Emilio Vaschetto - ¿Podemos vivir en una civilización sin dios?

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¿Podemos vivir en una civilización sin dios?: краткое содержание, описание и аннотация

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¿Cómo pensar una civilización sin dios? Tal era la consigna que resonaba en nuestro argumento hasta que la peste llegó a la puerta de nuestros hogares. Todo se acomodó con velocidad y el furor por las pantallas también contagió al psicoanálisis. En aquel argumento hablábamos de la «consistencia provista por los dispositivos publicitarios» superando las posibilidades de lo simbólico, y así vimos amanecer un nuevo lenguaje. La crítica al monoideísmo –que destilaba nuestra formulación–, lejos de diluirse en la situación excepcional de la pandemia, se acentuó. La pan disipó; las posibilidades de lo singular y nuestra propuesta no sólo se tornó necesaria sino urgente.La marca opera en dos frentes: aislando una singularidad y haciendo legible el deseo del analista. La fórmula implica de entrada una circularidad inexpugnable: la marca más singular es patrimonio del sujeto y la presencia del analista aquello que hace posible su lectura. Pero, ¿dónde hallarla? ¿En qué caso puede aislarse? ¿A qué llamamos segundas marcas —en plural—?En tiempos de generalización del trauma, de uniformidad, de coronalengua, hoy más que nunca sigue reverberando una pregunta: ¿dónde reside la Marca más singular del sujeto? Quizás el lector pueda encontrar aquí algunas respuestas, por nuestra parte nos contentamos con haber dejado el trazo de las preguntas.

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Estamos en una época que algunos autores caracterizan por la compulsión al consumo. Quizás el tatuaje entre en esa lógica, de ser algo más a consumir, como así también lo es el cuerpo. Considero importante señalar que, así como el cuerpo y el Otro están estrechamente vinculados, necesariamente las épocas van marcando diferentes cuerpos con sus ideales de belleza. No son los mismos los de la época greco-romana que los actuales o los del Renacimiento. Marcas que en su momento podrían ser, por ejemplo, de grupos ligados a algo marginal, hoy tienen otra connotación. Digamos que la época va dando distintas claves de lectura para esas marcas en el cuerpo.

Una cita como brújula

Hay una cita de Lacan en el seminario 11 que me parece sumamente rica y orientadora para pensar estos temas, donde propone que el tatuaje, la escarificación, la incisión, tienen la función de ser «para el Otro, de situar en él al sujeto»2.

Esta referencia, supone que las marcas estarán en función del Otro en juego; sería la primera cuestión. Porque el sujeto, desde la lógica de esta época —como lo piensa Lacan—, es lo que sucede o lo que acontece en el campo del Otro. Claro está, estas marcas dependen de la lectura que se haga de ellas. Ahora bien, en este sentido, si está en relación, si sitúa al sujeto en el campo del Otro, podemos pensar que las marcas no serán las mismas según cuál sea este Otro. Por ejemplo, para pensar en marcas que se ponen en juego en la clínica actual, nos encontramos con pacientes, generalmente adolescentes, que se cortan superficialmente, aunque no dejan de ser cortes y de provocar una serie de marcas en la piel. Estas marcas, a pesar de ser en el cuerpo, no son de la misma índole que otras marcas, como podría ser la circuncisión, puesto que ubican al sujeto, en una posición totalmente distinta en cuanto al Otro. No es lo mismo quien se hace cortes de manera autoprovocada para tramitar la angustia (los cutters , por ejemplo) que la circuncisión, donde ubica al sujeto como siendo parte del pueblo elegido por Dios.

Agreguemos algo más: una referencia del seminario 9, que es uno de los seminarios (junto con el 11 y el 12) a los que me aboqué especialmente en mi libro. Esta otra referencia es que «el sujeto es lo que se nombra»3. Por lo cual, según cómo quede nombrado eso (el sujeto) será totalmente distinto y estará íntimamente ligado a cuál sea ese Otro en juego. Esta es la lógica subyacente.

Una clasificación posible

La idea de la tesis surgió a partir de mi trabajo en una cárcel durante algunos años. Entrar a una cárcel supone necesariamente encontrarse con tatuajes, es inevitable encontrar que todos están tatuados. Particularmente, la relación entre esas marcas y el nombre propio fue lo que trabajé y quedó plasmado en mi libro. Los internos están tatuados de diferentes maneras, no todos los tatuajes tienen una misma función, ni responden a una misma lógica. Al inicio no encontraba un sentido a aquellas marcas que veía, las cuales no dejaban de captar mi atención. Mi trabajo fue ubicar las escasas referencias en Freud y Lacan para poder encontrar un cierto orden a lo que veía. A partir de allí pude establecer las siguientes categorías:

En primer lugar los tatuajes vinculados a lo identificatorio. Las referencias son el «tótem» en Freud y el «rasgo unario» en Lacan. Allí ingresa quien se tatúa algún equipo de fútbol, por ejemplo de River Plate o de Boca Juniors —si nombramos dos de los más conocidos—. Es decir, aparece cierta cuestión de pertenencia a un determinado grupo. Pero también, si uno lo piensa en el campo de las instituciones cerradas y de los delitos, existen tatuajes que vinculan a su portador con el pasaje por dichas instituciones. Son aquellos tatuajes que los presos llaman «escraches». Los realizan de manera muy desprolija en cuanto a su terminación, con bordes irregulares, ya que son hechos con agujas de coser y con tinta de bolígrafo. Al introducir ese pigmento, el tatuaje queda con un color gris azulado, con una definición poco uniforme. A partir de una serie televisiva se hizo conocido un tatuaje muy frecuente entre los presos; se trata de los cinco puntos de la cara de un dado que suelen hacérselo en la mano, generalmente en la tabaquera anatómica, cuyo significado es muy preciso. Para quien lee los tatuajes, quien sabe leerlos, esto tiene una significación especial. Por ejemplo, ese tatuaje significa que cuatro policías hicieron «caer» a un preso, y luego esto se revierte, quedando cuatro presos encerrando a un policía. Explicación que me dio en algún momento un interno. Es muy frecuente ver esto y también ver el tipo de pertenencia a lo delictual en otros grupos, por ejemplo, los «yakuzas» en Japón o las «Maras» en Centroamérica. Son formas de pertenencia a una determinada agrupación delictiva. La primer categoría pues —para ordenar los tatuajes— serían estos tatuajes ligados a lo identificatorio.

En segundo lugar se encuentran aquellos tatuajes ligados a lo estético o a lo erótico. La función de estos últimos resulta más evidente. Menciono algunas referencias para quien quiera buscarlas. En el seminario 5 es donde Lacan trabaja la relación entre el deseo y la marca. En el seminario 10 menciona a Lévi-Strauss y su referencia a los colonos que llegaban a América y veían a las mujeres con sus cuerpos desnudos totalmente tatuados y ornamentados, lo que provocaba un efecto de fascinación en los europeos. En el seminario 11, hay otra referencia —además de la que mencionamos—, donde habla de la anamorfosis: se refiere a un pene tatuado que pasaría del estado de reposo al estado de erección y la fascinación que eso provocaría. Se trata de una «trampa para el ojo» ( trompe-l’oeil ).

Volvamos a la cita del seminario 11 para poder completarla y ver como en ella Lacan ubica los dos costados que comentaba anteriormente. Antes cité una parte: «…el tatuaje, la escarificación. La incisión tiene precisamente la función de ser para el Otro». Y continúa diciendo: «…señalando su puesto en el campo de las relaciones del grupo, entre cada uno y todos los demás».

En una misma cita aparece la lógica que permite ordenar esos tatuajes con los que me encontré. Esta clasificación me servía de marco, de anclaje para abordar un tercer tipo, uno que no encajaba en aquel listado. No me dediqué a esos tatuajes, sino al tatuaje del nombre propio, veía personas privadas de su libertad, que se tatuaban su propio nombre en el cuerpo. Empezaron a surgir preguntas: ¿qué quiere decir esto? ¿A qué obedece este tipo de tatuaje? ¿Qué función cumplen? Lo primero que surgió, (así aparece propuesto por Lacan) es que ese tatuaje parecía una etiqueta, equivalente a aquellas que en la escuela primaria se ponen en el cuaderno. Esas etiquetas identifican la pertenencia, entre otras cosas, para que no se pierdan. Lacan habla del «marbete» y es una indicación clínica muy interesante.

Una pregunta empezó a insistir: ¿por qué alguien se marcaría con su propio nombre el cuerpo? Les adelanto mi hipótesis: este tatuaje resulta una segunda marca que suple a aquélla primordial. Ahora bien, lo que tendríamos que situar es esa primera marca y cuál fue su operatoria. De ahí también se desprenderá si se trata realmente de una segunda marca en sentido estricto. ¿Por qué una segunda marca? Porque algo de esa primera marca que debería haber operado, evidentemente no se inscribió, algo que se tendría que haber inscripto no funcionó, no operó y esta marca en el cuerpo vendría a suplir aquello que no funcionó. Sabemos que la función paterna, la función del padre es siempre fallida. Entonces, el asunto a dilucidar es si el tatuaje del nombre propio es una marca que oficia como primera o segunda.

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