LO QUE APRENDÍ DE ESTA “EXPERIENCIA COSTERA”:
1. A veces la amabilidad se nos va debido a que en lugar de resolver, buscamos culpables, y en ese tránsito nos amargamos la vida; está bien asumir responsabilidad, mas no cargarnos de estrés o llegar a peleas solo por una necesidad de castigar. A veces importa más la tranquilidad que la justicia.
2. Una forma de manejar un entorno difícil (como el de esta familia) radica en que alguien haga un pequeño “sacrificio”, como lo hice yo al perder mi comodidad para ofrecerles el lugar donde tenía mi maleta; esto desarma y puede ser punto de partida para bajar los ánimos e iniciar un diálogo.
14 de febrero de 2020
Uno que habla de la bella vulnerabilidad
Era viernes en la noche. Estaba haciendo fila para comer un tentempié en una cafetería de la universidad antes de dictar mis acostumbrados cursos de liderazgo, cuando noté que la persona delante de mí le pagaba de muy mala gana a la cajera y con un billete de $50.000. La verdad, fue lo único que vi, pero sí noté que ella quedó descompuesta.
Cuando fue mi turno, le pedí un pastel y le dije: “Pero no me lo calientes mucho, porfa”. Ella respondió un poco malencarada (aunque era de esperarse por lo que acabo de contarles, yo la entendía bastante bien). “Yo se lo pongo ahí y usted lo toca a ver si le gusta así” y lo puso de no muy buena manera frente a mí.
Yo lo recibí mientras pensaba la oportunidad de mejorarle el momento. De inmediato le dije en tono bonachón: “¡Me querés es matar!, Ja, ja, ja”. Ella salió del sopor de su choque y me preguntó que por qué. Le contesté: “Ya vi, que parezca un accidente, matemos a este profesor, je, je, je”.
El pastel ya estaba tibio y ella lo sabía, no había que calentarlo. Se rio, cambió su cara y dijo: “No, profe, qué pena, no lo quería matar”. Y contesté: “Es que eso ya está caliente, mi querida chicharra”. Mejor dicho, lo volví un juego, quizá así olvidaría su anterior mal momento. Ella al resto lo recibió con sonrisa (me senté al lado para observarla) y todos quedamos tranquilos.
1. Corté la cadena de malos momentos. Una persona explota, normalmente, por varias cosas, no solo por una, hay que romper ese mal hilo conductor. Es decir, algo hace detonar la microagresión, pero normalmente no fue una cosa, sino varias las que llevaron a ese punto. Cuando veas a alguien de mal humor, trata de cambiarlo, de pronto la siguiente persona reciba la detonación que a ti no te tocó.
2. Usé el humor, sacar una sonrisa siempre mejora la vida. Esto, claro, con todo el tacto posible, pasarse también puede empeorar el momento.
3. Me mostré vulnerable y hasta cobarde, no siempre se trata de ser el profe duro. Esto va un poco en contravía de lo establecido por muchos años según lo cual el profesor era una figura casi intocable que no podía ser amable y menos vulnerable. La amabilidad es entre iguales y no desde una posición de poder.
Moachos, alegren la vida de otros, es muy fácil, y en viernes qué rico que a uno le devuelvan la fe en el mundo porque #ContagiaAmabilidad.
6 de marzo de 2020
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cesar_mejiaacosta
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