© 2021 César Alejandro Mejía Acosta
© 2020, Sin Fronteras Grupo Editorial
ISBN: 978-958-5191-18-1
Coordinador editorial:
Mauricio Duque Molano
Edición:
Juana Restrepo Díaz
Diseño y diagramación:
Paula Andrea Gutiérrez R.
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado: impresión, fotocopia, etc, sin el permiso previo del editor.
Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.
Diseño epub: Hipertexto – Netizen Digital Solutions
Dedicado a todos aquellos que valoran la vida, la respetan y hasta dan la propia por proteger la de otros.
Un agradecimiento a quien inspiró El Contagio de la Amabilidad.
Prólogo.
Un inicio en la amabilidad.
¿Por qué contagiar la amabilidad? Porque se puede.
La amabilidad, no solo una característica de admirar, también para disfrutar.
Una amabilidad para los demás compañeros del hogar: con los otros animales.
La amabilidad es útil hasta para visitar menos el hospital.
En el aula, sin amabilidad no hay aprendizaje.
La amabilidad en el liderazgo y las organizaciones.
Una amabilidad desde la gran pantalla, que trae seguidores.
Un cierre con invitación... ¡A la acción!
Bibliografía (notas al final).
La siguiente es una historia que les pido POR FAVOR TODOS LEAN, porque les voy a hablar del origen de El contagio de la amabilidad . Hace poco más de cinco años, tras mucho tiempo de labor social, y justo cuando me inquietaba el tema de la solidaridad, y cómo masificarla, cómo llevarla a mucha más gente y ayudar a transformar sociedad, fui a un hospital a acompañar a una enferma la noche entera.
Cuando las cosas estaban más difíciles, un centro de salud lleno, con poco espacio y poco personal para atender a muchos enfermos y heridos y hasta peleas y discusiones, en medio de mi sorpresa, la persona a quien yo cuidaba se levantó a ayudar.
Con el suero pegado a su brazo, y arrastrando el soporte de metal que sostenía el líquido, ayudó a acomodar pacientes, a reconfortar niños y hasta a sostener la comida de otros internos, sin preocuparse por su propia salud que, con un colon perforado, riesgo de infección y el cuerpo inflamado, era ya delicada.
Pasados unos minutos de esto, noté cómo las quejas desaparecieron y quienes antes solo la observaban, y estaban también enfermos, pasaron a repetir lo que ella hacía: acomodar a los que llegaban, sonreír con el personal de salud y hasta comprar buñuelos, pandequesos y otras viandas para que todos “pasaran el cafecito que también alguien había traído”, según decía otro de los pacientes.
Era simple: el acto de amor de esta enferma los había contagiado. El ambiente cambió de un momento a otro y noté que ahí tenía la respuesta a “cómo masificar la solidaridad”, la había tenido siempre frente a mis narices. Esa persona me enseñó que la amabilidad había que practicarla y mostrarla, me dejó ver que cuando otros hacían evidente la bondad, quienes observaban no podían evitar multiplicarla.
Ustedes se preguntarán: “¿Qué tiene de importante esta historia?”. Simple: en ese momento nació El contagio de la amabilidad . Y la persona que enferma empezó a auxiliar a todos en ese hospital, la que yo acompañaba y que inspiró todo lo que hoy soy y hago, era mi madre.
Ella acaba de morir, y contando esta historia quiero rendirle un pequeño homenaje, porque no solo me educó en el buen trato a otros, me mostró la empatía y me enseñó resiliencia y liderazgo para beneficiar a los demás, y me ayudó a fundar una idea que ya es de muchos.
Hoy, con un dolor profundo por su ausencia, como siempre se despide a una madre, pero una alegría tremenda por todo lo que me dio y le debo, siento que debo llevar más allá lo que ella dejó: sus enseñanzas, las de una mujer que, con apenas cuarto de primaria, supo cambiar a muchos y a mí.
Creo firmemente que lo que ella fue, sus actos, deben llegar a todo el mundo, solo les pido que también crean en esas enseñanzas y me ayuden a CONTAGIARLAS. Gracias inmensas a ella, Lilia Acosta, por convertirme en el primer contagiado de la amabilidad.
Todo este libro será escrito como la anterior historia, de manera cercana y con toques de realidad, aunque su principal componente sean la ciencia y la academia. Lo escribo así ya que no concibo la amabilidad de otra forma, como un concepto personal que todos deben hacer propio, pero basado en el saber.
Otra claridad que, sin duda, debe hacerse es que, aunque este libro habla de los beneficios demostrados de practicar la amabilidad y contagiarla, no busca ser un manual de herramientas para oportunistas, es decir, no intenta ser un ramillete de posibilidades para manipuladores (tristemente esos ya usan la amabilidad para perjudicar a otros). Sí, un motivo de cambio para que dejemos la arrogancia, la fuerza, la agresividad o la violencia como métodos, para entrar en una era distinta, una en la que el buen trato y el llegar a acuerdos sea el camino escogido para que todos ganen.
En el presente texto, además, algunas empresas, personas y organizaciones se incluirán sin su nombre o denominación, esto por respeto a sus políticas y directrices, algo que representa un sumo valor en mi labor como consultor en Contagio de la amabilidad, aunque no dudo que comprenderán dicha condición.
La primera revolución industrial y las eras que la precedieron van quedando atrás y con ellas todo su ruido y su fuerza, aunque algunos rezagos se mantienen, como jefes que se resisten al teletrabajo, empresas que huyen a las redes sociales u oficinistas carentes de creatividad —quizá los menos graves— o aquellos que realmente frenan el avance de una sociedad, como la agresión entre iguales para alcanzar un objetivo o el grito opresor como medio de comunicación más practicado por tiranos y dictadores. Este libro busca dar las razones para abandonar dichas prácticas, donde aún quedan, pero, ante todo, intenta dar motivos al ciudadano promedio para que deje la fuerza como práctica estándar y apueste por el entendimiento y, fundamentalmente, por la amabilidad para alcanzar sus objetivos y crecer.
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