Emilio Vaschetto - ¿Podemos vivir en una civilización sin dios?

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¿Cómo pensar una civilización sin dios? Tal era la consigna que resonaba en nuestro argumento hasta que la peste llegó a la puerta de nuestros hogares. Todo se acomodó con velocidad y el furor por las pantallas también contagió al psicoanálisis. En aquel argumento hablábamos de la «consistencia provista por los dispositivos publicitarios» superando las posibilidades de lo simbólico, y así vimos amanecer un nuevo lenguaje. La crítica al monoideísmo –que destilaba nuestra formulación–, lejos de diluirse en la situación excepcional de la pandemia, se acentuó. La pan disipó; las posibilidades de lo singular y nuestra propuesta no sólo se tornó necesaria sino urgente.La marca opera en dos frentes: aislando una singularidad y haciendo legible el deseo del analista. La fórmula implica de entrada una circularidad inexpugnable: la marca más singular es patrimonio del sujeto y la presencia del analista aquello que hace posible su lectura. Pero, ¿dónde hallarla? ¿En qué caso puede aislarse? ¿A qué llamamos segundas marcas —en plural—?En tiempos de generalización del trauma, de uniformidad, de coronalengua, hoy más que nunca sigue reverberando una pregunta: ¿dónde reside la Marca más singular del sujeto? Quizás el lector pueda encontrar aquí algunas respuestas, por nuestra parte nos contentamos con haber dejado el trazo de las preguntas.

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La función de la excepción y las caricaturas del Otro

Emilio Vaschetto

Mencionabas el término «excepción», y para quienes estamos en el marco del psicoanálisis no hay otra forma de responder a esta excepción con algo que no sea otra excepción. Este seminario ya es una excepción en sí mismo porque pierde la estructura dinámica de lo que es un seminario, su interacción, su modalidad de avance sobre determinados puntos o determinadas temáticas. Otra forma de respuesta a la excepción es el uno por uno —a veces se dice esta forma muy rápido, pero es así—, ¿cómo pensar el desplazamiento del para todos hacia el uno por uno? Es otra visión de lo que Jorge dijo al pasar sobre lo heterogéneo y sobre los dos momentos: el de lo homogéneo y lo heterogéneo. Por eso la idea es cómo pensar, dentro de lo homogéneo, el uno por uno. Quiero retomar varias cosas de Jorge para proponer cierto procedimiento esquemático de trabajo. Continuando con Terry Eagleton en su ensayo sobre el mal como «la única forma de trascendencia en un mundo posreligioso», es menester entender que, en su tan acertada enunciación, nos anima a pensar acerca de la forma enigmática del mal. Cómo opera hoy en día, sin descontar aquí la cuestión de la pulsión —ya mencionado por Jorge—.

Quiero dejar planteado el asunto de cómo se juega lo endógeno y lo exógeno hoy. Claramente hay un padecimiento pandémico en función de un elemento exógeno (el virus), pero en tanto que nos ocupamos de la pulsión, estamos hablando de un problema endógeno. Entonces, esta cuestión endógeno-exógeno delimita un marco de trabajo. Ustedes vieron que en el argumento del seminario planteamos la frase: «¿Cómo pensar una civilización sin dios?» Pareciera ser una frase anacrónica nietzscheana, pero la muerte de Dios, después de Nietzsche, no es tan segura. ¿Cómo pensar una civilización sin dios?, en el sentido mencionado por Jorge de «un Otro que existe», es algo que debe ser revisado una y otra vez. Estamos de acuerdo, hay un Otro que no existe; sin embargo, Miller enuncia: hay un Otro que existe. ¿Qué figura tiene ese Otro? En el seminario del año pasado y en el anterior tratamos este tema tomando tres caricaturas del Otro —no es ocioso aquí el término «caricatura»—. Una caricatura es la del payaso, que conserva total actualidad. Trump, Johnson, Bolsonaro —entre otros— son figuras payasescas que hacen papelones, pero cumplen la función del Otro. Son Otros que, pese a su patetismo, no dejan de tener eficacia al modo del bravucón, del «si no te gusta ¡vete!».

Surfeando la marca del caso

No vamos a referirnos a todas las alusiones que se pueden interpretar en función de la publicidad del seminario. El afiche sugiere mucho más de lo que explicita, no obstante, quiero distinguir tres dimensiones de la marca que me gustaría compartir con ustedes:

1 La cultura como segunda marca (algo ya resaltado por Jorge).

2 Lo que llamamos la Marca del caso.

3 Y por ultimo, la huella: la memoria del ser sexuado.

Voy a lo segundo, la marca del caso. Algunos me habrán escuchado que cada tanto menciono una nota que está en el reverso de una revista Scilicet del año 68, publicada en una sola ocasión. Muchos saben que es Lacan quien escribe, pero no lo firma; lo cito de memoria:

Menos afectación de autoridad. Mas seguridad para invocar lo personal en la practica, y especialmente la Marca del caso10.

¿Que sería la «Marca del caso»? En francés está escrito como « trait », que equivale a: rasgo, marca, a veces rasgo de unión o rasgo que enlaza una cosa a otra. El «rasgo unario», por ejemplo, en francés es: le trait unaire . Pero, a la vez, lo que más nos interesa, en este momento de homogeneización, es cómo se inscribe el rasgo particular, el uno por uno.

Cuando Jorge se refirió a la angustia, nos hizo ver que no puede pensarse como un afecto generalizado. Si bien podemos hablar de miedo generalizado, es inviable hablar de angustia generalizada. La angustia se da en el uno por uno de los sujetos. Y claro, la marca más singular del sujeto es marca que traza y tacha al sujeto y, al mismo tiempo, también tacha al Otro. No hay marca si no hay tachadura del sujeto y tachadura en el Otro. Bajo esa doble forma, es factible entender cómo alguien, en este mar de aislamiento indistinto, puede elevarse como una voz distinta. Es decir, al menos uno que pueda recibir su propio mensaje de forma invertida. Es a partir de esa marca donde puede aparecer la una-equivocación ( une-bévue ); no es muy agradable la traducción, pero lo diremos así: un momento donde puede aparecer el traspié, el tropiezo, la equivocación, el mal start . Es importante estar atento para poder detectar dónde cada uno, aislado en esta pandemia, puede equivocarse.

Muchos se enteraron de la historia del surfer , el joven que violó la cuarentena para ir al mar y a quien durante horas y días los medios criticaron ferozmente por no acatar las medidas del conjunto. Como si fuese posible ir globalmente por la senda del conjunto. Desde el punto de vista del comportamiento ciudadano, desde luego que es insalvable, pero no nos compete esa perspectiva. Me interesa destacar, extremando un poco las lecturas, que en esa salida del conjunto, en eso salido del cauce, es donde hallamos al sujeto. No lo tenemos acá para que nos diga qué sucedió, pero es evidente que cuando aparece algo diferente, algo anómalo, es leído como insoportable por la población. Leído en clave del discurso analítico, esto es diferente. ¿Qué hubiera sucedido si salía un psicoanalista en la TV y en lugar de sancionar penalmente el hecho hubiera dicho: «En fin, el muchacho tuvo un traspié, hay que escuchar qué tiene de singular para decir…» No fue por el cauce que todos tomaron. Ahora bien, no estoy proponiendo una desobediencia colectiva ni el capricho individual pues la sociedad sería invivible, pero un tropiezo es la posibilidad para el deslizamiento de una palabra, y un analista tiene que estar preparado para escuchar esos desplazamientos y esos traspiés; de lo contrario, no nos podemos apuntalar en el discurso analítico. Solo repetiríamos todas las tonterías que suelen escucharse en la psicología y un montón de cosas más sobre la pérdida de valores, etc… En suma, cosas que no atañen al psicoanálisis.

Por último, tomando la cuestión de la marca no quiero pasar por alto la dimensión del cuerpo, para no hablar solamente de los sueños de la razón. Porque el inconsciente no es sin cuerpo, hay algo de lo cual se goza, algo endógeno. La pulsión, huelga decir, tiene su fuente somática.

El cuerpo del virus

Hay una idea interesante que trabajamos con Jorge durante el seminario anterior, «Machismo»: un aspecto ligado a los discursos de género y a la marea feminista que fue asumido de manera preconcebida y acrítica hacia lo políticamente correcto. Llegamos a decir que había una dictadura de lo políticamente correcto, en el sentido de que era muy difícil decir algo que no se espera escuchar desde el discurso feminista. Ahora bien, dentro de ese discurso aparecía la frase «Éste es mi cuerpo», prevalente en el último lustro. Un éste (así, con acento) que queda del lado del que mira. Sin embargo, esta frase ha quedado subvertida por la organización de un nuevo cuerpo social, tal como lo mencionan muchos analistas políticos, periodistas o escritores. Alessandro Baricco, en diálogo con Jorge Carrión11, destaca cómo las sociedades se han disciplinado rápidamente. La sociedad italiana, la española, adquirieron una disciplina marcial; incluso la sociedad argentina con un Estado deteriorado, a los tumbos, con estratificaciones sociales poco estables, pero sobre todo un pueblo muy desobediente. Sin embargo, en este caso se ha disciplinado mediante un cierto un cálculo y una impronta del gobierno actual. Entonces, yendo al grano, el «éste es mi cuerpo» quedó evaporado por la configuración de un nuevo cuerpo social que ya no es la marea de los unos , las multitudes singulares12, sino más bien una nueva vuelta a la homogeneidad bajo la configuración de «el enemigo invisible», tal como lo llaman el presidente y el ministro de Defensa. Es lo que produce la renovación de un orden y, al mismo tiempo, la consolidación de un cuerpo Otro. El «éste es mi cuerpo» ha quedado expropiado por otro cuerpo. ¿De quién es el cuerpo? El único cuerpo que ahora circula es el cuerpo del virus. Es el único que ha neutralizado los discursos y tiende a romper, por el momento, el debate de género.

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