…Cuídalo como si fuera los originales del Viejo Testamento, aunque te daré una pequeña libertad, puedes hacer anotaciones con lápiz, yo lo hago, será interesante ver qué cosas pasan por la mente de un criajo como tú. Te doy cinco días para leerlo porque planeo leerlo por décima vez la semana próxima, ya está en mi calendario, todo lo planeo, eso me ayuda a no volverme loca, más, quiero decir, porque loca fijo que ya estoy.
No conozco a los chicos que dices, pero ya te dije que no conozco a nadie. Al abuelo Agustín no le gusta que salga, dice que no es seguro, y luego de la guerra quedó liado de la cabeza y a veces hace cosas sin pensar, pero es porque se le nubla el entendimiento, no porque sea malo. Además tengo la ventana, que es como leer un libro. Me asomo y veo a toda esa gente caminando por el paseíllo en medio del bulevar, aquí le dicen camellón. Imagino la vida de todos, de la chica con uniforme de criada que sale a pasear un perro, del hombre que vende pan, el viejo que entrega los botellines de leche, la anciana que va a la iglesia de las siete, los trabajadores del edificio nuevo, uno de ellos está enamorado de la criada del perro, ¡ojalá se dignara a verlo! Debes pensar que soy patética, mirando la vida de los demás por la ventana. Esto no será para siempre, estamos esperando noticias de mi madre y de mi hermana. De mi tío Mariano ya no esperamos nada; y si toco el tema con el abuelo, queda silencioso como sepulcro. Sospecho que mataron al tío en la cárcel. Pero tranquilo, no voy a marearte con mis tragedias, mejor lee las aventuras de Emma Woodhouse ¡y más vale que te guste o no volverás a saber de mí! Oye, ¿por qué ya no cantas? Tú no te cortes, tampoco suena tan mal, que tienes lo tuyo.
Emma, tu vecina algo loca y protectora del legado de la genial señorita y diosa personal Jane Austen.
Tuve que leer la carta tres veces más para desentrañar la maraña de temas, y aun así no entendí varias cosas: ¿qué era eso de que el abuelo estaba liado de la cabeza por la guerra? Tal vez fuera un veterano de la guerra de Ifni en el Sahara, mi madre tuvo un amigo que luchó en Marruecos. ¿El tío asesinado en la cárcel? Escribí de inmediato, pulsé el interruptor mental, para hacerlo con el castellano de España.
Hola Emma.
No sé cuándo escribiste esta carta, pero no mencionas el accidente de hoy. Me tocó estar en primera fila, fue de las cosas más horribles que he visto, pobre del profesor; sólo espero que puedan hacer algo para salvarle la vida al conserje. Por cierto, ¿saliste al pasillo durante la tragedia? Tal vez ya nos conocimos de lejos.
Gracias por el libro, tú tranquila, lo cuidaré como si fuera mi riñón derecho. Hoy mismo lo comienzo, pero te advierto, si me parece un tocho romántico, te lo diré, que también soy muy honesto. Hablado de libros, mi favorito es La historia interminable de Michael Ende, ¿lo has leído? A mí me voló la cabeza, y eso de las dos tintas me pareció flipante, la realidad, la fantasía y cómo se mezclan. Hay una peli reciente, pero no la veas, es un cabaret atiborrado con peluche. No lo digo yo, fue el mismo Michael Ende que casi le da un infarto al verla. Aunque, ahora que lo pienso, ese libro quizá te parezca algo infantil, por cierto ¿qué edad tienes? ¿A qué colegio irás cuando termine el verano? ¿Dónde dices que está tu madre y tu hermana? ¿Siguen en España? Seguro las echas de menos, escucho que lloras. Disculpa si soy cotilla, ¡no es mi intención!, ya sabes que se cuela el sonido.
Me has compartido cosas fuertes, gracias por la confianza. Para equilibrar el asunto te confesaré algunos asuntos personales, ¿vale? Vivo con mi padre mexicano, mi madre acaba de morir de manera terrible (ya, supongo que nadie muere de una manera maravillosa). No tengo hermanos, ni primos; mi familia es diminuta, aunque tengo un amigo, Santiago, que se mudó a Barcelona. En los últimos días he hecho migas con los chicos mexicanos de los que te hablé: Requena, de primera impresión es un poco borde, pero luego le pillas el tranquillo, y Conde, que es una chica pequeñita que viste como chico. Es muy, muy guay. Con ellos investigo sobre los fenómenos del edificio. Yo era totalmente escéptico hasta que vimos a un Doppelgänger en el sótano… es la proyección de una persona viva, un doble, o algo así dijo Reque. Aquí suceden cosas raras. ¿Las puertecillas de tu piso se han vuelto a abrir? Aquí pasa seguido. Te descuidas y al dar la vuelta, hala, las de la alacena o el armario están abiertas.
Se me ocurre algo; esto de pasarnos cartas por la chimenea, como espías, suena muy chachi o muy padre, como se dice en estas tierras (si te falta argot te puedo dar un curso, sin costo), pero ¿y si nos vemos? Para que todos nos conozcamos personalmente y si te interesa, puedes acompañarnos a nuestra investigación. Estoy seguro de que ni Requena ni Conde se van a negar. ¡Vamos a entrar al piso del profesor que acaba de morir! ¿Te animas? De tu abuelo no te preocupes, puedo hablar con él, o pedirle a mi padre (Teo, se llama) que me acompañe para hacer las presentaciones, ahora mismo es como el jefe vecinal (provisional) y jamás diremos a la policía ni a nadie que estáis en un piso clausurado. ¡Podéis confiar en nosotros! ¿Cómo ves?
Tu amigo Diego, el vecino medio gato, medio mexicano y que se dispone a entrar al universo de la gran (ya veremos) señorita Jane Austen.
Introduje el papel dentro de la caja de latón y la encajé en el hueco de la chimenea. Me hubiera gustado tener alguna campana o algo así para anunciar que mandé respuesta.
No pude evitar leer las primeras páginas del libro y por desgracia me pareció insufrible, Emma Woodhouse era demasiado mimada y mandona, quería controlar la vida de todos. Lo que me divirtió fue leer las anotaciones de la vecina: “¡Vaya con el padre!, además de hipocondríaco es un memo”. “Que me aspen si esa Harriet no es tonta como un cubo de basura.”
Me di cuenta de que había pasado la media hora y salí para reunirme con Requena y Conde, pero antes tuve una idea: ¿y si iba rápido, al apartamento de Emma? Sólo debía subir un piso. Podía conocerla en persona, y si no estaba, dejaría una nota bajo la puerta diciendo que mirara el interior de la chimenea. Tomé las escaleras pero al llegar a la quinta planta me detuve, había una gruesa valla metálica; por entre el enrejado pude ver el pasillo que comunicaba con las puertas de los apartamentos. Pero la valla no tenía accesos, cubría hasta el techo. Era muy raro. Vi un sello que decía: “Peligro, zona asegurada. Protección Civil del Distrito Federal. Noviembre 1985”. Quedé desconcertado: ¿cómo subían los vecinos clausurados a sus hogares? Claro, por el ascensor, pero… ¿y ahora que dejó de funcionar por el accidente? Debía de haber otra escalera por ahí.
En la planta baja ya me estaban esperando Requena y Conde.
—¿Listos? ¿Están nerviosos? —a Requena le brillaban los ojos—. Estamos a punto de entrar a la madriguera de un loco, de un asesino, que además tiene el poder de replicarse. Prepárense.
Estimada A. Dejo esta carta justo en este punto, ¿le parece? Los dos necesitamos un descanso antes de lo que viene, sólo le puedo adelantar que se llama primer ataque. Sí, así como suena; ya le explicaré sobre esto. Mientras tanto, puede repasar las líneas anteriores, cada detalle está puesto ahí por algo, créame.
Va un abrazo, desde este lado del papel.
Diego
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