría que has sido tú —contesto a la defensiva.
—No tengo ganas de discutir contigo. Apunta esta dirección.
Suspiro. Cojo un post-it rosa y me preparo. Escribo lo que dice sin saber cuál es el fin.
—Nos vemos mañana a las diez allí. Te presentaré a mi asesor financiero. Te aconsejará qué es lo mejor.
—¿No lo puedes hacer tú? O… quédatelo. No lo quiero.
—Hasta mañana —ignora mi último intento de seguir siendo pobre.
Dejo el teléfono sobre la mesa y el almuerzo me sube hasta la garganta. Corro hacia el baño y vomito toda la comida. Enterita. Un jabalí de los de Obélix completo. Me lavo la cara y, blanca como las paredes de parte de esta planta, bajo hasta la cafetería dos pisos más abajo. Descarto el ascensor y opto por las escaleras. No me apetece que me vean convertida en fantasma de la ópera al que se le ha corrido el rímel. Desciendo los escalones de dos en dos hasta que resbalo y planto las posaderas en el suelo.
¡Ay!
Miro hacia arriba y me encuentro un semblante demasiado serio acompañado de un traje Armani negro de dos piezas, corbata del mismo color y camisa blanca. Lo he visto hace escasas dos horas, sin embargo, desde aquí abajo impone mucho más. Mmm. Me lo comería a bocaditos. Despacito. Empezaría por el cuello, bajaría por su pecho, su torso, vientre, oblicuos… le lamería la polla desde la base hasta la punta…
«Necesitas echar un polvo».
Estoy de acuerdo.
Alejandro me coge de las manos y me levanta dejándome frente a él. Siento el latir de su corazón muy cerca del mío. Palpita con fuerza, pero no está nervioso. Yo, en cambio, soy un manojo de nervios.
—Podrías tener más cuidado. Has estado a punto de rodar por las escaleras. —Mierda de tono cabrón que me pone a cien. Es curioso que no me moleste cuando me regaña y, en las mismas circunstancias, sí me incomoda que lo haga Fernando.
Querrá decir que el escalón ha estado a punto de tirarme por las escaleras. Mi equilibrio era perfecto hasta que «apareció» delante de mí. ¡Mi vida transcurría tranquila hasta que Alejandro surgió de la nada como un huracán!
—Coge el ascensor la próxima vez. Es más seguro.
—¿A qué te refieres? Estamos en el piso 212, si alguna vez se descuelga, la muerte está asegurada. —Dramatizo. No es que piense que eso vaya a ocurrir, pero ha hecho ademán de irse y no quiero. Huele demasiado bien.
—Aquí no hay cámaras de seguridad.
Frunzo el ceño. No tengo ni idea de por qué eso me debería importar.
Me mira.
Lo miro.
No hay cámaras de seguridad…
Comienza a hacer calor.
Mucho calor.
El ambiente se vuelve más denso, las rodillas me flaquean y mis ojos brillan reflejados en los suyos. Ahora mismo me agacharía, le abriría la bragueta y lo haría correrse en mi boca. Ya lo he comentado antes ¿no? Sí, salida perdida.
Ninguno de los dos dice nada. Escuchamos la puerta de arriba cerrarse y unos pasos bajar con rapidez a nuestro lado. Una mujer muy atractiva lo saluda cordial y sale por el piso inferior.
—Será mejor que me vaya. —Lo rodeo y lo dejo atrás. Y él me deja marchar, he de decirlo. Porque todos sabemos que con solo una palabra o un gesto mi cuerpo deja de hacerme caso para rendirse a sus pies.
La cafetería parece el desierto de Gobi. Ni un alma en sus mil quinientos metros cuadrados. No exagero sobre su enormidad. Rodeada de cristales, muestra la ciudad a vista de pájaro. Imagino que todas las plantas se asemejan. Y lo del desierto lo digo también por la cantidad de arena que hay por todas partes. El motivo, parte del bar se encuentra en obras. Un hombre con un mono azul pasa por mi lado cargado de trastos y me da un pequeño empujón. Ni disculpa ni nada. ¡Viva la educación! Me acerco a la barra y pido una caña de chocolate. La atenta camarera me la ofrece y, al pagar, descubro que me he dejado el bolso arriba. Palpo mi ropa y busco un posible escondite de monedas sueltas. A punto de pedir disculpas, alguien deja un billete de cinco euros sobre la barra justo a mi lado. Levanto la cabeza y me encuentro con Álvaro.
—Gracias —sonrío.
—No lo hago por ti. Es la última. Tendremos que compartirla. —Tuerce la boca en un gesto que dice muchas más cosas de las que me gustaría.
—No comparto mi dulce.
—Prácticamente es mío. Lo he pagado yo.
Bufo.
—Trato hecho —claudico. Mi vida por un poco de chocolate.
La cojo, abro el plástico y le ofrezco la mitad.
—Sentémonos un rato.
—Tengo mucho trabajo.
—Te doy unos minutos de descanso —sonríe.
Cruzamos hasta una zona limpia donde los albañiles no han empezado a trabajar y nos sentamos frente a frente. Unos plásticos blancos cuelgan desde el techo hasta el suelo. Diferencian el desierto de Gobi de la Casa Blanca. El salón presidencial debe estar tan limpio como esto.
—Tienes un poco de chocolate aquí. —Con un dedo limpia la comisura de mis labios y se lo lleva a la boca.
En un gesto casi progresivo aparto la cabeza y termino de retirar el chocolate yo misma.
—Supongo que quieres hablar. —Voy al grano. Está siendo un día demasiado largo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Quédate conmigo, por favor»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Quédate conmigo, por favor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Quédate conmigo, por favor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.