pues estos tales profetizaron,[81] que quando la séptima voz sonase, no habría más persecución por entonces, porque se acababa la de Severo, como si un Piloto dixese a los pasageros: yo os prometo que para tal hora cesará la tormenta, y no habrá más; esto se entiende para aquel día, pero no los asegura que adelante no haya otras.[82]
Un artículo detallado de Felise Tavo, “La estructura del Apocalipsis: re-examinando el problema perenne”,[83] resulta útil para nuestra investigación porque el autor terminó reconociendo que las maneras de estructurar el Apocalipsis en la base de ciertas indicaciones literarias (como son las teorías de recapitulaciones e intercalaciones) o los intentos de relacionar los fragmentos ubicados en diversas partes del libro según su contenido sustantivo (como la composición quiástica) son demasiado forzados y artificiales, no se sostienen y tampoco tienen algo que ver con el plan original del autor en torno a su propio libro. Según Felise Tavo, todas las peculiaridades del estilo y la composición del Apocalipsis deben basarse en la manera de la lectura acostumbrada en la antigüedad grecorromana, cuando cualquier libro era leído por una persona en voz alta en una reunión; mientras tanto, todas las demás personas que participaban en la asamblea escuchaban atentamente al lector.[84] Por eso el libro del Apocalipsis, igual que casi todos los demás libros antiguos, ha tenido su propio plan diseñado para ser leídos en voz alta en una asamblea (Tavo la llama “The Oral-Auricular Setting”); para eso sirven las reiteraciones, las digresiones, las partes transitivas que vinculan los fragmentos que siguen uno tras otro, las intercalaciones y otros mecanismos retóricos necesarios para fijar la atención de los oyentes o para marcar ciertos puntos que indican la transición temática.[85]
Felise Tavo usa la numeración consecutiva de las visiones proporcionada por el propio autor del Apocalipsis como herramienta para estructurar el libro y enfatizar y destacar ciertas unidades estructurales. Se puede cuestionar cualquier manera de estructurar el Apocalipsis, pero no podemos objetar lo que fue previsto por el mismo autor para numerar ciertos fragmentos y ponerlos en una fila proporcionada. En toda la composición del Apocalipsis destaca el fragmento 21:9-22:5 que describe la visión de Jerusalén celeste. Así que, según Tavo, resulta incuestionable la selección de los siguientes fragmentos como puntos de apoyo para estructurar el Apocalipsis en conjunto:
I. Las siete epístolas
II. Los siete sellos
III. Las siete trompetas
IV. Los siete cálices
V. La Nueva Jerusalén[86]
Parece significativo que después de tantas discusiones acerca de la estructura y la composición del Apocalipsis, los investigadores de la última generación, en sus trabajos más recientes (los de las primeras décadas del siglo xxi) regresan a los planes más sencillos para estructurar el libro. El plan propuesto por Felise Tavo casi no discrepa del plan que había proporcionado Gregorio López en su recomendación metodológica: “Comprehéndese todo en tres sietes”. Claro que López no enfatiza el fragmento sobre la Jerusalén celeste como el punto destacado de su plan, sin embargo, en toda la composición lo de Jerusalén celeste se ve totalmente fuera de la escala del desarrollo histórico del mundo. La época de la Jerusalén celeste, según Gregorio López, tendrá que marcar la perfección espiritual lograda por los seres humanos; será una etapa que habrá de llegar cuando “llegue a ser todo divino” en la sociedad humana, es decir, cuando la historia ceda sus posiciones a la metahistoria, marcada por la nueva época del Espíritu Santo.[87] Por eso no debemos tener duda de que el punto sobre la Jerusalén celeste tendrá que ocupar implícitamente un lugar excepcional en el plan de Gregorio López.
Felise Tavo constata que tal estructura no abarca unos fragmentos muy significativos que se han quedado sin clasificación entre las partes iii y iv y luego entre las partes iv y v del plan. Se trata de los Apoc. 12-14 y 19:11-20:15. El investigador los incorpora para formar el siguiente plan: (i) Las siete epístolas; (ii) Los siete sellos; (iii) Las siete trompetas; (iv) Los capítulos 12-14; (v) Los siete cálices; (vi) Los fragmentos 19:11-20.15; (vii) La Nueva Jerusalén. El investigador notó que esos dos fragmentos siendo incorporados con los cinco arriba señalados, forman también, a su vez, una estructura septenaria. No sólo algunos puntos del plan señalan las composiciones septenarias, como los siete sellos, las siete trompetas y los siete cálices, sino también el plan como tal representa una estructura septenaria. Parece probable que el mismo autor del Apocalipsis, apreciando mucho el número siete podría haber percibido así la estructura de su propio libro. En este caso tenemos que dar crédito a Gregorio López por su excelente intuición en poner la composición séptuple como la base de la composición del Apocalipsis. Otra cuestión es: ¿cómo se podrían estructurar los fragmentos incorporados? Según Felise Tavo, esos fragmentos podrían corresponder con aquellos que Adela Yarbro Collins calificaba como “las visiones no numeradas”.[88] El inicio de cada visión resulta marcado por las formas verbales εἶδον (“yo vi”) o ὤφθη (literalmente “fue visto”). Entonces, para el fragmento 12-14 parece oportuno destacar las siguientes visiones: i) la mujer vestida de Sol, 12:1-17; ii) el dragón, 12:3-7, iii) la bestia del mar, 13:1-10, iv) la bestia terrestre, 13:11-18; v) el Cordero y los 144 000 sellados, 14:1-5; vi) los tres ángeles, 14: 6-13, vii) el Hijo del Hombre y la cosecha en la tierra, 14:14-20. Son, entonces, siete visiones que forman parte de una composición septenaria independiente. Para otro fragmento (19:11-20:15) que corresponde al segundo ciclo de las visiones “no numeradas” (según Yarbro Collins) las mismas formas verbales se usan para distinguir las siguientes visiones: i) el jinete sobre el caballo blanco, 19:11-16; ii) la llamada al banquete del Señor, 19:17-18; iii) la batalla final, 19:19-21; iv) la atadura de Satanás, 20:1-3; v) la primera resurrección y el fin de Satanás, 20:1-3; vi) el gran trono blanco, 20:11; vii) el juicio final, 20:12-15; así que los marcadores que podrían ser usados por convención también descubren otro ciclo séptuple de las visiones.[89]
Esa ordenación de las visiones en dos fragmentos importantes nos parece pertinente y muy lógica, que Felise Tavo pone en duda, afirmando que si el autor del Apocalipsis lo hubiera considerado pertinente, lo diría a sus oyentes o lectores para fijar su atención usando ciertas construcciones retóricas, como lo hacía siempre.[90] Sin embargo, nos guiamos por ese plan porque enriquece y complementa la estructura propuesta por Gregorio López, quien, a su vez, aunque no destaca los fragmentos 12-14 y 19:11-20:15, de todos modos enfatiza la posición destacada de cada fragmento en el marco de la concepción histórico-apocalíptica del ermitaño: los capítulos 12-14 marcan una culminación de las persecuciones intensivas; además el capítulo 12, en donde se dice sobre la mujer vestida de Sol, abre una “narrativa enmarcada” sobre la Iglesia representada en la imagen de la mujer que primero huye del dragón, al que finalmente vence. El fragmento 19:11-20:15 representan las últimas etapas, en que se realizan los últimos actos del proceso histórico: el papa Silvestre representado por el ángel, ató a Satanás por mil años[91] que ya pasaron al momento de la aparición del tratado; así que ese fragmento marca el punto de transición cuando la historia cede su lugar a la metahistoria, marcada por el juicio final y por la visión de la Jerusalén celeste. Así que, aunque sin destacar especialmente esos fragmentos, podemos calificar su posición crucial en el esquema propuesto por Gregorio López.
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