La pregunta es: ¿por qué para Gregorio López fue tan importante fechar el libro del Apocalipsis en los tiempos de Domiciano? Creemos que no sólo fue por querer corroborar la tradición,[65] sino por presentar a Domiciano como un eslabón de una cadena de los personajes clave, quienes habrían actuado en los procesos históricos como los protagonistas y agentes de una escatología realizada. El panorama profético y escatológico, según Gregorio López, empieza a desarrollarse a partir del reinado de Trajano[66] (para López las primeras imágenes apocalípticas, como la del primer jinete, se reflejan en los personajes históricos concretos, como lo fue el caudillo de los dacios Decébalo, por ejemplo, a partir de Trajano[67]), por eso fue importante mostrar que Domiciano era uno que es en la lista basada en Apoc. 17.10. Los primeros reyes perseguidores, a partir de Tiberio hasta Domiciano, han caído (por eso, para mostrar el carácter más siniestro de la visión sobre las siete cabezas de la Bestia, López omite tanto a los emperadores que no persiguieron a los cristianos (como Julio César, Octaviano o Tito), como aquellos que habían reinado muy poco tiempo y además, según la afirmación de López (no comprobada por las fuentes existientes), llegaron al poder por medio de una rebelión (Galba, Otón y Vitelio). Domiciano es uno que es; el otro que aún no es venido, es Nerba, pero en torno a él, es necesario que dure breve tiempo (Apoc. 17.10) su reinado, porque Nerba es aquel que deberá de haber cedido su trono a Trajano, con el cual comienzan a cumplirse las profecías apocalípticas. Para Gregorio López fue importante afirmar que el libro del Apocalipsis fue escrito en los tiempos de Domiciano, que, a su vez, resultaron los tiempos preapocalípticos: no sólo para solidarizarse con la tradición anterior,[68] cuyos representantes eran Ireneo de Lyon y Eusebio, sino también para justificar su cronología histórico-profética.
I.III. La estructura del Apocalipsis según Gregorio López: código para su comprensión
Con excepción de Victorino de Petovio, los autores patrísticos y medievales no pusieron atención en la composición y la estructura del Apocalipsis. Victorino llegó a la conclusión de que los siete cálices no siguen cronológicamente a las siete trompetas: ambos elementos presagian de forma simultánea los mismos acontecimientos. El autor repite lo mismo cuando se refiere a los cálices y a las trompetas, pero no porque los hechos ocurrieran dos veces, sino porque los cálices son el mandato para que el autor enuncie la voluntad divina, y por eso lo que tiene que ocurrir una sola vez, se dice dos veces.[69] En la poética del énfasis y la recapitulación se hacen presentes sin que el autor se refiriera explícitamente a ellos. Cada sección temática del libro inicia con el examen de acontecimientos tratados en las secciones previas.
Gregorio López resultó uno de los primeros comentaristas que postuló la cuestión de la estructura y de la composición del libro como factor clave para entender su sentido y su carácter íntegro a pesar de la complejidad de sus visiones, imágenes y profecías. Para el siglo xvi resultó característica la sistematización en muchas esferas del saber; así que el estudio del Apocalipsis no fue una excepción. López dejó observaciones en torno a la composición septenaria del libro como un marcador estructural, clave para la comprensión de la obra en su arquitectura y contenido.
La abundancia de las imágenes y visiones que van una tras otra de una manera caleidoscópica y a primera vista desordenada, todo un conjunto pleno de simbolismo numérico bien desarrollado y con las repeticiones de ciertas fórmulas y palabras clave, factores que estimularon al comentarista novohispano para buscar ciertos principios de organización del texto y hacer entender al lector que todo el desorden en la narración y en la secuencia de visiones, imágenes y profecías es sólo aparente, ya que el texto del Apocalipsis se somete a sus propias leyes de composición,[70] su propia poética que demuestra su carácter único.
Gregorio López disiente de aquellos que calificaron el Apocalipsis como una obra ininteligible y digna de interpretarse de manera alegórica, lo que presuponía una arbitrariedad interpretativa. Para López no se debía examinar cada fragmento de la manera literal y aislada, sin conexión con las demás partes del texto, poniendo atención a su contexto histórico, teológico o literario:
Común cosa es entre muchas personas de letras; quando se trata del Apocalipsis, decir que no es inteligible; a los quales pregunto: si no se ha de entender ni gozar, ¿para qué lo dio nuestro Redentor a su Iglesia? Otros lo declaran alegóricamente dexando la letra, y sin tocar en ella, porque está tan disfrazada con máscara, que no se dexa conocer, hasta que se la quitan.[71]
Gregorio López caracterizó uno de los mecanismos poéticos como factor clave para entender el texto del Apocalipsis con toda su arquitectónica. Se trata de la composición septenaria, o séptuple: “Comprehéndese todos en tres sietes, siete sellos, siete voces de trompetas, y siete redomas o plagas”.[72] Gregorio López propone la necesidad de entender el énfasis de la estructura del Apocalipsis para comprender el carácter de su mensaje teológico. Con la retórica del Apocalipsis reflejada en su estructura, el lector entra en el “laboratorio” de las ideas del autor y así termina entendiendo todos los matices de su pensamiento. Entender correctamente cualquier fragmento del libro y proponer una interpretación de sus imágenes o visiones conlleva a enfatizar las unidades estructurales, proponerlas como factores clave que dan perspectiva sobre el texto, vinculando el fragmento con su unidad estructural respectiva.
La composición septenaria resultó muy eficaz para investigar la estructura del Apocalipsis, sobre todo por el significado simbólico muy amplio del número siete que aparece como señal de la plenitud divina que se refleja en el cumplimiento de las promesas divinas en la historia. Como lo enfatiza Domingo Muñoz León: “Las principales opiniones en torno a la estructura del Apocalipsis pueden clasificarse en dos grandes grupos: estructura septenaria y estructura dramática. Dentro de la estructura dramática, unos prefieren la ordenación quiástica del material, otros la división de la parte central en dos grandes secciones”.[73]
La composición quiástica, igual que la teoría de recapitulación, cuyo predecesor fue Victorino de Petovio, resultaron necesarias para explicar diversas anormalidades e inconveniencias en la estructura del libro, así como las repeticiones de las mismas fórmulas e imágenes, o las desviaciones del curso general de la narración. Esas anormalidades impiden al lector percibir el texto del Apocalipsis como una consecuencia cronológica de los acontecimientos. No podemos dar un recuento detallado de todos los conceptos acerca de las investigaciones de la estructura del Apocalipsis; eso va más allá de las tareas de nuestra investigación; nada más demos unos ejemplos contemporáneos de las investigaciones para reflejar el significado del enfoque isagógico y exegético de Gregorio López, que en ciertos aspectos no pierde su interés a pesar del tiempo.
Los defensores de la teoría de recapitulación intentan contestar la pregunta más importante acerca de la estructura del libro del Apocalipsis: ¿cuál era la intención del autor del Apocalipsis acerca del diseño literario de su libro? ¿Su plan era exponer la consecuencia lineal de los acontecimientos; de aquellos que habrán de marcar “lo que va a suceder pronto” (Apoc. 1:1) o describir los mismos acontecimientos de maneras diferentes? Adela Yarbro Collins contestó esa pregunta de dos maneras diferentes, exponiendo su propio plan en dos respuestas posibles: habló sobre los dos ciclos grandes de visiones (two great cycles of visions), y son dos partes en que se subdivide el texto del Apocalipsis; cada ciclo puede contener las visiones paralelas, y en cada ciclo los acontecimientos se exponen en orden cronológico; al mismo tiempo, en el segundo ciclo de las visiones se da una descripción más detallada de los acontecimientos, sólo esbozados en el primero.[74]
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