Al centrar la investigación en adolescentes tardíos, urbanos, capitalinos y de clase media, además de orientarse por teorías WEIRD no puestas necesariamente en diálogo con el contexto, terminamos con una mirada poco explicativa de la diversidad de adolescencias en nuestro país. Peor aún, en muchos casos desarrollamos miradas deficitarias de la adolescencia, al problematizar aspectos que no necesariamente son cruciales para nuestra realidad y dejar de identificar recursos que pueden ser muy valiosos y culturalmente pertinentes a los contextos en los que nuestras y nuestros adolescentes se desenvuelven.
En este panorama, una notable excepción es el estudio longitudinal de «Niños del Milenio» (Cueto y otros, 2018), en el que se incorporan adolescentes. Dicho trabajo constituye un esfuerzo sin precedentes para el Perú por entender cómo emerge y se perpetúa la pobreza, además de cómo esta se relaciona con las diversas esferas del desarrollo de niños, niñas y adolescentes. Asimismo, nos ofrece información valiosa respecto a cómo las condiciones de pobreza atraviesan los diversos momentos del desarrollo humano, lo que genera condiciones, limitaciones y también oportunidades de desarrollo. Si bien el aporte de dicho estudio es fundamental, la caracterización de la adolescencia en el Perú es algo que excede sus objetivos, aun cuando nos ofrece pistas e información valiosa sobre esta etapa. Por ello resulta relevante desarrollar investigaciones que indaguen específicamente sobre la vivencia de la adolescencia en el contexto peruano.
Comprender a la adolescencia peruana no es una tarea sencilla. La diversidad cultural de nuestro país hace difícil establecer generalizaciones, casi de cualquier tipo y para cualquier etapa del ciclo vital. Así, se requiere políticas basadas en evidencias, producto del estudio de la compleja realidad peruana, de las diversidades rurales, de las particularidades de cada región y de las condiciones específicas de las y los estudiantes (Montero & Yamada, 2012).
Ahora bien, aun en el marco de la diversidad cultural, la adolescencia como etapa de vida se encuentra atravesada por la influencia de la escuela secundaria. De hecho, tal como la entendemos, la adolescencia es un producto occidental a partir de la prolongación de la escolaridad (Valsiner, 2000; Perinat, 2003). En su esfuerzo por proteger a los niños y niñas del trabajo, la cultura occidental extiende la escolaridad como un espacio de preparación para integrarse al mundo adulto. Dicha preparación se extiende conforme el mercado laboral se diversifica y de ello que tengamos expectativas cada vez más explícitas sobre las competencias que la escuela debería desarrollar, al mismo tiempo que la formación pasa a extenderse a nivel superior y, en algunos contextos, a nivel de posgrado. Dicho proceso de universalización de la secundaria ya ocurrido, pasará en los próximos años con la educación superior, según sostienen algunos autores como Trow (2007) (para una discusión sobre este tema en el Perú, ver Figallo, 2015).
El carácter cultural de la escuela, como hija de una cultura en particular que se universaliza por los procesos de intercambio, colonización y globalización, tiende a ser invisible. De este modo, su finalidad, sus contenidos y sus métodos se dejan de entender a partir de determinantes socioculturales y políticos (Trapnell, 2011). La escuela se convierte en una aliada de los discursos y prácticas de homogeneización cultural y de la exclusión de grupos no hegemónicos (Giroux, 1990). Asimismo, se naturaliza y considera autoexplicada (Cullingford, 2002); además de convertirse en «la manera correcta» de educar y, de este modo, se invisibiliza el origen de la adolescencia como etapa de vida asociado a la escolaridad.
En el Perú, la escuela nace desde la capital y para la capital. Una revisión a las reformas educativas del siglo XX nos indica que se concibió a la escuela fundamentalmente como una aliada en el proceso de asimilación de poblaciones indígenas a un proyecto nacional, el cual no se entendía desde la diversidad o equidad. La secundaria se vuelve masiva a partir de la reforma indigenista, que fue la más exitosa en términos de castellanización (para una revisión histórica de este tema, ver Contreras, 1996). Junto con la escuela, se educará en valores, normas y pautas de conducta que, cuanto más lejanos sean a la cultura de origen, más violencia simbólica ejercerán (Bourdieu, 2000).
Aun cuando en las últimas décadas asistimos a una serie de esfuerzos por educar desde la diversidad, el origen cultural de la escuela y el origen de la adolescencia asociado a la existencia de la secundaria tiende a no estar presente en la conceptualización que tenemos de esta etapa de vida. En este sentido, investigar la escuela, la vivencia de la escolaridad y las relaciones particulares que las y los adolescentes de diversas realidades culturales construyen con la escuela secundaria, reconocer a partir de sus voces qué elementos de la cultura escolar afectan de manera negativa sus aprendizajes y en qué medida sus expectativas de escolaridad se encuentran cubiertas, es también una manera fundamental de entender cómo son las y los adolescentes de nuestro país.
En relación con el desarrollo adolescente, existen muchos vacíos de información, sobre todo al considerar la diversidad cultural. Esta falta de información constituye un problema si se busca llenar este vacío desde aproximaciones e imaginarios deficitarios que conforman representaciones negativas sobre la adolescencia. Necesitamos transformar estas representaciones y alejarnos de una perspectiva de déficit hacia una que se aproxime al fenómeno adolescente desde lo que son capaces de hacer. Ante este panorama, nuestro proyecto se orientó a identificar características y particularidades de las y los adolescentes, de diversos contextos culturales peruanos, en relación con temáticas relevantes de esta etapa del desarrollo que nos permitan generar propuestas y políticas educativas más ajustadas a sus vivencias. Comprender la vivencia de esta etapa de vida en nuestro país con miras a construir una comprensión profunda de la adolescencia desde nuestra realidad es lo que anima el desarrollo de esta serie de tomos.
1. ¿Qué es la adolescencia?
Convenimos en comprender la adolescencia como una etapa del ciclo vital en la que, como en toda etapa, suceden transformaciones en múltiples dominios (biológico, sexual, cognitivo, socioemocional), pero cuya particularidad es que estos ocurren de manera simultánea en múltiples ámbitos en un tiempo relativamente corto. Esto conlleva a que haya mucho que aprender a gestionar (Pease y otros, 2019).
El inicio de la adolescencia se asocia a los cambios físicos producto de la pubertad. Esta última es el proceso por el cual la persona alcanza la madurez sexual y la capacidad para reproducirse. Esto supone una serie de cambios biológicos, tanto en varones como en mujeres. Los primeros comienzan a producir mayor cantidad de testosterona; mientras que ellas, más estrógeno y progesterona (Steinberg, 2017). Los cambios asociados a la pubertad, sin embargo, inician bastante antes que la adolescencia como etapa de vida: hacia los 9 años (Santrock, 2019); pero es en la adolescencia donde muchos de esos cambios se hacen más visibles. Por ejemplo, la rapidez del crecimiento, el desarrollo acelerado de los órganos reproductores y la aparición de rasgos sexuales secundarios, como el vello corporal, el incremento de la grasa y de los músculos, el agrandamiento y la maduración de los órganos sexuales. Algunos de estos cambios son iguales en ambos sexos, pero también se encuentra que hay cambios específicos a cada uno de ellos (Craig & Baucum, 2009).
Si bien los cambios puberales son de carácter universal, la manera como estos sean interpretados, acogidos, gestionados, elaborados y vivenciados variará en función al contexto cultural. Cabe resaltar que el término de la adolescencia se construye socioculturalmente a partir de las concepciones, representaciones y demandas que cada colectividad tenga sobre lo que es la adultez y el tránsito hacia ella (Valsiner, 2000). De este modo, qué constituye ser adolescente, qué tareas de desarrollo se asocian a ello y cómo se vive la adolescencia va a estar atravesado directamente por la cultura de la cual las y los adolescentes formen parte.
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