En esa línea, אפל significa aquí la más profunda oscuridad, ipsum medullitium umbrae mortis ejusque intensissimum , la intensidad mayor de las sombras de muerte, como ha puesto de relieve Oetinger. Lo que aquí se llama luz, es decir, el grado más intenso de oscuridad, es como la media noche de este mundo: “No es luz, sino oscuridad visible”, como dice Milton, hablando del infierno.
Interpretación de Job 9-10.En este pasaje, Job evoca por primera vez el principio en el que se funda el ataque de sus amigos. Está dirigido principalmente en contra de Elifaz, porque la crítica de los otros dos amigos se fundamenta en los mismos principios.
Pues bien, a partir de esto, a pesar de que la primera parte del discurso de Job no se refiere a él, ni a sus amigos, no podemos decir (con Ewald) que se trata de un simple soliloquio. Hasta 9, 28, Job se dirige a sus amigos; y además, cuando se dirige más tarde a Dios, todo lo que dice a Dios está fundado en lo que sus amigos han dicho en contra de él.
La máxima de los amigos era que Dios no pervierte el derecho , sino que actúa con justicia en todo lo que hace. Los amigos concluyen partiendo de ello que ningún hombre, aunque sea sufriente, puede justificarse a sí mismo. El deber de los hombres consiste en humillarse a sí mismos bajo la justa mano de Dios. Job asiente a todo eso, pero su asentimiento es un mero sarcasmo de aquello que ellos dicen.
Job admite que todo lo que Dios hace es recto; pero no porque lo sea en sí mismo, sino porque es obra del Dios absoluto, en contra del cual no puede protestar ninguna creatura, por más clara que sea su conciencia de inocencia. Job rechaza así la bondad de Dios, y mira todo aquello que él hace que sea como producto de su voluntad arbitraria. Lo que Dios hace y dice debe ser verdadero y justo para los hombres, aunque no sea justo y verdadero en sí mismo.
El Dios de los amigos es un Dios de justicia absoluta; el Dios de Job es un Dios de absoluto poder. El Dios de los amigos trata a los hombres según la regla objetiva del derecho; el Dios de Job lo hace conforme a su pura libertad, la cual, libre de todo freno viene a convertirse en puro capricho.
¿Cuál es la razón por la que Job despliega una visión tan triste y dura del tema? Son los mismos amigos los que, por la visión tan fuerte que han asumido, le hacen escorarse hasta ese extremo. Por su parte, ellos imaginan que la justicia de Dios es fundamento suficiente para dar razón de todas las desgracias de la humanidad, y en particular de la de Job. Ellos sostienen así, con respecto a la humanidad en general (Elifaz partiendo de su propia observación y Bildad llamando en su ayuda a la sabiduría de los ancianos), que los impíos, aunque prosperan por un tiempo, desembocan en un fin terrible; y respecto a Job se atreven a decir que su desgracia es un justo castigo de Dios, aunque se trate de un castigo pensado para su bien.
En contra de la primera afirmación de los amigos (que los malvados tienen un fin terrible…) se rebela la propia experiencia de la vida de Job. En contra de la segunda (que su desgracia es castigo de Dios) se rebela su conciencia, y lo hace con indignación. Ciertamente, la observación de Job es tan correcta como la de sus amigos, pues tanto la historia del pasado como la del presente ofrece muchos ejemplos de juicios que han caído de pronto sobre los impíos y también de visitas destructoras de Dios sobre los justos, de forma que han sufrido por igual los inocentes y los culpables, que son los responsables de esos juicios.
Pero en relación con su desgracia, Job no tiene razones para argumentar en una línea posterior, propia del Nuevo Testamento donde se pueden aplicar las palabras de Brentius: “Todo lo que acontece tras la justificación de la fe se aplica al piadoso, es decir, al inocente”. Job no puede situarse todavía en ese plano, no puede partir de la justificación del impío, en la línea en que lo han hecho Jesús o Pablo.
Según eso, si el sufrimiento de Job no fuera tan severo y su fe no hubiera sido tan poderosamente sacudida, él podría haberse situado ya en la línea del Nuevo Testamento, siendo confortado con el pensamiento de que los caminos de Dios son insondables. Pero él se encuentra perplejo, porque: (a) por un lado, él (Job) no puede negar los muchos aspectos de la justicia del gobierno divino en el mundo (él no los niega, ni incluso aquí); (b) por otro lado, él considera las numerosas incongruencias del destino humano ante la justicia de Dios 48.
Job no está todavía en el Nuevo Testamento, de forma que su propia suerte ha terminado siendo inexplicable para él, sin que por ello haya llegado a perder la confianza radical en el divino amor, ni la conciencia de una fe como la de Asaf (levita y músico del templo de Jerusalén, autor del salmo 72) quien, como dice Lutero, se esfuerza por mantenerse dirigido hacia Dios, en medio de la ira y del infortunio, como a través de un campo de espinas, como si tuviera que atravesar un camino de lanzas y espadas.
Job camina así también entre conflicto y tentación. Él no comprende el motivo y propósito divino de su sufrimiento, ni tiene una fe tan firme y tan inquebrantable que le hubiera permitido superar las visiones equivocadas de Dios, de manera que sus dispensaciones constituyen para él un enigma.
En esa línea, como ha mostrado su primer discurso (maldiciones del cap. 3), Job se encuentra atormentado por pensamientos que forman parte del conflicto de la tentación. La imagen del Dios de gracia permanece escondida para él, de forma que solo percibe la acción de la ira divina y pregunta: ¿Desde dónde puede ofrecer Dios luz a los que sufren? Esta es una pregunta que no puede sorprendernos mucho pues, como dice Lutero: “No ha existido nunca alguien tan santo que no haya sido atormentado con este quare, quare: ¿por qué, por qué? ¿Por qué han de ser así las cosas?”.
Pues bien, los amigos, que conocen tan poco como el mismo Job la solución de este misterio, le censuran por sus preguntas y piensan que las proposiciones que ellos defienden ( no hay en el hombre justicia que pueda mantenerse ante Dios y Dios no pervierte jamás el derecho) pueden ser y son la llave para resolver el misterio. Pero, en ese contexto, el conflicto se vuelve más hiriente para Job, porque esa justicia de Dios de la que le hablan los amigos no le ofrece ninguna explicación satisfactoria de su propia suerte ni de las aflicciones de la humanidad en general.
La justicia de Dios, que sus amigos juzgan suficiente para explicar todo lo que acontece a los hombres, Job no puede mirarla como “derecho” propio del Ser Supremo (en contra de los hombres). Y así, mientras sus amigos piensan que toda acción de Dios proviene de su justicia, él piensa que todo lo que Dios hace está controlado por su absoluto poder, no por su justicia.
Este principio, carente de consuelo, hace que Job se encuentre perplejo y sin respuesta ante el problema o misterio que le desborda: (a) Por un lado, él sabe que es inocente. (b) Por otro lado, él debe aparecer como culpable ante Dios, teniendo que mantenerse así, sin palabras, ante su terrible majestad. La única salida para él sería la de colocarse ante Dios, frente a frente, para hablar con él sin miedo, defendiéndose a sí mismo, y esperando una respuesta que le permita conocer la razón de su destino de dolor (Job 9).
En ese contexto, tras unos discursos en los que no existe ninguna conciencia ni experiencia del amor de Dios, Job ha podido formular esta oración emocionante: ¡No me condenes sin que yo sepa la razón por la que tú lo haces, obrando de esta forma! (Job 10, 1-7).
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