Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor
Здесь есть возможность читать онлайн «Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Quédate conmigo, por favor
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Quédate conmigo, por favor: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Quédate conmigo, por favor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Quédate conmigo, por favor — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Quédate conmigo, por favor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Gracias por acompañarme. —Me despido de Alejandro en la puerta de la clínica.
—Te voy a llevar a casa.
—Ya has hecho mucho por mí. Prefiero volver sola.
—Es tarde. Sube —Vuelve a ordenar.
Me mira. Quiere decirme que no tiente a la suerte.
Lo miro. Me gustaría decirle…
«Que te lo coma todo» , termina mi subconsciente.
Pufff…
Puf.
Puf.
Lo hago. No me apetece discutir. Se sienta frente a mí y le dice al chófer que me lleve a casa. No especifica la dirección, Carlos sabe exactamente dónde vivo. La noche ha caído y luces de todos los colores alumbran Madrid. Los cristales tintados de la limusina no imposibilitan que la radiante luz de esta ciudad lo traspase. Respiro y me doy cuenta de una cosa. No estamos juntos y él ha decidido no acordarse de mí. Me desespera su cabezonería y me frustra no poder acercarme a él, sin embargo, tengo que admitir que no desearía estar ahora mismo en ningún otro lugar que sentada sobre el cuero de su limusina. A su lado. Me siento bien. Casi como si flotara…
—¿Te duele? —Me saca de mi ensimismamiento.
Miro la mano vendada y la dejo sobre mi regazo.
—Bastante menos. Tengo que agradecértelo a ti.
—Y a los analgésicos. —Levanta levemente el labio de un lado tratando de distender el ambiente.
—Sí, desde luego. —He tenido que inventar mil excusas para evitar que me metieran chutes y chutes de medicamentos varios en vena. Solo un poco de paracetamol para el dolor que no me ha sentado demasiado bien, o sí. Vuelo como si me hubieran metido alguna droga de las buenas.
«¿Volvemos a pasar palabra?»
Por supuesto.
—Tengo sueño —susurro y cierro los ojos. Me pesan los párpados y todo el cuerpo. No lo puedo controlar. Ni siquiera entiendo por qué lo he dicho. Estoy con Alex y eso me tranquiliza. Unido a un poco de paracetamol, viajo a un estado de inconsciencia que necesito. Llevo una semana muy estresada tratando de no caer al abismo.
Me despierta su olor momentos después, o son horas, no lo sé. Acomodo la cabeza en su pecho y rodeo su cuello con mis brazos. Me equivocaba al pensar que no había otro lugar mejor que a su lado en la limusina. Claro que lo hay. Abrazada a su cuerpo, sintiendo su calor. Camina conmigo encima. Escucho el ascensor subir hasta lo que imagino nuestro piso y a Sara dejándolo pasar. Hablan algo entre ellos, mientras me deja sobre mi cama y me tapa con una manta.
—No te vayas —pido.
Pero se va. Lo sé porque dejo de sentirme tranquila y cómoda. Vuelvo a perderme entre la oscuridad lúgubre de mis noches solitarias.
Me despierto abotargada. La luz entra por las ranuras de la persiana de mi habitación a medio bajar. Anoche tuve un sueño extraño. Alejandro me trajo a casa en brazos y me dejó sobre la cama. Giro sobre mi cuerpo y un pinchazo en mi mano izquierda me despierta del todo. La pongo frente a mí y me doy cuenta del vendaje que la cubre. Ayer fui al hospital y Alejandro me acompañó. No fue un sueño, me quedé dormida en la limusina y él debió subirme al apartamento.
Llego a la cocina siguiendo el olor a café y me siento en uno de los taburetes muy cansada. Apoyo la cabeza sobre las manos encima de la mesa y espero a que Sara salga de la ducha y desayunemos juntas. La he oído al pasar por la puerta del baño. Son más de las once de la mañana, sin embargo, vuelvo a quedarme dormida casi de pie.
—Oso Yogui. —Deja el café bastante brusca delante de mi cara. Abro los ojos y veo mi taza favorita, la que compramos en el Corte Inglés de Preciados. Amarilla con una margarita blanca en el centro—. Tu estado zombi está empezando a preocuparme.
—Buenos días —ironizo y acepto el mote que me ha puesto desde que hiberno.
—Buenas tardes. Son las doce y cinco. Has dormido… —Mira al techo pensativa— …más de catorce horas.
—¿No saliste anoche? —me parece raro que no lo hiciera y aprovecho para desviar la atención hacia ella.
—No me dejaron —contesta no muy contenta.
—¿Quién osó desafiar de esa manera a la muerte? —exagero.
—Muy graciosa. Y fue tu jefe, el moreno de ojos claros en concreto. —Me mira levantando las cejas. No sé por qué pregunto—. ¿Habéis hablado?
—No exactamente.
—Especifica.
—Me llevó al hospital. Después de tratarme como si no nos conociéramos. —Suspiro, me termino el café y me levanto.
—Tienes que tomarte el antibiótico.
No sé de qué me habla. Levanta el bote y lo agita delante de mí.
—Lo dejó aquí junto a tu cuerpo adormecido. Me obligó a jurar que no saldría, no te dejaría sola, te tomarías el tratamiento al pie de la letra y te cuidaría. —Cuenta con los dedos a la vez que habla.
—No voy a tomar nada. —Sin avisar, el café sube por mi esófago y salgo corriendo hasta el cuarto de baño. Vomito dentro del inodoro. Cuando me incorporo, Sara me mira con los brazos cruzados bajo el vano de la puerta.
—No me encuentro bien. —Abro el grifo y me refresco la cara. Cojo el cepillo de dientes, echo pasta sobre las cerdas y lo introduzco en la boca frente al espejo. Sara sigue observándome sin moverse del sitio mientras froto y froto. Trato de ignorar su mirada inquisitiva. Me escruta. Escupo varias veces, me enjuago y me limpio con una toalla pequeña que saco del tercer cajón. La tiro a la ropa sucia y cierro la taza del váter que había dejado abierta. Giro sobre mi cuerpo y me dispongo a salir del baño, sin embargo, mi amiga no se retira para dejarme paso.
—Llevas así más de una semana.
—He debido pillar un virus gastrointestinal. — Excusatio non petita, accusatio manifesta .
Me mira a los ojos, clava sus iris negros en los míos y sospecho qué viene ahora.
—¿Sabemos quién es el padre de tu virus gastrointestinal ?
4
VALE, ¿Y AHORA QUÉ?
No se le va una, ¡qué relista es mi Sarita! Recuerdo una vez, hace ya varios años, adivinó que me había liado con su amiga. Solo besos, no pasamos de ahí, y andaba bastante borracha, tanto como para no reaccionar sobre el hecho de que las mujeres no me atraen sexualmente en absoluto. Pues lo supo antes de que se lo contara. No lo iba a hacer. Que conste. Me llevaría el secreto a la tumba, sin embargo, no fue así. Dice que tengo una cara muy transparente, incapaz de ocultar nada. Y estoy de acuerdo, algunas veces me asusta lo transparente que puedo llegar a ser.
—No sé de qué hablas. —Paso por su lado y salgo del baño.
—No me tomes por tonta.
—No lo hago.
Llego a mi habitación y abro compulsivamente los cajones buscando ropa interior. No cierro la puerta, no serviría de nada. La echaría abajo sin pensarlo dos veces. Ella nació así, su ímpetu la pierde. La admiro en muchos sentidos, en otros me desquicia. La de veces que nos hemos peleado en alguna fiesta por culpa de sus exagerados arrebatos.
—¿No piensas decírmelo? —escucho a mi espalda.
—¿Qué quieres que te diga? —Me giro hacia ella levantando la voz.
—Eres… eres…
—¿Qué soy? —La reto.
—¡Eres gilipollas! ¿Cuánto tiempo crees que lo podrás ocultar? —Levanta los brazos desesperada.
—Déjame en paz, —Salgo de la habitación. Camino hasta el baño, abro el grifo de la ducha y me quito la camiseta.
—¿Sabes quién es el padre?
—¿Puedes dejarme sola? Quiero ducharme. —Ignoro la pregunta.
—Por supuesto que no lo sabes. —Pone los brazos en jarra.
La miro. Me mira.
—No lo vas a dejar pasar ¿verdad? —Levanta las cejas y abre los ojos. Claro que no. Me resigno. Suspiro. Me siento sobre la tapa del inodoro y me toco la sien. Abro el último cajón del mueble del lavabo, ese donde metemos los utensilios que no sirven para nada, pero que no tiras por si algún día necesitas, y saco el test de embarazo que me hice hace una semana. Lo dejo sobre el mármol—. Estoy embarazada. —Lo admito. Ante ella y ante mí.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Quédate conmigo, por favor»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Quédate conmigo, por favor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Quédate conmigo, por favor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.