Tucídides - Historia de la Guerra del Peloponeso
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Entre otras muchas cosas que había hecho contra las leyes y costumbres de Lacedemonia, les indignaba en gran manera que, en una mesa de alambre de tres pies que los griegos ofrecieron al templo de Apolo en Delfos del botín cogido a los medos, había mandado esculpir el mismo Pausanias estos versos:
Aquel griego capitán Que Pausanias se llamó, Ya que a los medos venció Con gran trabajo y afán Que en la guerra padeció, Por honra del dios Apolo, Aquí puso esta memoria, Aplicando su victoria Al favor de aquel dios solo.
Versos que mandaron borrar los lacedemonios, y en lugar del de Pausanias pusieron los nombres de todas las ciudades confederadas que se hallaron en la batalla contra los bárbaros.
Acusábanle a la vez de cosa más grave, cual era el tener tratos secretos y conjuraciones con los hilotas o esclavos de Lacedemonia, prometiéndoles que les daría libertad y derecho de ciudadanos si se levantaban juntamente con él y hacían lo que les mandase. Pero ni aun tampoco por dichos de los esclavos, según sus leyes, podían proceder contra ningún varón lacedemonio en causa de muerte o cosa que no se pudiese remediar, sin tener indicios ciertos e indudables. Pero un criado, muy privado y familiar suyo, llamado Argilo, que fue el que llevó a Artabazo las últimas cartas que Pausanias, su amo, había escrito al rey Jerjes, descubrió la traición a los éforos. Lo hizo por sospechas, al ver que ninguno de los otros mensajeros que Pausanias envió a Artabazo había vuelto, por lo cual, temiendo que le ocurriese mal también a él, mandó contrahacer el sello con que estaba sellada la carta para poder volverla a sellar después de leerla, si no hallaba cosa en ella de lo que él sospechaba, y también para que el mismo Artabazo no conociese que había sido abierta. Leyola, y halló, entre otras razones, aquello que temía, y era que Pausanias decía a Artabazo que le matase. Visto esto, llevó la carta a los éforos, los cuales se convencieron de la traición.
Para más justificación suya, y por saber mejor la verdad, quisieron oírla de boca del mismo Pausanias, y usaron de esta estratagema: hicieron que el criado fuera a acogerse al templo de Ténaro como hombre que ha ofendido a su señor y se quiere librar en sagrado, y se le hizo saber a Pausanias para que fuera allí a hablar con él, lo cual hizo. Dos de los éforos se habían escondido en un sitio secreto, de manera que podían bien oír y entender lo que Pausanias y el criado hablaban sin ser sentidos. Cuando Pausanias fue donde estaba su criado y le preguntó la causa por que se había acogido allí, le declaró que había abierto la carta, y le dijo todo lo que contenía, quejándose de que en ella le mandase matar, pues en todos los tratos que había tenido con el rey Jerjes había confiado en él, y nunca le faltó. Parecíale, pues, cosa fuera de razón que mandara matarle, como habían sido muertos todos los mensajeros enviados antes con otras cartas, mensajeros que no podían compararse con él.
A esto Pausanias le respondió, confesando que todo era verdad, sin cesar de amansarle y rogarle que no tomase por ello enojo, y jurándole por el templo donde estaba que en adelante no le haría mal, cumpliendo con toda diligencia su encargo para Artabazo, porque el negocio no fracasara. Oyeron los éforos muy bien todas estas razones, y estimando el caso muy averiguado, dieron orden para que Pausanias fuese preso dentro de la ciudad. Mas como los dos éforos le salieran al encuentro en la calle, conoció en los movimientos del rostro de uno de ellos que iban resueltos a prenderle, y ganoles por la mano huyendo al templo de Palas, sin que le pudiesen coger. Antes de llegar al templo entró en una casilla pequeña que estaba junto a él para descansar, y fue atajado por los que le seguían, los cuales descubrieron el techo de la casa y la cercaron por todas partes con guardas para que no pudiese salir, teniéndole sitiado hasta que le mataron de hambre. Cuando estaba espirando, los guardas le sacaron de aquel lugar sagrado, y murió en sus brazos.
Los éforos opinaban que debía ser arrojado el cadáver a una quebradura25, donde acostumbraban a echar los malhechores, pero mudaron de propósito y le hicieron enterrar en una sepultura.
Algún tiempo después les fue amonestado, por revelación del oráculo de Apolo Délfico, y mandado que le sacasen de la sepultura y le enterrasen en el lugar donde había espirado, y así fue hecho. Aun hoy se ve su sepultura delante del templo, según parece por el letrero que está esculpido en la piedra del sepulcro. Mandoles además el oráculo de Apolo que, para purgar el sacrilegio que habían cometido violando el templo de la diosa Palas, diesen dos cuerpos en lugar de uno, y así lo hicieron, expiando la muerte de Pausanias con el ofrecimiento de dos estatuas de metal en el templo de Palas Calcieca.
Véase, pues, por qué los atenienses, para responder con un cargo igual al que les hacían los lacedemonios de estar contaminados de sacrilegio, les imputaron otro tanto, diciendo que ellos purgasen de igual manera la ofensa que habían hecho a la diosa Palas, y que el oráculo de Apolo había juzgado sacrilegio.
XV
Índice
Temístocles, perseguido por atenienses y lacedemonios, se refugia en los dominios de Artajerjes y allí vive hasta el fin de sus días.
Cuando los lacedemonios oyeron la respuesta de los atenienses, enviaron de nuevo mensajeros, para hacerles saber que Temístocles había sido culpado en la misma conspiración que Pausanias, según resultaba del proceso de este, que guardaban en el templo, pidiendo y requiriendo a los atenienses, que castigasen a Temístocles. Creyéronlo los atenienses y ordenaron, de acuerdo con los lacedemonios, prender a Temístocles, que por estar a la sazón desterrado de Atenas, vivía en la ciudad de Argos de ordinario, aunque a menudo salía a tierra de Peloponeso.
Avisado Temístocles de la orden de prisión, partió del Peloponeso, y se fue por mar a Corcira, sabiendo que aquel pueblo le amaba por los muchos bienes y servicios que le había hecho. Pero los de Corcira le dijeron que si le recibían en su ciudad se harían enemigos de los espartanos y de los atenienses, obligándole a saltar en tierra en la parte del continente más cercano de la isla. Sabiendo que allí también le perseguían, y no viendo otra vía de salvación, se acogió a Admeto, rey de los molosos, aunque sabía que no era amigo suyo. Ausente el rey de su ciudad, se encomendó a la reina su mujer, la cual le dijo que tomase a su hijo por la mano, pues esta era la mejor manera de suplicar, y esperase hasta que volviera su marido, que no tardó muchos días. Cuando el rey volvió, Temístocles se presentó ante él, y le dijo: que si cuando era capitán de los atenienses, y el mismo rey estaba sujeto a ellos, le había sido contrario en algunas cosas, no era justo que tomase ahora venganza de él al ponerse en sus manos y pedirle merced; no estando en igualdad de condiciones, pues él se hallaba ahora en más bajo estado, que estaba el rey cuando el mismo Temístocles le ofendió, ni siendo de ánimo generoso vengarse sino de sus iguales. Por otra parte, cuando contrarió al rey procuraba este solamente su bien y provecho y no salvar la vida, como hacía al presente Temístocles; porque si el rey le entregaba a los que le perseguían sería causa de su muerte.
Acabó Temístocles su razonamiento, estando sentado en tierra con el hijo del rey Admeto sobre las rodillas, que es allí la manera de suplicar más eficaz de todas: el rey le mandó levantar, y le prometió que no le entregaría a los lacedemonios ni a los atenienses, lo cual cumplió, cuando poco después llegaron los perseguidores de Temístocles y le dijeron muchas razones para persuadirle que le entregase. Hizo más, sabiendo que quería irse con el rey Jerjes, mandó acompañarle por tierra hasta la ciudad de Pidna, que está situada junto al mar, que pertenece a Alejandro. En esta ciudad se embarcó en un navío que iba para Jonia, arribó frente a la ciudad de Naxos, que los atenienses tenían sitiada, cosa que asustó mucho a Temístocles: mas no por eso se descubrió al patrón de la nave, que no sabía quién era ni por qué huía, sino que le dijo: si no me salvas y me tienes oculto diré a los atenienses que has tomado dinero mío por salvarme, pero si me salvas, te lo pagaré espléndidamente. Para ello es preciso que no permitas a ninguno de los que están embarcados saltar a tierra, teniéndolos aquí, y echada el áncora, hasta que salte más viento para salir. Así lo hizo el patrón y estuvo anclado un día y una noche, hasta que hubo viento, y dirigió el rumbo hacia Éfeso. Llegado a este lugar Temístocles cumplió con el patrón lo prometido, y le dio gran suma de dinero, porque pocos días después le llevaron mucho, así de Atenas como de Argos. Desde allí tomó el camino Temístocles por tierra en compañía de un marino persa, y escribió una carta al rey Artajerjes que había sucedido a Jerjes, su padre, en el reino de Media y de Persia, la cual decía así:
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