Le contesto: "No te preocupes, Roberto, los dos somos culpables. Besas muy bien". Lo acompaño de una sonrisa enorme y un guiño de ojos. No le voy a dar importancia.
Me voy a la cama, me tiro sobre ella y leo el mensaje de texto.
De Alex.
Hoy a las 13:31 a. m.:
"Dos noches seguidas. Eres una irresponsable. Anoche te podían haber violado y hoy no te acordarías. Esto tiene que acabar. Supongo que tampoco recordarás que hoy te recojo a las seis en punto de la tarde. Que te sirva de recordatorio".
"Supongo que tampoco recordarás...", ¿es que tengo que acordarme de algo? Vuelvo a mirar el remitente. Esto lleva la firma de Fernando. Pero no. Es de Alex. Pero, ¿Quién coño es ALEX? Esto me está sacando de mis casillas. Parece que sabe de mi vida más que yo y se cree mi padre. Va listo si piensa que voy a quedar con él: ¡Vete a la mierda!, chillo al móvil.
4
NUNCA DUERMAS CON EXTRAÑOS
Nueve años antes.
Facultad de Bellas Artes.
Paseo por el pasillo que conduce a la biblioteca cantando en silencio la canción que reproduce mi iPod , Bed of Roses de Bon Jovi. No hay mucha gente, aún queda bastante para los exámenes y es viernes por la tarde, debe haber sólo bichos raros. Yo tampoco estaría aquí si no necesitara un libro con urgencia. Llevo muy retrasado el trabajo de Dibujo Técnico Medieval y no quiero dejarlo por más tiempo.
Rodeo una estantería donde debe estar el libro que busco y a lo lejos observo sentado en una de las sillas al imbécil que me robó la novela. Debería ignorarlo, pero me doy cuenta de que la lee en este momento, así que decido hacerme la valiente e ir a pedirle cordialmente que me la devuelva.
Le doy un toquecito en el hombro.
—¿La has terminado ya? —susurro, estamos en una sala donde la gente viene a estudiar. Me mira y levanta levemente la comisura del labio.
—¿Te gusta? —pregunto.
Me escanea con la mirada de arriba a bajo y dice con una media sonrisa:
—Mucho.
—La novela —concreto.
—A eso me refiero.
Me pongo colorada al instante, se la quito de las manos y comienzo a caminar por el pasillo dirección "yo no sé dónde" cuando me coge de la cintura, me da media vuelta y me aprisiona contra una de las estanterías. Tengo su boca a dos centímetros de mi frente, baja la cabeza mirándome los labios y me doy cuenta de que contengo la respiración.
«Respira que te ahogas, idiota».
—Aún no he terminado —susurra.
—Yo... creí... —digo con voz chillona.
Posa dos de sus dedos sobre mis labios haciéndome callar.
—Sshh, no queremos molestar —vuelve a susurrar.
Me quedo petrificada, sin embargo, mis piernas están a punto de flaquear. Me arde el estómago y las mejillas, y las manos comienzan a sudar. Se acerca a mí poco a poco y siento que me va a besar. Cierro los ojos, abro un poco los labios para recibirlo y mi respiración se acelera tanto que parece un coche de carreras. Al segundo siguiente, tira de mi mano, me quita el libro y se aleja sin ni siquiera mirar atrás.
«Será cabrón».
Me repongo, encuentro el libro que he venido a buscar y salgo de ese lugar lleno de aire enrarecido. Empujo la puerta y el sol, aún en lo alto, me deslumbra. Guiño los ojos y , cuando los abro, lo tengo delante de mí, subido en un coche.
Con la ventanilla bajada me ordena.
—Sube —ordena con una sonrisa torcida. Ni siquiera me mira.
—No —está loco si piensa que voy a hacer lo que me pide.
—Sube —baja un poco las gafas de sol Ray–Ban , lo justo para que le vea los ojos.
—Ni de coña —me cruzo de brazos.
—Sube —repite.
—Tú eres bipolar, ¿no?
Sonríe.
Sonrío.
Y subo.
Y ese fue el principio del fin.
Paramos ante un bloque de pisos muy moderno y suntuoso. Estoy un poco nerviosa. ¿Esta es su casa? ¿Por qué hemos venido aquí? Me empiezan a sudar las manos.
—Tranquila, sólo vamos a hacer tu trabajo de Dibujo Técnico Medieval.
Algunas veces soy un libro abierto.
—¡Oh! —y no sé si suena a decepción.
Nos bajamos del coche, cruzamos la calle y nos adentramos en el edificio. Subimos en el ascensor veintinueve plantas hasta llegar a un ático impresionante. Ninguno de los dos ha hablado por el camino. El ático tiene ventanales que van del techo hasta el suelo desde donde se ve casi toda la ciudad. Está inspirado en el París de los cincuenta, pero a la vez es moderno y funcional. Todo en tonos grises y blancos. Es precioso.
—No flipes demasiado. Pertenece a mis padres. Lo ocupo hasta que pueda valerme por mí mismo —hasta ahora no se ha quitado las gafas de sol—. Antes lo utilizó mi hermano. Se fue al extranjero cuando se graduó y ahora me toca a mí disfrutarlo —me guiña un ojo.
Suspiro.
Yo disfrutaría mordiéndote esos labios.
—Pasa, siéntate, ponte cómoda, ahora vuelvo —y desaparece entre una de las puertas que hay en el pasillo.
Al cabo de un momento aparece con un pantalón de chándal y una camiseta sin mangas. Está buenísimo.
—Espero que no te importe —se encoge de hombros.
No contesto.
«Cierra la boca, por dios. No es momento de decir ninguna tontería».
—¿Quieres tomar algo?
A ti..., a tus labios.
Carraspeo.
—Agua, por favor.
Aparece con dos botellas y se sienta a mi lado. Demasiado cerca. Huele de maravilla. Me ofrece, bebo y temblando la dejo sobre la mesa. Tuerce el gesto en una media sonrisa fingiendo que no se ha dado cuenta de lo nerviosa que estoy.
—¿Empezamos?
Tras dos horas debatiendo y escribiendo sobre el estilo técnico en el medievo y convenciéndome a mí misma de que abalanzarme sobre él no es buena idea, decidimos pedir pizza y cenar algo. Son casi las diez de la noche y, si soy sincera, no como nada desde la una de la tarde.
Cenamos.
Hablamos.
Nos reímos.
Y...
Me despierto relajada, oliendo a mermelada de frutas y sintiendo un calor muy satisfactorio alrededor del cuerpo. No me lo puedo creer. Nos hemos quedado dormidos en el sofá. Intento moverme, pero dos brazos me rodean y me aprietan con fuerza pegando su pecho a mi espalda. Me empiezo a poner nerviosa, es una situación un poco embarazosa.
—Álvaro..., Álvaro..., despierta —susurro moviéndome un poco.
—Mmmm —me abraza más fuerte.
Vuelvo a intentar soltarme, pero es imposible. Miro el reloj de diseño bizantino que cuelga sobre la pared. Las cuatro y veinte de la mañana. Muchas personas me considerarán una fresca, pero decido volver a dormirme entre esos robustos brazos que me rodean y mañana que el sol salga por donde quiera.
*******
Actualidad.
El reloj marca las cinco de la tarde. No sé si empezar a ponerme nerviosa. Le contado a Sara mi cita de esta tarde y se ha partido de risa. Yo me he enfadado mucho. Ese tal Alex puede ser un asesino en serie, o un violador de Danis. Al final Fernando se sale con la suya y me encuentran en un cubo de basura. Descuartizada y quemada. Me doy pena.
—No seas tan dramática, vamos a darle una oportunidad. A lo mejor es un dios griego multimillonario que se enamora de ti y te lleva todas las noches al séptimo cielo —dice haciendo aspavientos—. Claro que también podría ser un friki de esos amigos tuyos que visitan la galería de arte, con gafas, bigote, traje gris triste y corbata azul salpicada de salsa verde.
—Muy graciosa. Mariano es muy majo —me parto de risa.
—Anda, dúchate. Después te vestimos. Si nos agrada, le abrimos y lo dejamos pasar. Si no nos gusta, le digo que lo sientes mucho, pero que hace unos meses solicitaste un voluntariado para hacer pozos de agua potable en pueblos indígenas y que hoy mismo te han llamado de Guinea Ecuatorial.
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