Qué perra es. Cómo sabe ganarme.
—Está bien. Trato hecho. Pero... oye, dime una cosa, ¿qué te gustan más? ¿los tíos o las tías? —le pregunto muerta de risa porque ya sé la respuesta.
—Imbécil —me tira el trapo que había dejado sobre la mesa—. Ya lo sabes —ríe—, no vivo sin una polla. Me gustan grandes y hermosas —gesticula—, pero el placer que consigue darme una mujer es distinto. Nadie en mi vida me ha hecho el cunnilingus tan bien como...
—¡Nadia! —decimos las dos al unísono porque ya conozco esa historia.
Volvemos a troncharnos de risa y nos vamos al sofá donde decidimos ver una película romántica para pasar la tarde. Optamos por el 'El diario de Noah', sólo es la doceava vez que la vemos. Terminamos las dos llorando. Qué nos gusta una tragedia. No hay mejor manera de pasar la tarde del sábado que llorando con mi amiga loca, bisexual, dramática y pirada. Mi alma gemela, salvo en lo de bisexual, no me va ese rollo. Y lo digo con conocimiento de causa. Una vez me lié con una amiga suya, no pasamos de la segunda fase y, aunque consiguió llevarme al orgasmo, yo no fui capaz de tocarla, salvo por los besos. Claro que con sinceridad tengo que reconocer que fueron dulces y cálidos. Besaba bastante bien, mejor que muchos hombres, que lo único que pretenden es ahogarte metiéndote la lengua hasta el fondo de la garganta. En fin..., una experiencia más. La guardo en el baúl de los errores que se cometen una única vez en la vida. Tengo otro baúl, éste cerrado con llave, cien candados y cinta americana. En él guardo el mayor error de toda mi existencia, en el que intento no pensar demasiado, pero no siempre lo consigo.
«No, no siempre lo consigues».
Me despierto abotargada, con la pierna entumecida, aplastada por el redondo trasero de Sara. Intento levantarme para coger el móvil que vuelve a sonar, pero la pierna me juega una mala pasada y caigo de bruces al suelo.
—¡Mierda!
Despierto a mi amiga. Con el estruendo que ha hecho mi cuerpo al caer, ha debido asustarse.
—¿Qué haces ahí tirada? —me mira con cara de extrañeza y los pelos en la cara.
—Nada, ¿a ti qué te parece? Ayúdame —alzo las manos.
Me voy a mi habitación y con las prisas descuelgo el teléfono sin mirar quién llama. Error de cálculo. Es mi hermano.
—Dani, ¿qué cojones pasó anoche? —me espeta.
—¡Qué bien! —susurro con ironía—. ¡El que faltaba!
Vale, estoy empezando a preocuparme. Ahora mismo no me extrañaría nada que apareciera la policía por la puerta y nos detuviera. La de anoche fue de órdago.
—Me ha llamado Jose diciéndome que no le coges el teléfono y necesita saber que no te fuiste con un violador a casa. ¿Quién te acompañó al apartamento?
Mi teoría de asesina-en-serie cada vez cobra más fuerza. A ver qué le contesto... Hace tiempo que decidí andar siempre con la verdad por delante. Desde que una mentira casi acaba con mi existencia.
—Pues no estoy segura... eeehhh —me quedo pillada—, pero vine con Sara. Eso lo tengo claro.
—Daniel...
Mal vamos. Sólo me llama por mi nombre completo cuando me va a echar el rapapolvo. No sé si lo hace porque verdaderamente le importo, o porque cree que es su deber de hermano mayor de una tarada como yo.
—Debes cuidarte más. Un día de estos me va a llamar la policía diciendo que te ha encontrado en un cubo de basura.
—No seas exagerado. Parece que lo único que hago es salir y emborracharme. Trabajo duro toda la semana. De vez en cuando me gusta desinhibirme, no le hago daño a nadie...
«Deja de excusarte, Dani. No tienes por qué».
Cambio de táctica. Voy a cabrearlo.
—Todos no hemos tenido tanta suerte como tú en la vida.
—No me hables de suerte —protesta—. Yo también perdí a nuestros padres. Y no sólo eso, ¡tuve que cuidar de una adolescente enfrentada con el mundo! —vocifera.
—¡Yo no te pedí que lo hicieras! —grito.
—¡No hacía falta! ¡Era mi deber! —responde en un tono más alto si cabe.
Nos quedamos en silencio después de chillarnos a voz en grito.
—Perdona. Estoy un poco estresado. Tengo mucho trabajo. Estamos a punto de vender una de las empresas y un cabrón retorcido me está dando muchos problemas... Lo..., lo siento. Te quiero. Lo sabes, ¿no?
—No te preocupes. Me duele que pienses que no hago nada con mi vida porque mi trabajo no es tan lucrativo como el tuyo. Yo...
—No es eso, Dani. Sólo quiero verte feliz. Espero que algún día superes todo lo que te pasó. Sé que después de la muerte de nuestros padres no debió ser fácil salir tú sola de todo aquello. Aún tengo ganas de matar a ese hijo de puta —masculla más para él que para mí.
—No pasa nada. Estoy bien. He pasado página —hay un silencio tras la línea. No me cree y no se lo puedo reprochar. Yo tampoco estoy muy segura de que eso sea cierto.
Después de hablar un rato más con él de nada importante y hacer como que todo va bien, nos despedimos y firmamos nuestro vigésimo quinto tratado de paz. Se trata de mi hermano, lo quiero, pero me desquicia. Tiene una vida perfecta, una mujer perfecta y dos hijos perfectos. Sólo me lleva tres años y con treinta y dos tiene la vida resuelta y todo planificado. Vive con su familia en un chalet en Pozuelo de Alarcón y yo…, yo vivo de alquiler y mi sueldo no da ni para poderme comprar un coche. No quiero confundir. En realidad estoy muy orgullosa de él. Sólo quisiera que lo esté también de mí y no me critique tanto. Me alegro que la vida le vaya tan bien. Al menos uno de los dos es plenamente feliz.
A las nueve de la tarde estamos listas y preparadas para volvernos a comer la noche. La movida madrileña nos espera. Ya veremos quién se come a quién.
2
EMPEZANDO DESDE EL PRINCIPIO
Bajamos en el ascensor mientras nos retocamos los labios con Ruby Woo de MAC . Doce pisos dan tiempo para darnos también el colorete. Nos cubre el cuerpo dos mini vestidos de Asos negros de una de las colecciones exclusivas que conseguimos en rebajas a un precio maravilloso. El mío, palabra de honor. El de mi amiga, amarrado al cuello. Sara es ortodoncista. No le pega y no gana el dineral que debería. Trabaja como auxiliar en una clínica para un jefe déspota y endemoniado. De momento se conforma con eso y dice que está adquiriendo experiencia. Yo creo que le sobra valor para los hombres y le falta para volar sola profesionalmente. Pero confío mucho en ella y sé que un día no muy lejano tendrá los ovarios necesarios para hacerlo. Y le saldrá bien. Porque talento le sobra, pero además porque se lo merece.
No sé si podré bailar mucho esta noche sin caer al suelo con los doce centímetros de tacón que llevamos. Me van a impedir moverme todo lo que quisiera, pero, si lo pienso, no es tan mala idea. Si bailo poco, no tendré tanta sed y no estaré tentada de beberme hasta el agua de la lluvia, literalmente hablando. Aún recordamos la noche en la que acabamos las dos tiradas sobre el asfalto con la boca abierta tragando gotas de lluvia. Fue una noche memorable, grandes momentos que guardo con cariño dentro del corazón. Una historia muy larga, ya la contaré. No quiero entretenerme ahora.
Se abre el ascensor y al salir del edificio vemos el coche negro todoterreno de Roberto. Nos pita y nos saluda con la mano indicándonos que corramos para no mojarnos. Está cayendo una buena, pero me resulta imposible correr con estos zapatos. Menos mal que me gusta llevar el pelo como si acabara de follar. Lo que se dice follar, no follo mucho, pero con que lo parezca me vale.
«Esa es la actitud».
Al entrar, nos saludamos con besos y abrazos. Roberto arranca y nos disponemos a recoger a Sofía. Tardamos un poco en llegar porque vive bastante lejos de nosotras. En Conde Orgaz-Piovera. Todavía en casa de sus padres, en una zona residencial bastante cara. Es una niña bien. Miento. Es una niña muy pija, pero está loca del coño. ¡Es genial! Muy divertida y, al igual que Sara, tiene un cuerpo y una cara de escándalo. Impresionante. Alta, rubia, con ojos azules y cuerpo de modelo. Es modelo. Demasiado delgada para mi gusto. Creo que yo soy la única normal de nuestro pequeño grupo. Un metro setenta, pelo castaño, ojos verdes, tez morena y sin muchas curvas, a excepción de mis pechos que, aunque no llegan a ser excesivos, tampoco son pequeños. Esa soy yo. Y un poco seca. No me gustan mucho las personas. Supongo que son las experiencias las que me han hecho desconfiar del ser humano. No sólo desconfío, además creo que el concepto humano no es el que mejor nos define.
Читать дальше