La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles
Gabriel Széplaki Otahola
© La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles
© Gabriel Széplaki Otahola
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1ª edición: 2020
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A la memoria de mis abuelos:
Gyorgy Szedlacsed y Erzebeth Orbán. Nosotros somos su victoria.
Lucio y Susana Otahola. Por los cuentos y por San Isidro.
A mi padre Jorge Széplaki Orbán. Por tanto.
Al señor de los Pájaros Francisco Otahola.
Al Gran Bebedor de Rios Oswaldo Otahola.
Nuestra querida “Negra” por su afecto y por las mejores arepas, arroces y café con leche de la vida.
Dedicatoria:
A mi madre Ysabel Otahola de Széplaki, por su amor, por enseñarnos a respetar todo lo vivo y por las orquídeas.
A mis hermanos Jorge, Eduardo, Elizabeth y Julia Alejandra.
A mi otro hermano Jorge Medina.
A mis sobrinos: Jorge Xabier, Alexei y Erick.
A mis sobrinas: Ariadna y Amaya, Jeorgina, Dana Elena y la pequeña Nina Sofia.
A mi Ahijado-sobrino Eduardo Széplaki Paéz.
A mi ahijada -sobrina Andrea Sanchéz Széplaki.
A mis primos Taide Otahola y a Geovanny
A Indira Bastidas y a Camoa Bastidas-Burke.
A Osvania e Yrosva Michinoux
A los amigos de la vida:
Walter Beyer, Ernesto Pérez Sánchez, Laly Páez, Alex Fergusson Laguna, Victor Luis Pino, Cesar Courbenas, Luis y Elsa Peñalver, Luis Segundo y Magaly Renaud, Ramonetta Gregori, Carlos Hernández y Rosibel en Rio Chiquito, Vicente y La Morocha en Caicara. Raúl Gebauer en Maraquero. Alvaro Ortíz Natera, Enrique Blein, Jack Hoopia, Romina Noviello y a Hugo Goméz en San Isidro.
A mi nieto Alejandro Ernesto Széplaki.
A mi nieta Michelle Núñez, que me regaló los ojos de Periquita. Y a su madre Dayana Fajardo.
Agradecimiento a mi hijo e hijas:
Carlos Alfredo, Gabriela Victoria, Mariana Isabel y Paula Valentina.
Por su ayuda y apoyo y por ser lo mejor de mi vida.
A Patricia Elena Núñez Chirinos.
A LOS QUE AÚN NO SE RINDEN. A Greta Thunberg.
Nota de los editores
El manuscrito original debió ser sometido a ciertas correcciones y adecuaciones, sobre todo en lo referente a pronombres y tiempos verbales, pues el lenguaje de Periquita era difícil de comprender en estos sentidos. Esperamos que si se perdió en algo la originalidad del texto, se haya ganado en facilidad, claridad y comprensión lectora.
Nota al lenguaje de Periquita
Periquita usa indistintamente el femenino o masculino del pronombre «nosotros» y es incluyente en ambos casos. También usa la primera persona para narrar cualquier hecho acontecido en Pueblo o llevado a cabo por sus habitantes, tanto si ella participó como si no, y hace uso libre de relatos y cuentos que puede incluir en su propia narración tomando esa voz prestada libremente y sin aviso alguno.
CAPÍTULO I
¿QUIÉN SOY, QUIÉN ERES?
Hola, me llamo Periquita Robles. Bueno… Yo me llamo a mí misma así y casi todos también lo hacen. Menos mi mamá, que casi nunca lo hace. Ella me llama por el nombre que dicen que es el mío. Fue mi abuela quien desde chiquitica me llamó Periquita, porque yo hablaba mucho y al comer regaba migas por todos lados, ¡como un perico! Tal vez hablar mucho sea un defecto, pero mis abuelas y mis padres acordaron que al menos en mi caso, ¡era una virtud!
Dicen mis abuelos que mis ojos son como dos medias lunas y que se me nota mucho cuando me río. Pues se me notará todo el tiempo porque yo me río mucho. ¡Y que son del color de la resina del algarrobo! ¿Cómo los imaginas tú? ¿Has visto la resina de los algarrobos? Esos árboles macizos que dejan salir gotas de resina traslúcida y dorada. Mi cabello es oscuro y muy liso. Mamá dice que tengo una mata de pelo, que quiere decir ¡que tengo muchísimo cabello!
Te cuento sobre mí porque ¡quisiera conocerte! Y porque creo que tú tal vez quisieras conocerme a mí. Bueno, por eso te cuento cómo soy.
Mi abuela dijo que yo tendría el don de las palabras y que la palabra sería conmigo. Qué bueno, digo yo, porque lo vamos a necesitar. La guerra tal vez comience pronto y es una guerra que difícilmente podremos ganar. Aunque claro está que ningún pueblo gana en una guerra. Más bien, ¡en la guerra todos perdemos! Porque la muerte y la destrucción, los pies y piernas mutiladas, y los ojos perdidos de quienes combaten se pierden para siempre y el dolor, en cambio, sí queda.
Pero, con tanto por decir, no he dicho algo muy importante: ¡No te saludé! Bueno, dije «hola», pero no es suficiente. Decir «Hola, ¿cómo estás?» o «Espero que estés bien» u otro saludo parecido o diferente, pero saludo, es importante porque nos acerca a los otros. Saludar es reconocer la importancia del otro. Eso nos enseñan.
Entonces, aunque no nos podamos ver, inclinaré mi cabeza y diré mirándote a los ojos: «¡Hola!, ¿cómo estás? ¡Espero que estés bien!». Sé que no será suficiente y sé que no podré conocerte, pero al menos sabrás que reconozco lo importante que eres. No solo porque eres humano, sino porque tal vez tú puedas hacer que esta guerra, sea breve o no sea.
Desaparecerán los árboles de grandes troncos y nuestros pequeños bohíos y las calzadas de piedra que hemos trazado, las plazas y los patios ornamentados. Desaparecerán también las montañas y los manantiales y nuestro paso por la tierra será solo una historia desconocida.
Por eso me encargaron escribir a mí, a quien en Pueblo llaman Periquita y de quien se ha dicho que tenía el don de las palabras. Y yo, Periquita, acepté escribir para que al menos quede testimonio de nuestras vidas, cuando Pueblo quede sumergido bajo las aguas. Cuando hayamos sucumbido bajo el fuego enemigo.
¡Escribiré para que quede testimonio de que vivimos! Que construimos, que amamos y de que ¡pelearemos! ¡De que no negociaremos lo imposible! ¡De que venderemos cara nuestras vidas! Esta es la guerra del fin del mundo y yo, Periquita Robles, he sido elegida para contarla al mundo, que no morirá con nosotros.
CAPÍTULO II
PUEBLO
¡Hola!, ¿cómo estás? ¡Espero que bien!
Ya mencioné que vivimos en Pueblo. Pueblo es el pueblo en donde vivimos. Claro, eso lo sé yo, pero no lo sabes tú. No lo puedes saber porque, aunque no es que nadie lo sepa y no es que nuestra existencia sea un secreto desconocido, ¡tampoco es algo muy conocido! En Pueblo hemos tratado de que sea así. Bueno, aunque ahorita no sea un secreto, no quiere decir que en los pasados tiempos no lo fuera. Porque sí lo era y era un secreto celosamente guardado.
Nuestra existencia dependía de que no se supiera que existíamos. No somos unos recién llegados, aunque claro que si nos comparamos con estas montañas o con Río que están aquí desde que el mundo es mundo, entonces sí somos unos recién llegados. Pues llegamos a este valle donde ahora está Pueblo en el año 1700, al que nosotros en Pueblo, en nuestro calendario, llamamos «año primero» o «año uno».
¡Ay!, con todo esto de que, si era secreto o no secreto, he dicho muy poco de Pueblo. Solo he dicho que sin ser algo desconocido, tampoco era muy conocido. Y eso es así, porque Pueblo fue fundado por personas que habían llegado hasta aquí huyendo de la maldad y de la esclavitud o, mejor dicho, llegaron aquí buscando vivir dignamente, con belleza y en libertad.
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