Ahora el hombre dispone de luz y calor, aunque, intrigado sobre qué es lo que mantiene el fuego con vida, observa fijamente el interior del horno, descubriendo así que el combustible que se está consumiendo son los palos, tablones de madera y troncos, aunque también hay algo más que parece estar liberando chispas…, algo delgado y aplanado que no deja de producir un sonido como el de la bestia explosiva… “¡Las chuletas de cerdo!”, reconoce; mismas que metió descuidadamente junto con todo lo demás, por lo que, al momento en el que se percata de su error, sin pensarlo dos veces, mete las manos al fuego y saca la carne cruda…, que ahora ya no está del todo cruda, además de la piedra, tierra y demás objetos que introdujo, para mantener el fuego controlado y que no se extinga. Ahora bien, coloca las chuletas en la parrilla de la parte superior del horno, cocinándose así uniformemente, mientras que al mismo tiempo la cueva se cubre de luz y calor agradables, pero solo por poco tiempo, ya que, lamentablemente, la madera no dura mucho tiempo como combustible para mantener el fuego encendido, y en cuestión de pocos minutos solo quedan brasas. Para ello, solo habría que meter más tablones, solo que, antes que quemar toda la madera que tiene, el hombre piensa que tal vez podría utilizar las herramientas de madera que había creado anteriormente, ya que, de cualquier manera, después podría crear nuevas, e incluso podría hacerlas de piedra.
Y así fue como a duras penas el hombre pudo mantener el fuego el tiempo suficiente para poder cocinar totalmente la carne del cerdo salvaje, aunque también, gracias a la calidez que el horno irradiaba y al cansancio que acumuló, poco a poco va cerrando sus ojos…, hasta quedar completamente dormido, recostado y encogido sobre sí mismo en el frio suelo de la cueva…, sin darse cuenta de que el fuego solo duraría unos pocos minutos más luego de quedarse dormido…
Al despertar, el hombre abre lentamente sus ojos con la esperanza de aparecer en el lugar al que pertenece…, deseando que todo lo sucedido haya sido solo un mal sueño… Pero nada ha cambiado. Todavía sigue en la cueva… Aunque esto no lo deprime, porque significa que lo que hizo no fue en vano; quizá realmente este es el lugar al que pertenece… Tal vez después pueda responderse quién es en verdad, pero por ahora solo queda levantarse y retomar sus actividades de supervivencia.
Ya completamente despierto, se asoma por las ventanillas de la puerta de madera, y se da cuenta de que la noche ya ha transcurrido, así que decide salir al exterior. No sin antes asegurarse de que no hay peligro afuera y de tomar la carne de cerdo cocinada del horno de piedra con una gran felicidad en el rostro, así como el horno de piedra, la mesa de trabajo, el cofre y la puerta de madera.
Luego de salir al exterior y sin peligro a la vista, el hombre se prepara para este nuevo día, esta vez con el objetivo de explorar sus alrededores. Por lo tanto, para comenzar con la exploración, empieza por determinar en qué dirección ir. Aunque en este momento divisa a lo lejos a una criatura idéntica a la que explotó detrás de él el día anterior, y, además, bajo la sombra de un árbol un poco más lejos alcanza a ver una silueta blanca, delgada y, aparentemente, del mismo tamaño y forma que él, pero lo extraño es que dicha criatura no parece tener piel…, ni siquiera carne, literalmente es un esqueleto viviente. Más curioso aún, aquel esqueleto, además de moverse en dos pies sin problema alguno, sostiene un objeto con una de sus extremidades superiores, mismo al que, después de verlo detenidamente, reconoce como un arco. ¡Un esqueleto vivo con un arma de ataque a larga distancia! Al darse cuenta, el hombre queda atónito, aunque tan solo por unos segundos, ya que, en el instante en el que se percata de la presencia de aquel monstruo, nuevamente su libro muestra una página con información específica acerca del esqueleto, llamándolo “Arquero esquelético” (o solo “esqueleto”, para los amigos), junto con una breve descripción: “No tiene carne ni cerebro, pero no quieras tomarle el pelo, pues precisión con el arco le sobra, la cual le funciona muy bien, ya que ataca desde las sombras… y muy pocos lo prevén.”.
Luego de leer la poca información que le proporciona el libro, el hombre, intimidado, regresa a la seguridad de la cueva para pensar un momento sobre qué debería hacer ahora, pues sabe que no tiene posibilidad alguna de sobrevivir si se encuentra de frente con una bestia explosiva o un esqueleto ¡armado!, y mucho menos contra los dos al mismo tiempo.
Dominado por el miedo, no tiene más opción que quedarse en la cueva hasta que los monstruos se marchen lejos de su guarida. Pero pronto, la desesperación por estar mucho tiempo en la cueva sin poder hacer algo de provecho lo motiva a pensar en qué otra cosa podría hacer además de esperar. Entonces, se le ocurre que sería una buena idea picar más allá de la cueva, y así conseguir más piedra, y quizás encuentre algo nuevo o, incluso, otra forma de salir al exterior. Por lo tanto, vuelve a colocar los “muebles” de su hogar provisional, y, a pesar de que ya conoce las recetas para crear herramientas de piedra, crea un par de picos de madera, ya que gastó la mayoría de la piedra que consiguió haciendo el horno de piedra, y antes que acabar con la que le queda, piensa que lo mejor sería primero conseguir más. Así que de inmediato comienza a picar en una de las paredes de roca.
No obstante, luego de picar durante un rato, el hombre se topa con unas manchas negras incrustadas en algunas rocas, y al tratarse de algo nuevo e intrigante, no duda en golpear esas extrañas manchas oscuras con su pico, pero tan solo al primer golpe su pico de madera se destruye, siendo este el segundo de los dos picos que había hecho, aunque por lo menos pudo conseguir bastante piedra, misma con la que ahora puede crear tantos picos de piedra como quiera. Sin embargo, por el momento solo crea uno, además de una espada de piedra mucho más resistente y eficiente que la de madera, aprovechando la oportunidad.
Ya con el pico de piedra, enseguida lo estrena picando las manchas negras, las cuales resultan ser pequeñas rocas oscuras de un mismo mineral, mismas que va descubriendo con mayor facilidad y rapidez gracias al pico de piedra, hasta separarlas por completo de la roca natural, desprendiéndose así varias piezas de diferentes formas y tamaños. Justo cuando el hombre levanta uno de estos minerales del suelo, su libro lo reconoce como “Carbón mineral”, mostrando en una de las páginas una nueva receta para crear “Antorchas”, utilizando carbón y palos de madera, y sin la necesidad de recurrir a la mesa de trabajo. Además, después de recoger todo el carbón y disponerse a picar lo demás que faltaba, observa, del hueco que hizo, unas pequeñas esferas brillantes de tonalidades verdes cambiantes y muy llamativas. Por curiosidad, extiende su mano lentamente para tomar uno de los peculiares orbes, pero en cuanto lo hace, de alguna manera, todos comienzan a moverse hacia él por cuenta propia, y por la reacción tan repentina, retrocede y cae de espaldas por miedo a estas esferas, aunque estas no se detienen y continúan acercándosele, hasta que, sorpresivamente, todas son “absorbidas” por su cuerpo y desaparecen sin dejar rastro alguno.
A pesar del inquietante incidente, lo extraño es que a simple vista no hubo cambio físico alguno en el hombre, quien, muy sorprendido, busca a aquellos orbes brillantes por todas partes…, mas no encuentra ninguno.
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