Y estando en estas pláticas, vinieron luego á decir á Cortés que venia el cacique gordo de Cempoal en andas, y las andas á cuestas de muchos indios principales; y desque llegó el cacique habló con Cortés, juntamente con el cacique y otros principales de aquel pueblo, dando tantas quejas de Montezuma, y contaba de sus grandes poderes, y decíalo con lágrimas y suspiros, que Cortés y los que estábamos presentes tuvimos mancilla; y demás de contar por qué via é modo los habia sujetado, que cada año les demandaban muchos de sus hijos y hijas para sacrificar y otros para servir en sus casas y sementeras, y otras muchas quejas, que fueron tantas, que ya no se me acuerda; y que los recaudadores de Montezuma les tomaban sus mujeres é hijas si eran hermosas, y las forzaban; y que otro tanto hacian en aquellas tierras de la lengua de Totonaque, que eran más de treinta pueblos; y Cortés los consolaba con nuestras lenguas cuanto podia, é que los favoreceria en todo cuanto pudiese, y quitaria aquellos robos y agravios, y que para eso les envió á estas partes el Emperador nuestro señor, é que no tuviesen pena ninguna, que presto verian lo que sobre ello haciamos; y con estas palabras recibieron algun contento, mas no se les aseguraba el corazon con el gran temor que tenian á los mejicanos.
Y estando en estas pláticas vinieron unos indios del mismo pueblo á decir á todos los caciques que allí estaban hablando con Cortés, cómo venian cinco mejicanos que eran los recaudadores de Montezuma, é como los vieron se les perdió la color y temblaban de miedo, y dejan solo á Cortés y los salen á recibir, y de presto les enraman una sala y les guisan de comer y les hacen mucho cacao, que es la mejor cosa que entre ellos beben; y cuando entraron en el pueblo los cinco indios vinieron por donde estábamos, porque allí estaban las casas del cacique y nuestros aposentos; y pasaron con tanta contenencia y presuncion, que sin hablar á Cortés ni á ninguno de nosotros se fueron é pasaron delante; y traian ricas mantas labradas, y los bragueros de la misma manera (que entónces bragueros se ponian), y el cabello lucio é alzado, como atado en la cabeza, y cada uno unas rosas oliéndolas, y mosqueadores que les traian otros indios como criados, y cada uno un bordon con un garabato en la mano, y muy acompañados de principales de otros pueblos de la lengua totonaque; y hasta que los llevaron á aposentar y les dieron de comer muy altamente no les dejaron de acompañar.
Y despues que hubieron comido mandaron llamar al cacique gordo é á los demás principales, y les dijeron muchas amenazas y les riñeron que por qué nos habian hospedado en sus pueblos, y les dijeron que qué tenian ahora que hablar y ver con nosotros. É que su señor Montezuma no era servido de aquello, porque sin su licencia y mandado no nos habian de recoger en su pueblo ni dar joyas de oro. Y sobre ello al cacique gordo y á los demás principales les dijeron muchas amenazas, é que luego les diesen veinte indios é indias para aplacar á sus dioses por el mal oficio que habia hecho.
Y estando en esto, viéndole Cortés, preguntó á doña Marina é Jerónimo de Aguilar, nuestras lenguas, de qué estaban alborotados los caciques desque vinieron aquellos indios, é quién eran. É doña Marina, que muy bien lo entendió, se lo contó lo que pasaba; é luego Cortés mandó llamar al cacique gordo y á todos los más principales, y les dijo que quién eran aquellos indios, que les hacian tanta fiesta.
Y dijeron que los recaudadores del gran Montezuma, é que vienen á ver por qué causa nos recibian en el pueblo sin licencia de su señor, y que les demandan ahora veinte indios é indias para sacrificar á sus dioses Huichilóbos porque les dé vitoria contra nosotros, porque han dicho que dice Montezuma que os quiere tomar para que seais sus esclavos; y Cortés les consoló é que no hubiesen miedo, que él estaba allí con todos nosotros y que los castigaria.
Y pasemos adelante á otro capítulo, y diré muy por extenso lo que sobre ello se hizo.
Índice
CÓMO CORTÉS MANDÓ QUE PRENDIESEN AQUELLOS CINCO RECAUDADORES DE MONTEZUMA, Y MANDÓ QUE DENDE ALLÍ ADELANTE NO OBEDECIESEN NI DIESEN TRIBUTO, Y LA REBELION QUE ENTÓNCES SE ORDENÓ CONTRA MONTEZUMA.
Como Cortés entendió lo que los caciques le decian, les dijo que ya les habia dicho otras veces que el Rey nuestro señor le mandó que viniese á castigar los malhechores é que no consintiese sacrificios ni robos; y pues aquellos recaudadores venian con aquella demanda, les mandó que luego los aprisionasen é los tuviesen presos hasta que su señor Montezuma supiese la causa cómo vienen á robar y llevar por esclavos sus hijos y mujeres, é hacer otras fuerzas.
É cuando los caciques lo oyeron estaban espantados de tal osadía, mandar que los mensajeros del gran Montezuma fuesen maltratados, y temian y no osaban hacello; y todavía Cortés les convocó para que luego los echasen en prisiones, y así lo hicieron, y de tal manera, que en unas varas largas y con collares (segun entre ellos se usa) los pusieron de arte que no se les podian ir; é uno dellos porque no se dejaba atar le dieron de palos; y demás desto, mandó Cortés á todos los caciques que no les diesen más tributo, ni obediencia á Montezuma, é que así lo publicasen en todos los pueblos aliados y amigos. É que si otros recaudadores hubiese en otros pueblos como aquellos, que se lo hiciesen saber, que él enviaria por ellos.
Y como aquella nueva se supo en toda aquella provincia, porque luego envió mensajeros el cacique gordo haciéndoselo saber, y tambien lo publicaron los principales que habian traido en su compañía aquellos recaudadores, que como los vieron presos, luego se descargaron y fueron cada uno á su pueblo á dar mandado y á contar lo acaecido.
É viendo cosas tan maravillosas é de tanto peso para ellos, dijeron que no osaron hacer aquello hombres humanos, sino teules, que así llaman á sus ídolos en que adoraban; é á esta causa desde allí adelante nos llamaron teules, que es, como he dicho, ó dioses ó demonios; y cuando dijere en esta relacion teules en cosas que han de ser tocadas nuestras personas, sepan que se dice por nosotros.
Volvamos á decir de los prisioneros, que los querian sacrificar por consejo de todos los caciques, porque no les fuese alguno dellos á dar mandado á Méjico; y como Cortés lo entendió, les mandó que no los matasen, que él los queria guardar, y puso de nuestros soldados que los velasen; é á media noche mandó llamar Cortés á los mismos nuestros soldados que los guardaban, y les dijo:
—«Mirad que solteis dos dellos, los más diligentes que os parecieren, de manera que no lo sientan los indios destos pueblos;» que se los llevasen á su aposento.
Y así lo hicieron, y despues que los tuvo delante les preguntó con nuestras lenguas que por qué estaban presos y de qué tierra eran, como haciendo que no los conocia; y respondieron que los caciques de Cempoal y de aquel pueblo con su favor y el nuestro los prendieron; y Cortés respondió que él no sabia nada y que le pesa dello; y les mandó dar de comer y les dijo palabras de muchos halagos, y que se fuesen luego á decir á su señor Montezuma cómo éramos todos sus grandes amigos y servidores; y porque no pasasen más mal les quitó las prisiones, y que riñó con los caciques que los tenian presos, y que todo lo que hubieren menester para su servicio que lo hará de muy buena voluntad, y que los tres indios sus compañeros que tienen en prisiones, que él los mandará soltar y guardar, y que vayan muy presto, no los tornen á prender y los maten; y los dos prisioneros respondieron que se lo tenian en merced, y que habian miedo que los tornarian á las manos, porque por fuerza habian de pasar por sus tierras; y luego mandó Cortés á seis hombres de la mar que esa noche los llevasen en un batel obra de cuatro leguas de allí, hasta sacallos de á tierra segura fuera de los términos de Cempoal.
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