Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor

Здесь есть возможность читать онлайн «Estrella Correa - Quédate conmigo, por favor» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Quédate conmigo, por favor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Quédate conmigo, por favor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Alejandro y Álvaro han desaparecido de la vida de Dani y no sabe cómo llenar el vacío que han dejado en su interior, pero no espera todas las sorpresas que le depara el destino, algunas de ellas le sobrepasarán, otras llegarán a formar parte de su pequeño universo.

Quédate conmigo, por favor — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Quédate conmigo, por favor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Natasha ha debido marcharse, su mesa duerme desierta. Me acerco a la puerta de su despacho, totalmente cerrada, llamo con un temor difícil de definir y, tras escuchar un neutro pasa, empujo la madera y entro. Su olor, que inunda la habitación, me envuelve al instante. Huele a jabón caro, a limpio, a locura, a noches de sexo y desenfreno, a… él. Todos y cada uno de los poros de mi piel absorben su aroma y lo transforman en un relámpago que me recorre de pies a cabeza. Levanto la cara luchando contra mi cuerpo y noto que no se ha dado cuenta de mi reacción. Ni siquiera me mira, centrado como está en la pantalla de su ordenador. El relámpago se transforma en decepción. No se inmuta, no le afecta mi presencia ni lo más mínimo. Hace siete largos días que no nos vemos y él no parece haberme echado de menos. No es que piense que lo normal hubiese sido lo contrario, pero… sí, sería lógico ¿no? Es imposible que me haya olvidado tan pronto, aunque me portara como lo hice.

«Como una auténtica cabrona».

No es necesaria tanta sinceridad, pero sí.

Me quedo plantada en medio de la habitación esperando que diga algo, pero no lo hace. Creo que es el minuto más largo que recuerdo –y lo he pasado muy mal durante mi vida académica esperando sentada las preguntas de un examen–. Miro hacia el ventanal por donde el sol se esconde tras los edificios y lo envidio. Eso me gustaría hacer a mí, agazaparme tras metros de hormigón y acero. Vuelvo la mirada hasta el imponente hombre, y me animo a mí misma a aguantar estoicamente el momento. Aprovecho para admirarlo y fustigarme con el hecho de que sea tan perfecto. Esos mullidos labios, la barba de varios días, el cabello sobre la frente, los brazos torneados. No lleva chaqueta, y la blusa blanca deja a la vista sus definidas formas. Freno sobre su pecho y siento su respiración subir y bajar a un ritmo mucho más lento que el mío. No conoce el nerviosismo. Desde luego no causo en él el efecto que él causa en mí.

—Señorita Sánchez. —Levanto la mirada y la suya me espera. Me ha pillado admirándolo, pero no me importa. No tengo nada que perder. No deseo nada si no lo tengo a él—. Siéntese. —La frialdad con la que me trata, y el tono neutro de su voz, me despedazan.

Tomo asiento en una de las sillas de cuero acolchadas delante de su mesa y le agradezco en silencio que no me permita seguir de pie. No descarto la posibilidad de desmayarme, y desde aquí el porrazo se minimiza. Le tengo mucha estima a mi dentadura. Entrelazo las manos sobre mi regazo y muevo los dedos sin saber qué hacer.

—El lunes tengo una reunión con SunnyDay. Me acompañará. —Lo miro extrañada. No entiendo por qué tengo que asistir—. Los chicos de las gafas —especifica, molesto.

—Los recuerdo —musito. Mi voz ha desaparecido junto a mi tranquilidad en algún lugar del núcleo de la tierra.

—Necesito que se lleve estos informes y los estudie. El proyecto ha avanzado bastante durante las últimas semanas y han realizado algunos cambios que me gustaría que repasara. —Los deja frente a mí. Poso las manos sobre ellos y los acaricio observándolos. ¿Me tiene que tratar con tanta formalidad? ¿Es necesario?

—Lo siento. —La disculpa sale de mi boca antes de que mi parte racional del cerebro la detecte. Levanto la mirada y, por un segundo, me da la sensación de que su imperturbable estado se tambalea, pero se recompone milésimas después y su mirada azulada se vuelve en instantes gris metálica. Me arrepiento de lo que he dicho, pero mi yo kamikaze, que también ha vuelto de su viaje astral, parece que no porque sigue—. Sé que no hice las cosas bien, que te oculté…

—Me mentiste. —Me corta dejando de lado las formalidades. Sus ojos traspasan los míos y me duele. Nos quedamos en silencio durante unos segundos. Se levanta y camina hasta el ventanal dándome la espalda ampliando mucho más la distancia que nos separa. Y no me refiero solo a la física—. La veo el lunes a las ocho en el vestíbulo, señorita Sánchez. —Vuelve a tratarme de usted y me echa del despacho, de su lado y de su vida como si nunca hubiera habido nada entre nosotros.

Mi yo loca y descerebrada no piensa amilanarse y me obliga a levantarme y posicionarme detrás de él. Mi subconsciente y todos mis yoes han decidido volver a la vez. Me gustaría que se largaran por donde han venido. Algo me dice que solo van a causarme problemas.

—Perdóname. —No es una súplica. Lo digo de corazón y con conocimiento de causa. Puedo sentir su pecho hincharse por completo y cuadrar los hombros a continuación.

—Está todo olvidado.

—No lo hagas, no te olvides de mí. —Esta vez sí ruego. No soportaría que eso ocurriera. ¿Eso es lo que he significado para él? ¿Tan fácil le ha sido? Si borrar de su mente lo que hice implica borrarme a mí, prefiero que lo recuerde todo.

Se gira y atrapa mi mirada. En ese preciso instante, siento un pinchazo en la mano y suelto un pequeño quejido a la vez que la aprieto. Alejandro se da cuenta y la mira. Da un paso en mi dirección y me acobardo. Su olor penetra con más fuerza en mí llegando a cada rincón. Coge mi maltrecha mano con las suyas y la mira.

—¿Qué te ha pasado?

—Nada. —Trato de restarle importancia—. Me he quemado con el café.

—¿Cuándo? —Su voz me atemoriza.

—Esta mañana. — Noto su tacto sobre el mío y un escalofrío me recorre.

—¿No has ido al hospital? —pregunta sabiendo la respuesta. Cada vez está más malhumorado.

Niego con la cabeza.

—Parece más de lo que realmente es. —Tiro del brazo y me suelto.

Me mira como si tuviera tres cabezas. Bufa. Camina hasta el armario donde cuelga la chaqueta y el abrigo. Se pone ambas prendas, coge el móvil que tenía sobre la mesa y se lo lleva al oído mientras avanza hasta la puerta.

—Prepara el coche. —Cuelga y me mira—. Nos vamos.

Bajamos en el ascensor en silencio. Me parece increíble que se haya enfadado tanto como para dar por finalizada nuestra charla y salir del despacho sin ningún tipo de explicación. No es que necesite darlas, pero ha sido brusco y desconsiderado. Me cuesta asimilar que no le importe en absoluto. Sin embargo, que me trate con la dejadez que trata al mundanal ruido me va a costar acostumbrarme.

Cruzamos el casi solitario vestíbulo y salimos a la calle. Creo que musito un « hasta la semana que viene» y paro a varios metros de la limusina que lo espera. Él no lo escucha porque ordena con voz ruda:

—Sube.

—Gracias, señor Fernández. Prefiero ir en taxi. —Y con esto le quiero decir que no necesito que mi jefe, ese ser distante que tengo delante, me acompañe a ningún sitio.

—No te estoy preguntando —Se impacienta.

—No te he pedido que me lleves —replico.

—No hace falta. Alguien tiene que cuidar de ti si tú no sabes cómo hacerlo. —Su tono condescendiente me cabrea.

«Lleva razón y no sabe ni la mitad»

Pufff.

—Me voy a casa. —Me giro y camino. No llego a dar el segundo paso. Me coge del brazo y me pone frente a él.

—No vamos a casa. Subes por tu propio pie o te meto a rastras. —Nos retamos con la mirada. Observo a la gente que pasea junto a nosotros y a los ejecutivos que a estas horas salen de la torre. No quiero hacer un numerito ni que lo haga él. Así que, claudico, suspiro, me suelto de un tirón y camino hasta el coche. Carlos abre la puerta, me saluda amable y me dice que se alegra de verme. Alejandro entra detrás de mí.

Salgo del hospital Universitario Quirón después de una hora en la sala de un cirujano amigo de «Don Controlador» aguantando la charla que me han dado entre los dos sobre el cuidado de la piel, la importancia de acudir a tiempo a asistencia sanitaria tras un accidente y cuánto tengo que cuidarme la mano durante los próximos días. Me he sentido una niña pequeña traviesa que no sabe lo que hace. No es para tanto. No me desangraba.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Quédate conmigo, por favor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Quédate conmigo, por favor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Quédate conmigo, por favor»

Обсуждение, отзывы о книге «Quédate conmigo, por favor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x