Al final de todo, el resultado es una casa en muy buenas condiciones y de buen aspecto…, omitiendo el hecho de que todavía no está concluida, al menos la menor parte, y que no resulta muy acogedor encerrarse por cuatro grandes muros de piedra que bloquean la vista al exterior.
CAPÍTULO 2
Invitados indeseados
Al llegar la noche, el hombre aprovecha para “cocinar” el mineral de hierro que consiguió en la cueva, así que mete una gran parte del carbón en su horno de piedra junto con el mineral en cuestión para probar si sus sospechas son ciertas. Luego de un rato, cuando el calor del horno ya era muy intenso, el hombre pudo observar cómo se separaba la roca sobrante del mineral, mismo que se fundía en un rojo intenso hasta formar algo parecido a un ladrillo pequeño. En este momento, al ver que no pasaba nada más, saca dicho objeto del horno, y aunque al principio se quemó la mano por estar a una gran temperatura, un instante después el ladrillo dejó de arder, por lo que ahora pudo volver a tomarlo con seguridad. Curiosamente, al mismo tiempo que sacó el mineral del horno, de este aparecen orbes brillantes como los que había conseguido antes. Pero lo más importante es que su libro no tardó en mencionar que dicho ladrillo es un “Lingote de hierro”, mostrando además nuevas recetas, para crear “Palas de hierro”, superando a las de madera y piedra; y “Pepitas de hierro”.
Examinando el lingote, el hombre reconoce que este es bastante duro y pesado, incluso en su forma a escala. Pero lo que realmente le extraña es que con él solo puede crear palas, de entre tantas herramientas más que ha visto en el libro.
“¿Por qué solo palas?”, se pregunta. Y en la búsqueda de la razón, llega a su cuestionamiento la otra creación que le facilita el libro: las pepitas de hierro, mismas que podría conseguir al transformar el lingote de hierro…, pero en una cantidad limitada… o, mejor dicho, equivalente a la cantidad de hierro del lingote. Entonces, llega al hombre el pensamiento de que quizá el libro solo muestra las posibles creaciones que él puede hacer, siempre y cuando cuente con los materiales y cantidades necesarios, lo cual explicaría por qué no puede crear otras herramientas, como picos, espadas, hachas…; mismas que evidentemente exigen una cantidad de material mayor al de una simple pala. Y, de hecho, eso lo puede verificar al revisar las recetas de las herramientas de madera y piedra, las cuales demandan cantidades de material variables entre sí.
La suposición parece tener lógica, pero, una vez más, no será un hecho hasta que el hombre mismo confirme que tiene razón. Para su fortuna, recuerda que tiene otros dos minerales de hierro más, los cuales serán la clave para sacarlo de sus dudas, pues con ellos podría conseguir otros dos lingotes de hierro, que, en teoría, junto con el que ya tiene, debería ser suficiente para crear otras posibles herramientas de hierro además de la pala, basándose en las recetas ya conocidas de estos artículos.
Por lo tanto, esperanzado, el hombre mete al horno los minerales de hierro que tiene, y espera ansioso a que se fundan en bloques homogéneos. Una vez consigue los dos lingotes de hierro, inmediatamente revisa su libro, y, para su suerte, confirma que su hipótesis es acertada, ya que el libro muestra cómo crear “Espadas de hierro”, “Picos de hierro”, etcétera. Además, aparecen otras recetas, las cuales muestran cómo crear “Escudos”, “Placas de presión de hierro”, “Ganchos para hilo”, “Tijeras” y “Cubetas de hierro”.
Sin embargo, no todo es alegría, pues ahora sabe que podrían existir variantes de las creaciones que no podrá descubrir sino hasta que tenga los materiales exactos y suficientes.
Como sea, ahora con los tres lingotes de hierro, el hombre tiene la facilidad de crear una espada de hierro, que es la opción más sensata que optar por otra cosa, priorizando su seguridad, aunque con el pesar de no haber tenido la oportunidad de probar la espada de piedra.
Como sea, al final le quedó solo un lingote de hierro, con el cual, para lo único en lo que lo podría emplear y que a la vez valiera la pena, era en hacer un escudo. Siendo así, junto con unos cuantos tablones de madera, se dispone a crearlo. Quizás le podría servir para protegerse de un ataque por parte de una bestia explosiva…, aunque lo duda mucho…
Ya con el nuevo equipamiento tan sobresaliente y diferente a las variaciones de materiales inferiores, el hombre queda maravillado y con una gran alegría en el rostro, sobre todo por la hermosa, uniforme, reluciente y afilada espada de hierro de doble filo y para una sola mano que creó con gran facilidad en su mesa de trabajo. Simplemente, no puede esperar a probar sus nuevas creaciones… Y precisamente ahora, el destino actúa ante su impaciencia…, ya que, justo en el momento en el que termina de crear su escudo, la tranquilidad en su casa se ve interrumpida por fuertes golpes contra las puertas de su humilde morada. Por instinto, voltea hacia la entrada de su casa en busca de la causa de dichos golpes, pero en este mismo instante, mientras observaba a través de las ventanillas de las puertas con suma atención, estas sorpresivamente ¡se destruyen!, y con ellas la seguridad desaparece. Resultando en un gran agujero en la entrada por donde ingresaría con gran facilidad cualquier intruso.
La sorpresa y miedo en el hombre son evidentes, pero sobre todo la incertidumbre de no saber cuál es la causa de tal atentado en su hogar. Al principio, imaginó que el culpable sería una bestia explosiva, pero, pensándolo mejor y tomando en cuenta los golpes consecutivos y el posterior destrozo de las puertas no correspondientes a una explosión, asegura que no es posible, principalmente porque en ningún momento escuchó el estruendo propio de una. No obstante, ahora que existe la oportunidad, no es de tardar que el causante se haga presente para profanar su hogar, y, como él ya sospechaba, aquel… o, mejor dicho, aquellos que invaden su aposento no constan de una bestia explosiva, y tampoco de un esqueleto (al menos por ahora)…, sino de dos criaturas aterradoras de apariencia similar al hombre, solo que de piel verdosa, ojos completamente blancos, con ropa simple, aunque desgarrada; con heridas de todo tipo por todo su cuerpo y sin algunas de sus extremidades…; en pocas palabras, de aspecto moribundo; los cuales se comportan de una manera muy extraña, incluso el traspasar la entrada les resultó muy complicado a pesar del gran agujero que hicieron, como si su cuerpo no les respondiera adecuadamente… Pero eso no quiere decir que sean inofensivos. De hecho, haber destrozado en pedazos las puertas de madera dice lo contrario. Además, sus movimientos un tanto torpes y lentos no son impedimento para que estos monstruos no hagan más daño del que ya hicieron.
Aunque tembloroso y con bastante miedo, el hombre reacciona enseguida y reconoce que estos invitados no buscan nada bueno en su casa, los cuales, acompañados por un hedor putrefacto y gruñidos anormales, podrían ser más peligrosos de lo que aparentan. Por lo cual, antes de que ellos actúen primero, el hombre rápidamente empuña su nueva espada de hierro en una mano y su escudo en la otra, logrando detener a uno de estos monstruos con su escudo mientras ataca a otro con su espada, aunque con dificultad por la obvia falta de práctica, para luego repetir lo mismo con la anterior, acabando así con ambas con cortes precisos y facilitados por su letal arma. Aunque, por ser la primera vez que maneja una espada así, de peso, capacidad y calidad notables, tan diferente a las de madera y piedra que una vez empuñó; al mismo tiempo que usa un escudo con la otra mano, sus primeros ataques resultan ser torpes y poco letales, permitiendo que el primer monstro se le acercara los suficiente para rasguñarle el brazo con fuerza, causándole un poco de daño, además de que este seguía moviéndose incluso después de haber recibido varios espadazos.
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