Y estando en esto, vimos venir doce indios que eran vecinos de aquellas estancias donde habiamos dormido, y venian de hablar á su cacique, y traian gallinas y pan de maíz, y dijeron á Cortés con nuestras lenguas que su señor enviaba aquellas gallinas que comiésemos, y nos rogaba que fuésemos á su pueblo, que estaba de allí, á lo que señalaron, andadura de un dia, porque es un sol; y Cortés les dió las gracias y los halagó, y caminamos adelante y dormimos en otro pueblo pequeño, que tambien tenia hechos muchos sacrificios.
Y porque estarán hartos de oir de tantos indios é indias que hallábamos sacrificados en todos los pueblos y caminos que topábamos, pasaré adelante sin tornar á decir de qué manera é qué cosas tenian; y diré cómo nos dieron en aquel pueblezuelo de cenar, y supimos que era por Cempoal el camino para ir al Quiahuistlan, que ya he dicho que estaba en una sierra, y pasaré adelante, y diré cómo entramos en Cempoal.
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CÓMO ENTRAMOS EN CEMPOAL, QUE EN AQUELLA SAZON ERA MUY BUENA POBLACION, Y LO QUE ALLÍ PASAMOS.
Y como dormimos en aquel pueblo donde nos aposentaron los doce indios que he dicho, y despues de bien informados del camino que habiamos de llevar para ir al pueblo que estaba en el peñol, muy de mañana se lo hicimos saber á los caciques de Cempoal cómo íbamos á su pueblo, y que lo tuviesen por bien; y para ello envió Cortés los seis indios por mensajeros, y los otros seis quedaron para que nos guiasen; y mandó Cortés poner en órden los tiros y escopetas y ballesteros, y siempre corredores del campo descubriendo, y los de á caballo y todos los demás muy apercebidos.
Y desta manera caminamos hasta que llegamos una legua del pueblo; é ya que estábamos cerca dél, salieron veinte indios principales á nos recibir de parte del Cacique, y trujeron unas piñas rojas de la tierra, muy olorosas, y las dieron á Cortés y á los de á caballo con gran amor, y le dijeron que su señor nos estaba esperando en los aposentos, y por ser hombre muy gordo y pesado no podia venir á nos recebir; y Cortés les dió gracias, y se fueron adelante.
É ya que íbamos entrando entre las casas, desque vimos tan gran pueblo, y no habiamos visto otro mayor, nos admiramos mucho dello; y como estaba tan vicioso y hecho un verjel, y tan poblado de hombres y mujeres las calles llenas que nos salian á ver, dábamos muchos loores á Dios, que tales tierras habiamos descubierto; y nuestros corredores del campo, que iban á caballo, parece ser llegaron á la gran plaza y patios donde estaban los aposentos, y de pocos dias, segun pareció, teníanlos muy encalados y relucientes, que lo saben muy bien hacer, y pareció al uno de los de á caballo que era aquello blanco que relucia plata, y vuelve á rienda suelta á decir á Cortés cómo tenian las paredes de plata.
Y doña Marina é Aguilar dijeron que seria yeso ó cal, y tuvimos bien que reir de su plata ó frenesí, que siempre despues le deciamos que todo lo blanco le parecia plata.
Dejemos de la burla, y digamos cómo llegamos á los aposentos, y el cacique gordo nos salió á recebir junto al patio, que porque era muy gordo así le nombraré, é hizo muy gran reverencia á Cortés y le zahumó, que así lo tenian de costumbre, y Cortés le abrazó, y allí nos aposentaron en unos aposentos harto buenos y grandes, que cabiamos todos, y nos dieron de comer y pusieron unos cestos de ciruelas, que habia muchas, porque era tiempo dellas, y pan de maíz; y como veniamos hambrientos, y no habiamos visto otro tanto bastimento como entónces, pusimos nombre á aquel pueblo Villaviciosa, y otros le nombraron Sevilla.
Mandó Cortés que ningun soldado les hiciese enojo ni se apartase de aquella plaza. Y cuando el cacique gordo supo que habiamos comido, le envió á decir á Cortés que le queria ir á ver, é vino con buena copia de indios principales, y todos traian grandes bocetes de oro é ricas mantas; y Cortés tambien los salió al encuentro del aposento, y con grandes caricias y halagos le tornó á abrazar; y luego mandó al cacique gordo que trujesen un presente que tenia aparejado de cosas de joyas de oro y mantas, aunque no fué mucho, sino de poco valor, y le dijo á Cortés:
—«Lopelucio, lopelucio, recibe esto de buena voluntad;» é que si más tuviera, que se lo diera.
Ya he dicho que en lengua totonaque dijeron señor y gran señor, cuando dicen lopelucio, etc.
Y Cortés le dijo con doña Marina é Aguilar que él se lo pagaria en buenas obras, é que lo que hubiese menester, que se lo dijese, que lo haria por ellos; porque somos vasallos de un tan gran señor, que es el Emperador D. Cárlos, que manda muchos reinos y señoríos, y que nos envia para deshacer agravios y castigar á los malos, y mandar que no sacrificasen más ánimas; y se les dió á entender otras muchas cosas tocantes á nuestra santa fe.
Y luego como aquello oyó el cacique gordo, dando suspiros, se quejó reciamente del gran Montezuma y de sus gobernadores, diciendo que de poco tiempo acá le habia sojuzgado, y que le habia llevado todas sus joyas de oro, y les tiene tan apremiados, que no osan hacer sino lo que les manda, porque es señor de grandes ciudades, tierras é vasallos y ejércitos de guerra.
Y como Cortés entendió que de aquellas quejas que daban al presente no podian entender en ello, les dijo que él haria de manera que fuesen desagraviados; y porque él iba á ver sus acales (que en lengua de indios así llaman á los navíos), é hacer su estada é asiento en el pueblo de Quiahuistlan, que desque allí esté de asiento se verán más de espacio; y el cacique gordo le respondió muy concertadamente.
Y otro dia de mañana salimos de Cempoal, y tenia aparejados sobre cuatrocientos indios de carga, que en aquellas partes llaman tamemes, que llevan dos arrobas de peso á cuestas y caminan con ellas cinco leguas; y desque vimos tanto indio para carga nos holgamos, porque de ántes siempre traiamos á cuestas nuestras mochilas los que no traian indios de Cuba, porque no pasaron en la armada sino cinco ó seis, y no tantos como dice el Gómora.
Y doña Marina é Aguilar nos dijeron, que en aquestas tierras, que cuando están de paz, sin demandar quien lleve la carga, los caciques son obligados de dar de aquellos tamemes; y desde allí adelante, donde quiera que íbamos demandábamos indios para las cargas.
Y despedido Cortés del cacique gordo, otro dia caminamos nuestro camino, y fuimos á dormir á un pueblezuelo cerca de Quiahuistlan, y estaba despoblado, y los de Cempoal trujeron de cenar.
Aquí es donde dice el coronista Gómora que estuvo Cortés muchos dias en Cempoal, é que se concertó la rebelion é liga contra Montezuma: no le informaron bien; porque, como he dicho, otro dia por la mañana salimos de allí, y donde se concertó la rebelion y por qué causa adelante lo diré.
É quédese así, é digamos cómo entramos en Quiahuistlan.
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CÓMO ENTRAMOS EN QUIAHUISTLAN, QUE ERA PUEBLO PUESTO EN FORTALEZA, Y NOS ACOGIERON DE PAZ.
Otro dia, á hora de las diez, llegamos en el pueblo fuerte, que se decia Quiahuistlan, que está entre grandes peñascos y muy altas cuestas, y si hubiera resistencia era mala de tomar. É yendo con buen concierto y ordenanza, creyendo que estuviese de guerra, iba el artillería delante, y todos subiamos en aquella fortaleza, de manera que si algo acontecia, hacer lo que éramos obligados.
Entónces Alonso de Ávila llevó cargo de capitan; é como era soberbio é de mala condicion, porque un soldado que se decia Hernando Alonso de Villanueva no iba en buena ordenanza, le dió un bote de lanza en un brazo que le mancó, y despues se llamó Hernando Alonso de Villanueva el Manquillo.
Dirán que siempre salgo de órden al mejor tiempo por contar cosas viejas. Dejémoslo, y digamos que hasta en la mitad de aquel pueblo no hallamos indio ninguno con quien hablar, de lo cual nos maravillamos, que se habian ido huyendo de miedo aquel propio dia; é cuando nos vieron subir á sus casas, y estando en lo más de la fortaleza en una plaza junto á donde tenian los cues é casas grandes de sus ídolos, vimos estar quince indios con buenas mantas, y cada uno un brasero de brasas, y en ellos de sus inciensos, y vinieron donde Cortés estaba y le zahumaron, y á los soldados que cerca dellos estábamos, y con grandes reverencias le dicen que les perdonen porque no le han salido á recebir, y que fuésemos bien venidos é que reposemos, é que de miedo se habian huido é ausentado hasta ver qué cosas éramos, porque tenian miedo de nosotros y de los caballos, é que aquella noche les mandarian poblar todo el pueblo; y Cortés les mostró mucho amor, y les dijo muchas cosas tocantes á nuestra santa fe, como siempre lo teniamos de costumbre á do quiera que llegábamos, y que éramos vasallos de nuestro gran Emperador D. Cárlos, y les dió unas cuentas verdes é otras cosillas de Castilla; y ellos trujeron luego gallinas y pan de maíz.
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