Cuando los responsables tuvieron la suficiente confianza con Rafael, empezaron a pensar en moverlo por otros centros repartidos por la capital, donde en determinados momentos estaría solo. Era evidente que a Rafa nunca le gustaron los cambios, pero ya había aprendido que en el mundo de la seguridad era algo habitual, por lo que cuanto antes se habituara a ellos mejor le iría. Nunca se le hubiese ocurrido demostrar miedo de forma abierta, ante el hecho de estar solo en ese tipo de comercios, pero la verdad es que lo sintió, no de una forma incontrolada sino desde un punto de vista real ante su inexperiencia. El miedo en ese mundo no estaba bien visto, aunque se sintiera, era una palabra prohibida o al menos inmencionable, no hizo falta que nadie se lo enseñara, simplemente se palpaba en las conversaciones que tenía con los compañeros. Conversaciones empapadas en testosterona, donde de forma constante se contaban las hazañas de unos y otros, así como los logros personales de cada uno. No dejaba de sorprender a Rafa la ligereza con la que hablaban precisamente los que menos tiempo llevaban trabajando en ese sector, rivalizando entre ellos sobre las intervenciones que habían realizado, A veces, parecían conversaciones de chavales intentando demostrar quién era el más duro, pero quizá lo que escondía esa aireada arrogancia era precisamente la palabra innombrable. En el fondo no era extraño que hablaran de esa forma, no dejaban de ser chavales, muy jóvenes para enfrentarse en innumerables ocasiones a gente muy diversa, en determinados momentos, peligrosa.
Para Rafael era su tercer servicio, sin embargo, la mayoría de los Guardas de Seguridad que allí había no habían conocido otra cosa que aquello, lógicamente su experiencia profesional se había basado en la seguridad de cara al público, siendo entendible ese particular punto de vista. Ese razonamiento le hacía empatizar con ellos y a la vez reflexionar sobre cómo sería él en unos meses ¿Cambiaría de algún modo su personalidad? ¿Se endurecería?
En las pocas semanas que llevaba allí ya había presenciado episodios diversos, algunos para replantearse seguir en la profesión, como hicieron algunos Guardas de Seguridad a los que le tocó dar la bienvenida y enseñarles el funcionamiento del servicio. Algunos no llegaron ni a ponerse el uniforme, con solo ver el cuadrante se marcharon, otros duraron unas horas y los más atrevidos aguantaron un par de días. Pocos novatos eran los que terminaban adaptándose a ese tipo de servicios, y no era extraño, dado las características o las situaciones violentas que en ocasiones se vivían, independientemente a los hurtos que diariamente se producían.
A Rafa no le preocupaba el pillar a alguien robando esto o aquello, esa fase ya la tenía medio superada, realmente su preocupación se basaba en la gente chunga que inevitablemente pasaba por ese tipo de comercios, y en cualquier momento podían crear problemas mayores. Delincuentes sin escrúpulos como el que casualmente detectaron intentándose llevar varias botellas de vino muy caro, y que gracias a la fortuna o el buen hacer del equipo, evitaron que sacara un arma de fuego que llevaba consigo y seguramente hubiese utilizado a tenor de la información policial que recibieron, ya que se trataba de un tipo en busca y captura con alguna muerte a sus espaldas.
Yonquis que no le importaba ni su propia vida, enfrentándose a cualquiera que le hiciese frente, sin dudar en atacar a cualquier persona de seguridad que intentase frustrar sus intenciones de conseguir algún producto gratis. Aunque Rafael tenía práctica en el trato con este tipo de personas imprevisibles habituales en su barrio o simplemente por experiencias cercanas, en cierta ocasión se vio involucrado en un intento de rajar con un cúter a su compañero Andrés. Gracias a la habilidad que tuvo para esquivarlo o simplemente porque tuvo suerte, no le abrió en canal, de igual modo podría haber sido el propio Rafael el afectado si el susodicho, mientras que lo llevaban al cuarto de seguridad para cachearle, hubiese atacado a la persona que iba delante en vez de elegir a la de atrás, seguramente para quitarse el impedimento que le permitiera huir con facilidad.
Sucesos de ese tipo hicieron que Rafael comprendiera el verdadero peligro al que se enfrentaban diariamente las personas que se dedicaban a ejercer labores de Seguridad. Daba igual si éstas se desarrollaban en un sitio u otro, el objetivo era el mismo, proteger bienes y personas, palabras que había estado oyendo desde el inicio de su formación, pero que hasta ese momento no le había dado forma. Empezaba a entender y valorar todo aquello que meses antes ni siquiera sabía que existía, pero ante todo empezó a sentirse orgulloso de pertenecer a un gremio que aportaba a las personas, a la sociedad en general, más cosas positivas de las que había imaginado. Solo faltaba que esa misma sociedad al igual que él, aprendiera a valorar lo positivo de esa profesión, aunque se le antojaba que iba a ser un camino largo y arduo.
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