“Si es cierto que estas ideas complejas no son siempre copiadas de la naturaleza, de todas maneras siempre son adecuadas a los fines para los cuales se forjan las ideas abstractas, y aunque sean combinaciones hechas de ideas que son sueltas, y que, en sí mismas, tienen tan poca unión como muchas otras, a las cuales la mente nunca les presta una conexión que las combine en una sola idea, sin embargo, siempre se forman para las conveniencias de la comunicación, que es el fin principal del lenguaje”.54
Al lado de esta función de la comunicabilidad como “fin principal del lenguaje”, el lenguaje sirve además para la preservación (custodia) y la utilización interior de las representaciones.55 Las ideas para Locke son, en primera línea, de naturaleza privada, y este asunto lleva (tal como más tarde en Kant) a la pregunta por las condiciones de posibilidad de una comunicación sobre esta base de lo privado. Las ideas simples de Locke deben ser entendidas ahora en el sentido de las pathémata del espíritu en Aristóteles. Cuando se refieren a cualidades primarias de los objetos, las mismas son reproducidas de igual forma, es decir, en todos los hombres de la misma manera. Respecto de las ideas de cualidades secundarias, esta pregunta no es pertinente, porque Locke parte de la convicción de que ellas también son iguales para todos los hombres.56 En el ámbito de las ideas simples es suficiente entonces la referencia a los objetos públicos. Las palabras muestran en este sentido la misma cosa para diferentes personas. Pero cuál es el sentimiento que se conecta en la persona con la idea, es un asunto que no se puede saber a partir del otro. Cuando, entonces, una cosa es especificada como rojo, dos personas distintas reconocen de todas formas esta misma cosa como roja. La sensación (el sentimiento) que provoca este rojo no es transferible, de modo que se puede decir que este rojo es igual para todos. Un rojo en común, sin embargo, no existe, pero la comunicabilidad de las ideas simples queda con ello asegurada. Brandt / Klemme comentan:
“La comunicación de nuestras ideas simples (…) es, por lo tanto, posible sin problemas: En el caso de las cualidades primarias son, esto es cierto, privadas, pero en todos idénticas, y en el caso de cualidades secundarias, la composición no idéntica de los sentimientos es irrelevante para la comunicación porque ocupamos para ellos las mismas palabras como en el ámbito de los objetos”.57
Las ideas complejas se expresan, para Locke, en forma de modos, relaciones y substancias. De la substancia misma, sin embargo, no tenemos idea clara alguna. A una cosa pueden corresponder distintas ideas, pero porque se trata solamente de lo mismo, ella es unificada por nuestro entendimiento en un sujeto y es dada a conocer con un nombre. Por un descuido este sujeto es visto en sí mismo como idea y es además tratado en el lenguaje como expresión de una idea. Pero, hay que mencionar, que en el fondo se trata de una conexión de las demás ideas. A partir de este asunto, Locke aclara que no es posible imaginar “de qué manera puedan subsistir por sí mismas esas ideas simples”, ya que estamos acostumbrados a “suponer algún substratum”, del cual las ideas tienen su fondo y de donde ellas nacen, y que “llamamos substancia”.58
“(…) aunque la idea que tenemos de ambas no sea sino la complejidad o combinación de aquellas diversas ideas simples de las cualidades sensibles que habitualmente encontramos unidades en esas cosas llamadas caballo y piedra, sin embargo, porque no podemos concebir de qué manera puedan subsistir solas, ni la una en la otra, suponemos que existen y que están sostenidas en y por un sujeto que les sea común; cuyo soporte designamos con el nombre de substancia, si bien es seguro que no tenemos ninguna idea clara o distinta acerca de esa cosa que suponemos sea el soporte”.59
Las ideas de ciertas substancias son, por consiguiente, combinaciones de las ideas simples. La idea del sol, por ejemplo, es según lo planteado, “un agregado de las diversas ideas simples de luminoso, caliente, redondez, que tiene un movimiento constante y uniforme, a cierta distancia de nosotros, y quizás alguna otra más, según, quien haya pensado o discurrido sobre el sol, (…)”. Son “cualidades sensibles, ideas o propiedades”, aquellas que pertenecen a las substancias.60 Ya en Locke, entonces, la pregunta central en el ámbito de la comunicabilidad es por la posibilidad de generalizar ideas singulares (en el sentido de Kant como juicios subjetivos). Locke está consciente de que tenemos que partir por la ampliación del conocimiento de algo universal que pertenece a las ideas, aunque se constate, como punto de partida, que solamente algo individual tiene existencia. Brandt y Klemme comentan en este sentido que las “ideas universales normalmente designan más que un individuo sin hacerse por sí mismas universales. Lo universal es entendido, según Locke, como la creación artística de objetos”.61
En el tercer capítulo del tercer libro del ensayo de Locke, en el párrafo seis, cuyo título reza “Cómo se forjan las palabras generales”, se plantea la pregunta acerca de cómo podemos adquirir expresiones generales, aun cuando todas las cosas que existen son, en primer lugar, cosas particulares, es decir, que tienen individualidad en sí mismas. “¿Dónde es que encontramos esas naturalezas generales que se convierten en generales (…)?”.62 En este punto Locke se une a un grupo de pensadores del lenguaje, quienes atribuyen una función de signos a las expresiones: “Las palabras se convierten en generales al hacerse de ellas signos de ideas generales, (…)”. Las ideas, por su parte, se convierten en algo universal “cuando se les suprime las circunstancias de tiempo y de lugar y cualesquiera otras ideas que puedan determinarlas a tal o cual existencia particular”.63 Locke es un pensador del lenguaje que está consciente de su ambigüedad. La comunicabilidad de nuestros juicios en él se torna alrededor de un posible abuso del lenguaje que debe ser corregido. Una constante fuente de equívoco es, según nuestro filósofo, que los nombres son tratados como esencias reales. En efecto, el décimo capítulo del tercer libro del ensayo trata exclusivamente acerca “Del abuso de las palabras”, y exactamente en el primer párrafo de este capítulo, Locke dice que en el fondo se trata de un abuso de la comunicación:
“Aparte de la imperfección que naturalmente se halla en el lenguaje, y de la obscuridad y confusión que tan difícilmente puede evitarse en el uso de las palabras, hay ciertas faltas intencionales y negligencias voluntarias de que los hombres son culpables en esta manera de la comunicación, por las cuales hacen que esos signos sean aún menos claros y distintos en su significado de lo que tienen que ser”.64
Ya en Locke encontramos, pues, el problema de la claridad y la imprecisión de la comunicación de lo pensado y de los estados de las cosas. El filósofo especifica tres “fines del lenguaje” en nuestra comunicación con otros: “Primero, dar a conocer los pensamientos o ideas de un hombre a otro; segundo, hacerlo con la mayor facilidad y prontitud que sea posible, y tercero, transmitir el conocimiento de las cosas”.65 Si uno de estos fines es violado se trata o de un abuso del lenguaje o de que el lenguaje mismo es deficiente. En el primer caso, alguien no es capaz de transmitir sus ideas al otro. La causa de esta incapacidad es que los nombres se expresan por algo para lo que el orador no tiene una cierta idea en mente, y en este sentido, o el orador ocupa nombres universalmente conocidos para otras ideas, o la causa es un cambio irregular en el uso de los nombres como signos de las ideas. En el segundo caso, los hombres no son capaces de comunicar sus pensamientos con la velocidad necesaria, y esto ocurre porque se quiere comunicar ideas complejas para las que faltan los correspondientes nombres como signos. Esta carencia puede ser una carencia del lenguaje mismo cuando falta una palabra para un correspondiente significado, o se trata de una carencia en el hombre que todavía no ha aprendido el correspondiente nombre para una idea. En el tercer caso se ocupa de palabras que no coinciden con las cosas, de modo que no se puede constituir un conocimiento. Esta sería la causa de las ideas que no corresponden con la naturaleza de las cosas. Cuando el hombre ocupa dichas ideas insuficientes como signos de cosas realmente existentes, pero dichas cosas nunca llegan a una realidad o existencia, se produce un abuso del lenguaje. Cuando Kant habla de la imposibilidad de la exhibición de las ideas trascendentales, el filósofo de Königsberg expresa, dentro de su argumentación trascendental, algo muy parecido a lo que Locke señala en este punto.
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