Las cintas que Guízar protagonizó para la Paramount fueron las siguientes: Mis dos amores (Nick Grinde, 1938), El trovador de la radio (Richard Harlan, 1938), Papá soltero (Richard Harlan, 1939) y El rancho del Pinar (Richard Harlan y Gabriel Moreno, 1939). En esos mismos años, Guízar participó en otras producciones, estas sí propiamente hollywoodenses, entre ellas Under the Pampas Moon (John Tinling, 1935), The Big Broadcast of 1938 (Mitchell Leisen, 1938), The Llano Kid (Edward D. Venturini, 1939) y Saint Louis Blues (Raoul Walsh 1939).
Imperio Argentina nació en Buenos Aires en 1910, durante una gira de sus padres (guitarrista y actriz respectivamente) españoles. Vivieron en ese país sudamericano en el que Imperio inició sus actividades escénicas y musicales. Se radicó luego en España, donde sus padres se instalaron en 1922 en medio de otra gira artística, y donde más tarde adoptó de manera oficial la nacionalidad española. Participó en cuatro producciones hispanas filmadas en Joinville con la Paramount. La primera fue Su noche de bodas (Louis Mercanton, 1931); en dos de ellas estuvo al lado de Gardel ( Melodía de arrabal de Louis J. Gasnier, 1933, y La casa es seria de Lucien Jaquelux, 1933) y en la cuarta, dirigida por el argentino Manuel Romero (¿ Cuándo te suicidas? , 1932), tuvo como pareja al actor mexicano Fernando Soler, de enorme trayectoria posterior, en su debut cinematográfico.
Imperio cantó a dúo con Gardel “Mañanita de sol” en Melodía de arrabal . Cuando en los años cuarenta protagoniza dos películas de producción argentina filmadas en Buenos Aires, a las que se suma otra en 1951, no entona en ellas ningún tango. Tampoco lo hizo en las producciones españolas que la convirtieron en la gran figura del cine hispano en los años treinta y cuarenta, cuando fue una de las más populares cantantes de coplas, sin importar que en sus inicios en los escenarios de España, en 1926, interpretara tangos y más adelante grabara algunos de ellos en disco. En palabras del escritor catalán Terenci Moix (1993):
[Imperio era] una excepcional “cantante de gusto” y sus interpretaciones presentan el inconfundible sello de la perfección. Sin ser una belleza profesional, sin pretender eclipsar a las grandes trágicas de su tiempo, aportó un estilo limpiamente popular que se correspondía con las intenciones del primer Florián Rey: restituir con un vigor hoy perdido un gusto por la estilización que no tiene nada que ver con la españolada al uso. (p. 62)
Florián Rey, a la sazón esposo de la actriz-cantante, la dirigió en una primera versión silente de La hermana San Sulpicio en 1927 que tiene un remake sonoro en 1934, con el mismo director y actriz; luego, en El novio de mamá (1934), Nobleza baturra (1935), Morena clara (1936) y Carmen, la de Triana (1938). Las dos versiones de La hermana San Sulpicio fueron muy elogiadas pero, de manera más notoria, los elogios recayeron en Nobleza baturra , Morena clara y Carmen, la de Triana , que están entre los filmes más “internacionales” del cine español de esa primera década sonora, muy populares igualmente en tierras latinoamericanas. Sobre la base de la autenticidad que trasmitieron esas películas y especialmente su protagonista, y a la luz de los posteriores intentos en la industria peninsular de reciclamiento o creación de nuevos intérpretes musicales, el mismo Moix (1993) anota:
Todas las maniobras para la promoción de nuevos fenómenos estelares (folklóricas, niños prodigio, vampiresas…) responden a la necesidad de repetir su impacto popular como gran figura capaz de superar el nivel de un cine “industrialmente raquítico”. En este sentido, la relación entre comercialidad y valores artísticos alcanzó su punto culminante en las películas que Imperio rodó a las órdenes de Florián Rey. (p. 62)
El realizador Manuel Romero, que hizo sus pinitos en los estudios Joinville, pudo haber sido el único argentino que dirigiera al célebre “zorzal criollo” en esas producciones hispanas. No lo fue en ninguna de ellas y estaba destinado a dirigirlo en 1935, cuando el accidente fatal de Medellín echó por tierra todos los planes previstos para la incorporación de Gardel al cine sonoro de su país.
Más que las cintas de Mojica, que fue el “hispano” de mayor continuidad (no la tuvieron ni Guízar ni Imperio Argentina), los grandes éxitos del Hollywood latino estuvieron en las cintas que el célebre Carlos Gardel interpretara entre 1931 y 1935 para la Paramount, primero en los estudios parisinos de Joinville y luego en los neoyorquinos de Long Island, con un plantel integrado básicamente por compatriotas, lo que eliminó o al menos minimizó el inconveniente de la diversidad de acentos. En esos estudios se reconstruyó un Buenos Aires de telón de fondo y de interiores o de ambientes extranjeros, siempre de sabor tanguero, que apenas se mostraban en el relativo estatismo de sus encuadres, que trataban de privilegiar lo más posible los planos cercanos de Gardel, tanto en los momentos musicales como en otros. No es que estas cintas escaparan de la medianía (o menos que eso) del conjunto de las producciones “hispanas”, pero la presencia de Gardel y el porteñismo de la representación —sin importar si la acción se desarrollaba en un barco o lejos de la ciudad en la que edificó su fama— les restaba esa opacidad que, con algunas otras pocas excepciones, se percibía en el común de esas producciones sin identidad nacional.
El primer largometraje filmado en París fue Luces de Buenos Aires (1931), que dirigió el chileno Adelqui Millar, sobre un guion escrito por Manuel Romero y Luis Bayón Herrera, que serán dos de los puntales del cine argentino a punto de despegar. Los actores Vicente Padula y Pedro Quartucci, y las actrices Sofía Bozán y Gloria Guzmán acompañaron en el reparto a Gardel, así como la orquesta de Julio de Caro. Como va a ser la costumbre obligada, el público en diversas ciudades pedía que se repitieran algunas de las melodías vocalizadas por Gardel, lo que suponía el inmediato rebobinado de la cinta. En 1932, Gardel interpreta para la Paramount, primero Espérame y luego La casa es seria y Melodía de arrabal . La casa es seria no es un largo como todos los demás sino un cortometraje de 22 minutos. Los dos largometrajes están dirigidos por el francés Louis Gasnier y con Alfredo Le Pera como autor de los argumentos, lo que seguirá haciendo en las producciones filmadas en Nueva York. Por cierto, a Le Pera se le recuerda de modo particular por haber sido el letrista de “Cuesta abajo”, “El día que me quieras”, “Melodía de arrabal”, “Mi Buenos Aires querido”, “Volver” y varios otros títulos celebérrimos del cancionero gardeliano.
Su personaje, compuesto por Alfredo Le Pera, autor de las letras de sus mayores éxitos y guionista de estos films, se basa en la persona pública del cantor: el emblemático porteño, leal sin fallas con los amigos, reacio al matrimonio, sentimental con mujeres que no siempre responden a su sentimiento, sensible a la farra pero nostálgico de la vida sencilla y la patria lejana. (Tabbia, 2015, p. 18)
En 1933 Gardel regresa a su patria y realiza intensa actividad en teatros, radios, giras por las ciudades de provincia y también en Uruguay, así como grabaciones de discos. Al año siguiente, ya en Nueva York, filma Cuesta abajo , El tango en Broadway y a comienzos de 1935, El día que me quieras y Tango Bar , que será la última, y en la que interpreta dos de sus tangos más conocidos, “Mi Buenos Aires querido” y “Volver”. Cuesta abajo y El tango en Broadway fueron dirigidas por Gasnier, mientras que El día que me quieras y Tango Bar , en las que acompañaron a Gardel Rosita Moreno y Tito Lusiardo, las dirigió John Reinhardt. En Cuesta abajo , su compatriota Mona Maris, que fue coestrella de José Mojica en cinco películas “hispanas”, baila con Gardel el tango “Tiempos viejos”. Además, Gardel cantó dos números en una cinta de episodios que codirigieron Norman Taurog y Theodore Reed en 1934, también para la Paramount, igualmente filmada en Long Island, Cazadores de estrellas . Otros actores y actrices que aparecen en los filmes gardelianos son Jaime Devesa, Lolita Benavente, Trini Ramos, Manuel Peluffo, José Luis Tortosa, Suzanne Dulier, e incluso el peruano Felipe Sassone.
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