Elvira Escalante
Escuchaba los comentarios —siguiendo la línea del borramiento— y pensaba en una lógica entre Bejahung y Verneinung. Tomando esto que decía Cecilia al comienzo —respecto a la tradición judía sobre aquello «que se saca de raíz» y su implicación con sacar el mal—, siguiendo esta línea, se me ocurrió pensar si ese borramiento podría formularse como una dimensión de expulsión, de algo que se expulsa. Porque, además, el tatuaje es un recorte muy circunscripto en un lugar del cuerpo (si bien hay gente que tiene tatuado todo el cuerpo) y en este sentido podemos ver claramente el valor significante del tatuaje. Pero, en ese doble movimiento, de inscripción y borramiento, me pregunto si podríamos pensar en un valor de objeto del tatuaje.
Cecilia Castelluccio
Bien, en primer término, lo que situaba al principio era la operación de tatuaje de los nazis hacia los judíos y la dimensión del mal ejecutada allí por una doble cuestión: la reducción a no-persona, a número; pero además porque está prohibido por la Torá marcar el cuerpo; el significado de la palabra tatuaje alude a «sacar de raíz». Entonces, en este significado, a partir de lo que está prohibido en la religión judía, se trata de sacar de raíz algo dado por Dios, intervenir el cuerpo como aquello dado.
Jorge Faraoni
Si se compara al judaísmo con el catolicismo, probablemente podamos hallar otro tipo de valor simbólico en el catolicismo, ya que la culpa es innata y el cuerpo dado por Dios en el judaísmo es algo puro, que no debería dañarse.
Ceclia Castelluccio
Para la Iglesia católica también estuvo sancionado el tatuarse.
Jorge Faraoni
Creo que de algún modo se vuelve notable que, de entrada, hay una prohibición: hay un cuerpo y una prohibición de tatuarlo, más allá de las variantes que hay en esa prohibición. Estoy muy tentado de decir algo y quisiera que se escuche con toda prudencia. En estos días estamos presenciando el hecho de que hay gente que vive la cuarentena como una prohibición, y hay gente que se inventa una prohibición en nombre de una libertad. Podría tomarlo irónicamente y hacer un chiste, pero es algo que a mí me viene dando vueltas, y más aún, desde la conversación con Dessal; como todo es progresivo, va hacia adelante y no hay nada anterior que tenga validez, hay una búsqueda de una libertad que no se sabe cual es. Me parece que el tema de los tatuajes, se puede pensar que es una marca-Una que no hubo, y una segunda marca que intentaría cumplir una función parecida. O aún una transgresión. Pero, me parece que podríamos dejar abierto qué tipo de prohibición está funcionando hoy.
Blanca Musachi
A partir de lo que recordó Emilio sobre el texto «Efecto retorno sobre las psicosis ordinarias» y la función del tatuaje como la posibilidad de una grampa , de algo que viene a prensar el cuerpo, operación referida al hacerse un cuerpo, me quedé pensando en los casos que presentaste sobre todo en el segundo, ya que es el que me pareció más claro. A partir de la observación de Emilio, que es a partir del tatuaje que se puede pensar la marca más particular del sujeto, me surgieron varias cosas: colocabas Cecilia, la función del tatuaje como función de identificación, como función significante. Pero luego al final, decís que el título de tu libro es El fenómeno del tatuaje. Nombre propio y escritura , y entonces me acordé de algo que Miller decía acerca del famoso caso de neurosis obsesiva paradigmático de Freud. El verdadero nombre de ese paciente, de ese sujeto, era «El hombre de las ratas», ese era su nombre de goce. Entonces, te quería preguntar si podías decir algo sobre la segunda parte del nombre de tu libro, si podías precisar o agregar algo, sobre lo que es el significante y lo que es la letra.
Cecilia Castelluccio
Hay algo de esto efectivamente también en el «Hombre de los lobos» que se hizo un nombre y una existencia a partir de ser un caso de Freud. A partir de allí pudo existir.
Efectivamente es interesante la observación. Lacan propone una inversión entre la lectura y la escritura. Es la lectura la que crea la marca para leer. Lo escrito —dice— puede hablar o no. Algo que está escrito puede ser leído o no. Se puede pensar quién es el Otro en juego. La diferencia entre letra y significante nos permite pensar de qué registro estamos hablando, de qué orden se trata. Esta inscripción sirve para construirse un cuerpo o un nombre: ser un preso, por ejemplo.
Un ordenamiento por los registros
Emilio Vaschetto
Me parece que, para contribuir a la dispersión, o al ordenamiento —ya no sé— uno debe guiarse por los registros (ISR). El tema de la marca recorre los tres registros, porque no necesariamente es real y tampoco únicamente simbólica, ni meramente imaginaria. Puede serlo de una manera y otra. En algunos casos evita la disolución imaginaria, pero en otros su estatuto no es meramente imaginario.
Si fuese posible hacer alguna conceptualización de la idea de marca en Lacan —cosa que quizá podamos encontrar recién hacia el final de este seminario— da la impresión que tampoco hay una sola noción de marca. Siguiendo el seminario 10, pareciera que allí la marca es simbólica. En el seminario 5 dice: la marca no es un significante, está más cerca de la huella como vacío. Hacia el final, cuando ya introduce el sinthome , podríamos pensar en una marca más real. Lo propongo para la discusión, pero me parece que puede ser un buen ordenamiento: marca imaginaria, simbólica y real.
Jorge Faraoni
De cualquier forma una marca siempre es un organizador, sea imaginaria, simbólico o real, siempre cumple la función de organizar algo. Tal como se vio en los casos presentados.
Emilio Vaschetto
Podríamos agregar eso a la producción colectiva —si es que existe tal cosa— y es que hay un organizador y que no necesariamente es uno de los registros el privilegiado sobre otro, sino la función organizadora de la marca.
Cecilia Castelluccio
Ningún registro (RSI) tiene preminencia sobre otro, lo que se destaca es más bien su anudamiento.
Jorge Faraoni
No hay primacía.
Ricardo Gandolfo
Cecilia, excelente tu exposición, muy clara y me ha sugerido una cosa. Me parece que lo importante es qué función de la nada y de la ausencia está en juego, en cada uno de los registros. Porque el tatuaje viene a cubrir algo y a señalar al mismo tiempo aquello que cubre. Entonces, como decía Emilio —y está muy bien—, se trata de tener en cuenta los tres registros. Si tomamos por ejemplo un proceso habitual —para llamarlo de alguna manera— como el del Nombre del Padre, hay algo del cuerpo que se nadifica, y entonces gracias a eso se obtiene la marca de lo simbólico, que nos permite una inmortalidad absurda, porque es la inmortalidad del Otro, no la nuestra. Por eso, cuando no pasa eso, el tatuaje viene a ese lugar, viene a testimoniar algo. No es tanto el tatuaje en sí mismo, sino lo que viene a cubrir, lo que viene a indicar. Por eso permite hacer un cuerpo, porque hace las veces del objeto a , y la extracción del objeto es lo que permite hacer un cuerpo.
Gabriela Rodríguez
El tatuaje viene muy bien para pensar la marca, sobre todo porque no todos los tatuajes constituyen una marca y no todas las marcas son una marca, valga la paradoja. Respecto de la época, hay una paradoja o doble faz, por una parte, la época es súper industriosa en la producción de segundas marcas, y al mismo tiempo observamos un rechazo de la marca, en el sentido de un rechazo de todo lo que sea determinación. Judith Butler se refiere a «La colonia penitenciaria» de Kafka que mencionabas, Cecilia, para situar su operación de performativa, de la que surge la diferencia del sexo/géneros considerado como un dispositivo. Entonces, esa marca, que tiene la lógica de una cita sin original, es vivida como algo opresivo que limita, que coarta libertad.
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