Cuando los peones terminaron de desembalar el primer microscopio electrónico que iba a ver la luz en Argentina, al retirarse, cerraron con suavidad la puerta de la Cátedra de Citología.
Pero dejaban atrás una curiosa escena.
Las posiciones son las siguientes. Legendario explorador del Mundo Molecular que escruta a estudiante anónimo. O: Aventurero de la Célula de pie, enfundado en inmaculado guardapolvo. Ocupa el espacio a lo largo, a lo ancho, y a lo alto. Hilario, casi invisible no puede recordar su propio apellido. ¿ Y bien? –dicen las cejas del doctor De Albertis, mirando el ejemplar que tiene en la platina–. ¿Cómo clasificamos esto?
Hilario toca la pieza del microscopio que está más próxima a él y levanta su mirada hacia el mito viviente.
–Déjeme armarlo. Déjeme quedarme con usted. Quiero ver lo que usted vio.
De Albertis miraba la puerta, vía, muchacho, andá a poner el morro en el Testut-Latarget 1 y dejame a solas con mi tesoro . Cuando iba a invitarlo a retirarse, algo lo detuvo. Es la forma en que tocó el microscopio. Como si lo acariciara .
–Mire, joven. Si quiere ser ayudante de Histología, eso puedo arreglar…
–No quiero ser ayudante de ninguna cátedra. Voy a dejar la escuela de disección. Quiero quedarme con usted. Quiero que la próxima vez que baje a las crestas de la mitocondria 2me lleve con usted.
De Albertis lo miró y vio los restos descompuestos de la familia que él mismo nunca supo tener; vio cómo –cada vez que dejaba un estrado después de recibir, la distinción, el diploma, el premio de turno, no tenía adonde ir, vio que, al cabo de cada nuevo descubrimiento, no tenía con quién festejarlo ni nadie que lo esperara en casa. La visión llevó apenas un instante. ¿Qué debía hacer? ¿Convencer a este chico de que la investigación no es para cualquiera, que pide un precio muy alto? Mire jovencito: ocurre que acabo de leerle la palma de la mano, y créame, lo que está buscando… no le conviene. ¿Entiende?
– Nada de cosas de gitana. Quiero que la próxima vez que baje a las crestas, me lleve .
De Albertis estaba saturado de soledad. El chico le gustaba. Y, en definitiva, siempre se había sabido un reverendo y desconsiderado egoísta.
Claro que le pondría como condición completar la carrera con honores; así, siempre le quedaría algo propio con que defenderse. Pero también porque el Gran De Albertis no podía tener ayudantes que no fueran profesionales y brillantes. Quiero que me lleve a las crestas.
–Bajar es fácil –le dijo a Hilario, poniéndole una mano grande y pesada sobre el hombro.
–Lo difícil es salir.
Cuando cumplió los cuarenta, Marisa cayó en la cuenta de que tenía varias vocaciones sin realizar. Primero y principal: tomar clases de tango. Segundo: debía conseguir con urgencia la colección completa de “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”. And last, but not least , 3necesitaba remozar su estado físico. Siempre se había cuidado y sabía que estaba buena, pero las circunstancias apremiaban y había que ponerse a pleno. Así que la secuencia de medidas extraordinarias se organizó de acuerdo a cuatro corrientes: a) la quirúrgica –que incluía lipoaspiración en abdomen y muslos y lolas a nuevo; b) la psíquica, o aplanamiento acelerado de las circunvoluciones cerebrales –a expensas de un novedoso interés por el fútbol (sobre todo por sus jugadores), complementado activamente por la inusual atención hacia tres amigas recién liberadas del yugo matrimonial; c) la aeróbica (para por fin respirar aire sin olor a marido), spinning-byke & training, siempre rumbo a la diosa, y d) la estética: se pintó el pelo de rojo.
A excepción de a) –que corrió por cuenta de las influencias y los cuidados del hasta entonces, su facultativo marido–, el resto lo consiguió sola.
Cuando Hilario escuchó que Marisa le decía que su interés por él tan no estaba más , ( ¿Habría existido alguna vez? ), vaciló un momento. Pero quitó los ojos del microscopio. Solo para encontrar un mundo desconocido.
Muerto de angustia, intentó volver al citoplasma.
Pero había perdido el camino de regreso.
Un dieciséis de mayo las reacciones mediante las cuales el ácido succínico se metaboliza hasta ácidos fumárico, málico y oxalacético, se volvieron locas. La fosforilación oxidativa dejaba de ser un hecho. Las células no respirarían más. Y él, tampoco. Al acercarse, Marisa dice: “No me nace”. Así que Hilario se contentará con verla. Si no me deja tocarla, me contentaré con mirarla.
Marisa se alejaba. Cuando él llegaba a casa, ella salía. Hilario se puso cargoso, la llamaba a toda hora. Parecía que recién la hubiera descubierto. Aunque sea escucho su voz. El número solicitado está apagado o fuera de cobertura. ¿Y Marisa? Bien, gracias, salió con unas amigas. ¿Hasta las tres y cuatro de la mañana?
Noche tras noche la cama que le muestra la espléndida ausencia de su mujer. Mejor, porque en las escasas ocasiones en que estaba, se la pasaba hablando por teléfono, riéndose con otra persona. Con cualquiera.
Menos con él.
Otra noche más de interminable soledad.
Al tiempo también le había pasado algo; transcurría más lentamente. Lo enfrentaba a pedazos enteros de su vida sin usar. A Krebs le intrigaba el fenómeno; el científico podía (y le gustaba) poner al hombre bajo la lupa. Pero por más que lo pensara, no encontraba la explicación. No es que trabajara menos que antes, y además tenía que ocuparse de los asuntos de vivir solo. Se trataba de otra cosa. Vacante, Krebs. Muchas gracias por los servicios prestados, pero no te necesitamos más . Tal vez sea eso. No es que el tiempo te sobre porque no vas a trabajar, sino que la angustia –al tiempo–, le hace tascar el freno. Por favor: no pase, retroceda. Se lo ruego. Vuelva atrás hasta antes que me declararan prescindible .
Por eso, otra noche interminable.
Las luces del Cangas de Marcea son cálidas. Adentro, el ceñudo asturiano que aún no aprendió a silbar mientras bebe de la bota, su enorme y diligente señora, y mozos capaces de sentir ternura por un comensal solitario. Mientras despliega la servilleta, Krebs piensa que podrá juntar algunas migajas de afecto. Eso más el vino más el rivotril, y a lo mejor, hoy duerme.
En una mesa contigua, varios jóvenes se ríen disputándose la palabra atropelladamente. Mucho ánimo. Sobre todo, la rubiecita de los brazos cruzados, la que no se ha probado bocado por mirar a su compañero de la izquierda. ¿Qué cosa ingeniosa podrás estar diciéndole para que ella se lo coma con los ojos? ¿Cosa ingeniosa? ¡Ay Ay Ay! Krebs: seguro que lo de vivir en un buzón y boca abajo se inventó en homenaje tuyo. La señorita, ni escucha la parla del candidato. Si se moja por el chabón, es porque es-lindo. Nada más. Miralo. ¿Lo ves? Él tiene lo que vos nunca tuviste ni tendrás. Mejor que pienses en otra cosa.
Mejor que sigas llenándote la buzarda.
Para peor, la enorme mujer del asturiano está levantando algunas mesas con el fin de hacer espacio para las bailarinas. El improvisado colmao será invadido por taconeos y castañuelas. Una de las mujeres lo mirará fuerte. Será la más espigada y tendrá unas tetas que se la harán poner dura. Papita para el loro, mejor dicho, para la cotorra. ¿Cuántos shows hace que no veo un tío solo y desampareti? De lomo, bueno… Pero tiene todo el pelo . Cuando llegue el terrorífico momento en que pasen la gorra (mejor dicho, el sombrero), las tetas, en perihelio, ya que la hembra se le aparecerá por la derecha y se inclinará hasta casi rozarlo:
–¡Está solito! –le sonreirá con ternura e interés.
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